Frente al espejo del camarín, Sylwia termina de prepararse antes de salir al pequeño escenario del shopping: el maquillaje, el peinado, el top y las calzas bien acomodadas. Una multitud de todas las edades, en su mayoría mujeres, la espera para realizar junto a ella una serie de ejercicios físicos cada vez más demandantes. Uno de los elementos de trabajo de Sylwia es, desde luego, su trabajado cuerpo; el otro, el teléfono celular, que no deja nunca de lado, ni en las buenas ni en las malas ni en las feas. La protagonista del segundo largometraje de Magnus von Horn es una popular influencer del fitness y sus 600.000 seguidores en Instagram son el corazón de su universo personal, el público y también el privado. Que quizá sean una misma y exacta cosa. Encarnada con indivisibles fiereza y fragilidad por la actriz polaca Magdalena Kolesnik, Sylwia es, al mismo tiempo, una celebridad empoderada y una mujer-niña que no concibe la vida si no es el centro de atención constante. Sweat, que podrá verse en exclusiva en la plataforma Mubi a partir de mañana,  y cuyo título remite a transpiraciones literales y simbólicas, la sigue a lo largo de una serie de días y noches que bien podrían transformarse en una instancia bisagra, tal vez en el comienzo del resto de su vida.

“Fueron factores muy distintos los que dieron origen a Sweat”, afirma Magnus von Horn en comunicación con Página/12 desde Suecia, donde está pasando unos días antes de regresar a su país adoptivo, Polonia. Nacido en Gotemburgo en 1983, el realizador está instalado hace más de quince años en Lodz, la ciudad polaca en la cual cursó sus estudios cinematográficos, en la misma y legendaria Escuela Nacional de Cine, Televisión y Teatro de Lodz en la cual se recibieron, entre otros, talentos de la talla de Roman Polanski. “Por un lado, quería hacer una película diferente a mi ópera prima, The Here After, que era silenciosa, estática, de tonos desolados. Tal vez en el fondo sean similares, aunque el packaging es muy diferente: Sweat tiene colores vibrantes, es dinámica, tiene muchos diálogos”. Por otro lado, von Horn admite que estaba fascinado con la cuestión de las redes sociales, con las “narraciones” que se producen cuando un influencer postea uno de sus videos. “Me interesaba partir de esa forma de narración novedosa que se conoce como stories en Instagram y en otras redes. La manera en la cual condensa el tiempo. Fue un desafío hacer una película sobre alguien que, al principio, es tan diferente a mí mismo. Tal vez estaba un poco celoso de la habilidad del personaje de Sylwia por poder compartir su vida”.

En la misma videoconferencia, Magdalena Kolesnik, nacida en 1990 en Bialystok, actriz de cine y televisión que con Sweat debuta en un papel central en la gran pantalla, recuerda que no hubo un proceso tradicional de audiciones para el rol, y que ella fue la primera persona a la que von Horn convocó. “Magnus quería ver si los diálogos del guion funcionaban y comenzamos a hacer algunas lecturas. A partir de allí conversamos mucho, charlas sin fin sobre el guion y Sylwia, donde pusimos todos nuestros sueños, dudas y tabúes a la hora de darle forma al personaje. Las audiciones para los otros roles fueron muy importantes, porque aprendimos mucho sobre cómo podía desarrollarse la historia, que nunca estuvo cerrada del todo desde el guion. Fue un año entero de preparaciones, durante el cual nuestro propio desarrollo humano fue alterando el guion, incluidos ciertos eventos de la vida real que Magnus incluyó en la historia de ficción. Fue algo muy líquido, variable y, desde luego, corajudo de su parte”. “Eso que dice Magda es muy importante”, acota von Horn. “Ella se sumó al proyecto y esos ajustes de los que habla fueron los que le dieron forma final a la película. En particular luego de observarla en el papel de Sylwia, porque ella terminó inspirando en parte al personaje. No se trató tanto de que Magdalena ‘actuara’ a Sylwia, sino de alguna manera encontrarla en ella. Incluso usando su vida personal y mezclándola con la de Sylwia”.

-¿Podrían dar algún ejemplo en ese sentido?

Magnus von Horn: -El final, por ejemplo, que fue filmado durante dos jornadas, las últimas del rodaje. Pero no nos gustó como funcionaba, así que cada uno se fue a su casa y, luego de conversar mucho, terminamos reescribiendo el monólogo final, por lo que tuvimos que volver a filmarlo. Fue una verdadera colaboración.

-¿En algún momento previo a la escritura del guion se barajó la posibilidad de que el personaje central no fuera una influencer del fitness sino otra cosa? Por ejemplo, una influencer del mundo de la cocina.

M. von H.: -Creo que el fitness es más interesante que la cocina para la película (risas). Por muchas razones. Porque es dinámico y hay todo un culto rodeando ese mundo, que es muy emocional, además: una suerte de éxtasis ligado al cuerpo que hace surgir muchas emociones. Además, el tema del culto al cuerpo trae aparejadas ciertas cuestiones políticas. Paradojas sociales ligadas al ejercicio, que ni siquiera necesitamos destacar en el film porque están presentes tácitamente.

-El diseño de producción es muy importante a la hora de construir el mundo de Sylwia. El uso del rosa en la paleta cromática es notable, algo que por momentos genera un contraste fuerte con el tono de la película, muy realista y cercano al cine de los hermanos Dardenne.

Magdalena Kolesnik: -Es que me veo bien vestida de rosa (risas).

M. von H.: -Me interesaba justamente ese contraste, porque son dos mundos que no suelen ir juntos. Tiene que ver también con respetar el universo del personaje. En algún punto, no era decisión mía imponer otros tonos. No tuvo que ver con lo que yo deseara sino con lo que el personaje de Sylwia prefería. Cuanto más rosa, mejor, porque la pone bajo una luz muy clara al comienzo de la película; cuanto más fuerte el rosa, más fuerte el viaje interior del personaje y el de la audiencia.

M.K.: -Recuerdo muy bien el momento en el que se decidió el vestuario y que hablamos de utilizar un poco más el negro, por ejemplo, para dar la impresión de ser una persona fuerte. Pero nos dimos cuenta de que era muy interesante hacer del rosa, un color usualmente asociado con lo superficial e incluso lo estúpido, algo fuerte y decidido.

-El público va descubriendo a Sylwia a lo largo de la proyección y hay una escena muy importante, en la cual se celebra el cumpleaños de la madre y se revela otro aspecto de su personalidad. ¿Cómo fue el trabajo como actriz durante el rodaje en términos de actuación y dirección actoral?

M.K.: -Durante la filmación no me enfoqué en darle al personaje ciertas características en determinados momentos: ahora es frágil, ahora fuerte, ahora hay un impacto en sus emociones. Creo que eso le da al personaje ciertas características más ambiguas y, por lo tanto, más humanas. No se sabe cómo se puede reaccionar ante ciertos hechos, por ejemplo una muerte. Desde lo actoral, mi punto de vista es que es más interesante ser como una especie de animal, ponerse en el espacio y la situación y ver qué ocurre. Eso es mejor que crear líneas de diálogo precisas, y usar el cerebro o experiencias previas de la vida real.

M. von H: -Por la forma en la que filmamos, fue mucho más sencillo hacerlo de la manera que acaba de describir Magdalena. Por ejemplo, la escena de la reunión familiar fue filmada de corrido, en una larga toma. Creo que en total fueron unos cuarenta minutos de material bruto, sin cortar. De allí tomamos luego lo que nos parecía útil. Lo interesante es que, al tener a los actores en un mismo espacio, todo se vuelve más orgánico y menos intelectual. Creo que eso logró una intensidad mayor.

-Es interesante preguntarse si la historia de Sweat sería la misma si transcurriera en otro lugar. Por ejemplo en Suecia.

M. von H.: -Hace dieciséis años que vivo en Polonia, trabajo y tengo a mi familia allá. Pero al mismo tiempo sigo siendo un extranjero, de alguna forma. Por supuesto que la historia sería diferente en Suecia, porque es un país con una sociedad distinta. Polonia pasó del comunismo al capitalismo, ha sido un país ocupado, tuvo etapas donde no tuvo su propia bandera, ha atravesado momentos muy turbulentos en el último siglo, mientras que Suecia ha tenido una historia bastante estable.

-Uno de los temas no tan secundarios de la película es la cuestión de la vida privada transformada en algo público, que en el pasado estaba reservado a las figuras populares y ahora está al alcance de cualquier persona.

M. von H.: -Es lo que es y cada uno puede tomar sus propias decisiones, pero lo cierto es que es muy difícil escapar de ello. Es difícil odiar el mundo que te rodea. Justo ayer a la noche estaba con un amigo de mi infancia, tomando algo en un bar, y veíamos a toda la gente joven, de veintipico, con sus teléfonos, y nos sentimos muy melancólicos. Hablamos sobre la nostalgia de aquella era en la cual éramos anónimos, cuando no solíamos compartir todo en las redes sociales. Pero bueno, no pienso tanto en esas cosas, sólo cuando estoy en Suecia con algún amigo de la infancia, tomando algo en un bar en una noche de verano.

 

M. K.: -Tenemos muchos tabúes y tal vez no sea algo malo dejar de ocultar lo que uno siente. A veces ocultamos que no somos tan perfectos y no está mal compartir esas verdades. Si estás en las redes sociales, la gente te ve, y hay cosas buenas en ello. Pero también hay peligros asociados a la idea de compartirlo todo. Eso incluso te puede transformar en un objeto, en un producto.