Una vez más el gobierno de la provincia salió a anunciar con bombos y platillos soluciones mágicas para la desnutrición. Esta vez se trata de un bloque nutricional que se puso a prueba entre un “grupo de 30 niños que presentaban distintos grados de desnutrición, para evaluar los resultados y compararlos con las mediciones realizadas en otro grupo de menores con nutrición adecuada”. Los niños y niñas son de Alto La Sierra, poblado del municipio de Santa Victoria Este, en el departamento Rivadavia.
Según informó el gobierno de Salta, el alimento fue aprobado por el Ministerio de Agroindustria de la Provincia de Buenos Aires para su elaboración y comercialización, luego de pasar las pruebas de Salta; el diario Clarín publicó que esa aprobación es del 2 de julio pasado. El comunicado de la provincia, del pasado 20 de julio, señalaba que (por lo menos) 30 días antes el alimento comenzó a ser consumido por los niños del Pueblo Wichí en calidad de prueba. La Administación Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica no respondió las consultas de este medio sobre la autorización o no del producto; sin embargo, especialistas indicaron que si los insumos usados para la elaboración de esos alimentos ya fueron aprobados por la ANMAT, sí pueden ser probados como se hizo con el grupo de niños victoreños.
“Hicimos una prueba en el norte para ver la aceptabilidad”, indicó la subsecretaria de Medicina Social Gabriela Dorigato, citada en el comunicado oficial. Añadió que “primero eran unas galletitas que resultaban muy duras, así que tuvimos una entrevista con la empresa (productora) pidiendo que fueran más esponjosas, con menor líquido para que tuviera más durabilidad. Les explicamos la temperatura del área, y todo eso fue mejorando el producto”.
“Se probó la aceptación del producto”, reiteró después al responder consultas a Salta/12. Agregó que el procedimiento indica que se deben probar “las propiedades organolépticas (como) se dice en tecnología de alimentos”. En esta etapa “se mide la aceptación" de ese nutriente "entre la población a la que va a ser dirigido”.
El gobierno afirmó que el médico del Hospital Oñativia Antonio de los Ríos, ex secretario de Servicios de Salud del gobernador Gustavo Sáenz; hermano del ministro de Producción, Martín de los Ríos (un hombre del PRO), e integrante de la Mesa Interministerial de Emergencia Sanitaria del norte provincial, “se contactó con la empresa que produce este tipo de alimentos tecnológicos, vinculada con el equipo de investigadores conformado por los ingenieros en alimentos, Federico Petraglia y Sergio Ferrari”.
En este caso, los profesionales “ya estaban experimentando para lograr un suplemento con el que pudieran combatir la desnutrición”, y se “terminó de dar forma al proyecto, dando origen a Bloque Nutricional: un alimento presentado como una magdalena esponjosa, de sabor a vainilla, limón y dulce de leche, que logró la aceptación entre los niños wichis que se estaba buscando”. “El alimento está hecho a base de harina de trigo, soja fortificada y proteína láctea”, se apuntó.
La comunicación oficial sostuvo que el producto “es sabroso al paladar, aporta calidad de proteínas, hierro, calcio, y requiere pocos cuidados para conservarse. Provee nueve aminoácidos esenciales e imprescindibles para el desarrollo neurológico, por lo que se espera un alto impacto a largo plazo en la capacidad de atención, en el nivel de aprendizaje y la retención de conocimiento de niños y niñas”. Antonio de los Ríos consideró que “al ser un panificado, que es un producto al que ellos están muy habituados, logró gran aceptación”. Aseguró que otra ventaja es que no requiere preparación por parte de la madre u otra persona cuidadora, “a diferencia de la leche en polvo, que al prepararse con el agua, muchas veces puede contaminarse”.
Al considerar los resultados se indicó que “luego de un mes de consumido el alimento proteico, se controlaron los datos biométricos, talla y peso y los datos fueron contundentes: los niños que recibieron Bloque Nutricional en forma de magdalenas, subieron de peso y mejoraron los niveles de condición nutricional analizados por el equipo de salud”.
Sin consultas
Salta/12 consultó a la delegación salteña de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) si se les había pedido opinión sobre este nuevo producto para combatir la desnutrición en zonas de altos índices de necesidades básicas insatisfechas. Su presidente, Alberto Aleman, señaló que, al contrario de lo que aconteció el año pasado cuando UNICEF presentó ALTU (un alimento a base de maní listo para usar en niños con desnutrición aguda severa), esta vez no fueron consultados.
A su turno, la actual presidenta del Colegio de Nutricionistas de Salta, Mirtha Machuca, derivó las inquietudes a su antecesora, María Isabel Loza, porque “ese proyecto (del bloque nutricional probado en el norte salteño) es de hace un año”, y por lo tanto, en un tiempo anterior a su asunción como titular de la entidad colegiada.
Loza, por su parte, opinó que “sí deberíamos haber sido consultadas”, pero dijo que eso no ocurrió. Recordó también que se había ofrecido la colaboración al gobierno de Salta ante la desnutrición en el norte “y no tuvimos respuesta”, pese a que muchas de las integrantes del Colegio de Nutricionistas conocen la problemática en esa zona.
El cinismo del agronegocio
“Lo que se está haciendo ahí me parece terriblemente cínico porque es darle un alimento enriquecido con proteína de soja a los desnutridos, que están desnutridos por la desposesión del monte para sembrar soja”, fue la lógica manifestada por el fundador de Médicos de Pueblos Fumigados, Medardo Avila Vázquez.
El especialista, uno de los mayores críticos de la soja transgénica por (entre otras muchas cuestiones) el uso de los agrotóxicos, entendió que “Seguramente las magdalenas las están haciendo con soja de los campos de sojeros de Buenos Aires, que van a hacer propaganda diciendo que ellos generan un alimento a base de su soja envenenada con aplicaciones de agrotóxicos. Que lo van a usar para recuperar a los niños wichí desnutridos del norte que están desnutridos por ellos mismos, a consecuencia de sus prácticas de apropiarse del monte de esta gente y destruirlo. Es de un cinismo típico del agronegocio y tremendamente condenable”, sentenció el médico.
Consideró que el gobierno salteño “no debería prestarse a este juego”, ni tampoco los médicos “que se prestaron inocentemente o a sabiendas” de que tratan la desnutrición con “productos que no son sanos porque la soja no es buen alimento y menos si está contaminado con pesticidas”. A su entender, se deberían aplicar aquellos alimentos reconocidos internacionalmente por la OMS, “y que son los que usan los Médicos sin Fronteras”, sin seguir a un “grupo que está experimentando con esos niños” de Alto La Sierra.
Comida para pobres
“Me tienen podrida estos proyectos de comida para pobres”. Sin mayores eufemismos, la licenciada en Nutrición, Miryam Gorban, que tiene 70 años de profesión y recibió el título Honoris Causa de las universidades de Rosario, Buenos Aires y La Plata, dio su opinión respecto de este proyecto de alimento que se probó en comunidades wichí.
“Me da mucha bronca porque siempre joden con lo mismo”, sostuvo al recordar que en Buenos Aires, por el 2000, fue una de las que se opuso al alimento al que se denominó “Super Sopa”. Añadió a ello las recetas de galletas para superar anemias, o en su momento, durante el gobierno de Eduardo Duhalde, la disposición de soja como pilar de la alimentación. “Las proteínas vegetales nunca van a ser lo mismo que las animales”, sostuvo. Recordó que en aquel momento la SAP consideró que la soja se debía prohibir a niños de 2 a 5 años porque generaba alteraciones hormonales. Eso que hace más de dos décadas, “la soja no era transgénica”, señaló.
Por su parte, la doctora en Antropología Social especializada en alimentación, Gloria Sammartino, (UBA-CONICET) e integrante de la Red de Cátedras de Soberanía Alimentaria, entendió que la superposición del hambre y la obesidad, las distintas caras de la malnutrición actual, son producto de sistemas alimentarios que promueven alimentos ultraprocesados, la deforestación, la producción ganadera industrial y la producción de monocultivos con plaguicidas.
Esto “provoca impactos impredecibles” en la salud humana. “Hay un problema estructural. El hambre no se soluciona dando este tipo de productos ultraprocesados”, dijo la especialista al indicar que “lo que se necesita es la variedad de alimentos”. Señaló la necesidad de que las políticas públicas tomen el concepto de soberanía alimentaria para respetar el derecho de las poblaciones a acceder a sus recursos naturales, pero también a sus saberes ancestrales tantas veces denigrados.
Ello sin olvidar el necesario acceso a la tierra. “Ellos saben qué deben comer para tener salud (…). No es que no sepan, el gran problema es que no los dejan, sus derechos como pertenecientes a pueblos originarios están cercenados por intereses comerciales. Les han cortado las manos”, sostuvo al plantear metafóricamente lo que generó la ciencia hegemónica al ignorar esos conocimientos ancestrales que, entendió, también fueron denostados “por conveniencia”. “El hambre más terrible no se soluciona dando un único tipo de alimento y menos viniendo ese alimento de la mano de una empresa. Uno no vive comiendo galletitas. Lo que estos pueblos necesitan es recuperar el territorio, el acceso al agua, lo que tuvieron siempre, que se respeten sus derechos y conocimiento”, afirmó.