Interesante, los Juegos Olímpicos, que a la vez de un negocio fabuloso son (cada vez menos) un símbolo de paz y unidad, se hacen bajo una lluvia de cuestionamientos, algunos justos, otros desproporcionados, y otros quizás pagados.

En el difícil trayecto la organización se echa a varios importantes funcionarios antes no objetados, que hicieron bromas o hablaron demasiado de temas con los que hoy no se suele transigir. Inclusive, sacando esos trapitos al sol a veces muchos años después, como si fueran el producto de una nueva Stasi deportiva.

En este sentido, en el de las críticas, el fútbol primo lejano de los deportes amateurs tiene más aguante y más cara de póker. No hay nada que lo incomode realmente, ninguna denuncia de corrupción, carpetazo, o viejos videos. Sigue adelante aunque cambie de caras.

El Comité Olímpico Internacional (COI) de los negocios que reemplaza al de la nobleza, y que persigue ahora además del doping también a las drogas sociales como antes al hecho simple de trabajar (profesionales fuera, fue su lema ), se muestra temeroso y vulnerable a los cuestionamientos.

Su Presidente, en la ceremonia inaugural añade certeramente la palabra "juntos", a las tradicionales "más alto, rápido y fuerte".

Y, aunque se quiera ser políticamente correcto, paradójicamente se fuerza a través de sus organismos antidoping y de control médico, a posibles hermafroditas al pedirles que se inyecten sustancias para parecer más mujeres. Y en cambio, acepta en la competencia a un hombre trans que tendrá ventajas hormonales sobre las demás mujeres. Todo esto es de una gran complejidad que no se puede manejar con ligereza, ni para los titulares mediáticos.

En fin, lo importante es que esta fiesta maravillosa del ser humano, a veces desnaturalizada, está en marcha. Es bueno que preparemos nuestra atención para disfrutar de algo que no sabemos cuánto tiempo más va a durar, al menos como lo conocemos: el deporte. 

* Ex Director Nacional de Deportes.