El discurso del Ministro Luis Basterra, anteayer en Roma, Italia, en la Pre-Cumbre Alimentaria a la que concurrió con otro experto en cuestiones agrarias, el canciller Felipe Solá, no fue todo lo claro que se esperaba de una delegación argentina en estos tiempos. Y menos con el estado agrario del país, donde el latifundio, la despoblación y la contaminación son lacras abrumadoras.

Ambos parecieron hablar más bien para cierta galería de bienpensantes, y no hay que ser experto en cuestiones agrarias –esta columna no lo es– para advertir que el problema (el drama) alimentario de un país riquísimo pero con más del 52 por ciento de su población con hambre, no es un asunto técnico ni de "entendidos"; es una cuestión política.

Y es en eso en lo que parecen haber pifiado ambos ministros. Porque los que votarán para fortalecer al gobierno del FdT no son las corporaciones; son los campesinos y chacareros que siempre llevan la peor parte y que están hartos de que en nombre de ellos hablen de cuidar el ambiente quienes tienen responsabilidad en que se arruine, e incluso los introductores del glifosato en la Argentina.

Las corporaciones, los gerentes y empleados jerárquicos de las multinacionales, los socios de la Bolsa de Comercio rosarina y los 300 o 400 latifundistas y sus parientes, van a votar inexorablemente en contra, les diga el gobierno lo que les diga. Y allá ellos, si son incorregibles y cipayos.

Igual que en materia económica, no hay que hablarle al FMI y a sus empleados locales, sino a los trabajadores que padecen la siempre renovada truculencia del FMI. Y en materia agraria es al campesinado al que se debe hablar.

Esto está en línea, claro, con lo que sucede en materia electoral en algunas provincias, si no en todas. Empujones, patadas bajo la mesa y pulseadas, que por suerte ahora se hacen no sin cierta prudencia y a bajo volumen. Lo que de paso hace relucir la barbarie grotesca de los Cambiantes, los Malradichas y los naziargentos.

Y corresponde decirlo porque aunque muchos crean que es tema cerrado, la Soberanía no está ni en el frízer ni jubilada. El río Paraná muestra ahora su rostro más cruel, y el decreto 427 y el de la emergencia hídrica, estando bien, no son más que débiles paliativos. Porque es obvio que a los grandes bonetes les preocupa la bajante sólo porque no pueden pasar sus barcos gigantes, y no quieren admitir que no van a pasar más. Y ni siquiera por decisión política (una pena) sino por imperativo de Naturaleza. Por eso las grandes corporaciones extranjeras que echaron a perder el río, y la propia concesionaria, sólo tienen silencio como respuesta. De igual modo que los agroexportadores, que ahora vale preguntarse adónde se van a meter lo que no pueda salir por el río.

Y lo demás es el sainete que facilita y alienta (sin quererlo, o sin querer queriendo, quién sabe) la lamentable política comunicacional del gobierno. Que no tiene voz, de hecho. Y es por eso que si una energúmena que es candidata a diputada nacional dice lo que dice y persiste en sus dichos, no se advierten pronunciamientos desde el Congreso anticipando que por obligación institucional, política, jurídica y moral van a rechazar su pliego en el caso –es un decir– de que votos energúmenos la lleven al recinto.

Como tampoco se escucha que los negacionistas más brutales, e incluso algunos de sus propagandistas, sean denunciados por incitación a la violencia, que es un delito grave y por el que ya debería estar condenado más de uno. A ver si con uno de esos cretinos en cana los otros se atreverán a reivindicar la dictadura.

La verdad es que alarma la inoperancia comunicacional del gobierno. Que en campaña, parece peor. Hace varios días que la TVPública no se ve en la TDA de Neuquén y de alguna otra provincia. Arsat responde que hay que preguntar a TVP, y nadie recibe respuesta. ¿Cuándo descubrirá el gobierno que la TDA es un sistema televisivo fantástico que ayudaría a un triunfo electoral?

Y hay más: ahora que se destapó la peligrosa cuestión de la privatización del Inta, añadamos que hay dos asuntos troncales, esenciales, estrechamente vinculados, y que esta columna conoce gracias a distinguidos compatriotas: en el Instituto Nacional de Semillas –organismo importantísimo– habría un directorio en el que estaría predominando un pool de corporaciones de dueños de campos.

La Ley de Semillas es de la dictadura de Lanusse y hoy, cuando está dando vueltas una reforma en toda Latinoamérica,"el tema de las patentes es esencial porque con Malvinas y el Paraná ­­–dice el informante– son el tridente de nuestra soberanía: recursos del subsuelo, litoral marítimo (que con Malvinas se duplica), puertos ajenos, extranjerización de la tierra y ahora pérdida de la propiedad sobre la resiembra".

Otro tema enorme, troncal, silenciado, porque la oligarquía (con Lanusse a la cabeza) se reservó las instituciones, una por una. Empezar a descubrirlas es también cuestión de soberania.