Tres puntos ganados sobre 12 posibles y un gol a favor en cuatro fechas. Boca no levanta cabeza. Y su paso por Córdoba para empatar sin goles con Talleres, no despejó ninguna duda. A tres días del Superclásico con River por los octavos de final de la Copa Argentina, las únicas buenas noticias fueron el debut de Juan Ramírez, el mediocampista que vino de San Lorenzo, y que de a ratos le dio salida clara a una media cancha de juego espeso y poco vuelo. Y algunos chispazos aislados del juvenil Aaron Molinas, abierto como volante por la izquierda. 

Miguel Angel Russo no ha podido todavía recomponer a un equipo diezmado por la partida de varios jugadores, y anímicamente tocado luego de la turbia eliminación a manos de Atlético Mineiro en la Copa Libertadores. Hay una sensación flotando en el convulsionado mundo xeneize: Boca tiene bastante menos recursos que en el primer semestre del año. Deberá exprimirlos a fondo para mejorar su tránsito por el campeonato, avanzar en la Copa Argentina y poder llegar a fin de año adonde por ahora no está: la Copa Libertadores 2022.

Con dos buenas atajadas (una en cada tiempo) ante remates de Auzqui y Enzo Díaz, el arquero Agustín Rossi sacó la mejor calificación individual de la tarde cordobesa. Sin embargo, fue de Boca la llegada más clara: a los 22 minutos de la segunda etapa, Pavón lo vio adelantado al arquero Guido Herrera, remató de derecha por encima de él y la pelota dio en el travesaño. Fue una de las tres situaciones que pudieron armarse a lo largo del mediocre partido. Antes, Pavón definió una escapada por encima del travesaño y Ramírez prefirió habilitar a Briasco cuando parecía imponerse el remate directo al arco.  Apenas tres situaciones, demasiado poco para un equipo que debería ser protagonista, y que ante Talleres no protagonizó ni un minuto de juego. Como si le costara superar la inseguridad que le provoca este momento de cambios grandes, en el que lo anterior no termina de irse y lo nuevo, tarda en aparecer.

Todavía quedan muchos partidos por delante. Pero por el momento, las incorporaciones de Rolón (demasiado posicional como medio centro) y Briasco (sin peso como centrodelantero) no le han hecho aportes de valor al funcionamiento del equipo. Y tampoco da la impresión de que el lateral peruano Luis Advíncula (que viajó a Córdoba pero vio el partido desde el palco con Jorge Bermúdez y Raúl Cascini, integrantes del Consejo de Fútbol boquense) haya traído en sus valijas las respuestas que se están necesitando para mejorar. Algunos de los chicos de la reserva (Barco, Mancuso y Vega) que defendieron la divisa con orgullo mientras duró el aislamiento de los profesionales fueron al banco. Y Molinas fue titular todo el partido. Pero resulta evidente que en ningún caso se los puede lanzar como salvadores de una etapa complicada. Dentro y fuera de la cancha.

Talleres lo ahogó a Boca en un vaso de agua. Lo apretó en el medio, le negó el juego interno y sólo con eso y con las proyecciones por la izquierda de Enzo Díaz y algunos piques del colombiano Valoyes por la derecha, le hizo las cosas difíciles. Pero el equipo cordobés se quedó sólo en la contención y también le escasearon el fútbol y las llegadas. Por eso, el cero de los dos se impuso por su propio peso. Más que un punto de ocasión, Boca necesitaba mandar una señal de confianza a días del Superclásico. Y no la mandó. Al equipo le faltan volumen de juego y gol, que es como decir que le falta casi todo. Con esas carencias, se plantará el miércoles enfrente de River en un mano a mano por la Copa Argentina, que Boca preferiría jugar en otro momento mejor. Pero tiene que hacerlo en este. Con el viento soplándole en contra.