Martes a la mañana. Básquetbol olímpico. Lo seguimos por la tele. TyC y la TV Pública. Lo comentamos en el grupo de "guasap". Somos todos periodistas. Ariel Scher, Alejandro Fabbri, Rodolfo Chisleanschi, Daniel Míguez, Daniel Guiñazú y yo. 

El nombre del grupo “Corazón y pases cortos”, denuncia nuestras edades y nuestro amor por el fútbol. Pero ahora estamos con el básquetbol, y vemos cómo nos cascotean los australianos. Hacemos chistes pavotes, del tipo “siamo fuori”, y esas cosas.

De pronto, el "Oveja" Hernández saca al grandioso Luis Scola y vemos, sorprendidos, el aplauso de propios y extraños. Los australianos no paran de aplaudir. Un respeto sincero, profundo, universal. Scola toma nota y se quiebra. Es el fin de un ciclo de más de dos décadas. Míguez confiesa primero: "No puedo parar de llorar".

Scola, emocionado, agradece a todos los presentes.

Y llora (Daniel) Jacubovich en la tele, y se queda sin palabras "Pepe" Sánchez en una trasmisión que quiebra las formas en mil pedazos. Ya todo el mundo mandó al tercerísimo plano la ventaja de 40 puntos de los australianos. Habla Scola y dice que lo agarraron con la guardia baja, y hace grandes esfuerzos para no volver a llorar. Habla Hernández, le preguntan por el llanto de Campazzo, y cuenta que le dijo que tuviera en cuenta que era el día de Scola, que se contuviera. Y enseguida dice que Campazzo lo entendió, que se dieron un gran abrazo y agrega: “A Facundo lo quiero como a un hijo”, y casi se pone a llorar.

En el grupo comentamos todo eso y rescatamos una frase del "Oveja": "Con Luis aprendí que ganar es una cosa chiquita, que lo importante es honrar cada cosa que hacés”.

Scola se lleva la pelota de su último partido olímpico.

Un poco más fríos valoramos a la Generación Dorada, a los pibes que la siguen, a la necesidad de darle continuidad al proceso y todo eso. El remate lo mete Guiñazú. Pone en el chat una foto de Scola yéndose, de espaldas, con la pelota. No se lleva la pelota, se lleva el básquet bajo el brazo.