El próximo 5 de setiembre se cumplirá un año de una de las experiencias musicales más extrañas y hasta bizarras que legó la pandemia: en la localidad bonaerense de San Isidro, Coti Sorokin protagonizó el primer “Autoconcierto” de Latinoamérica. “Hacía más frío que hoy”, recuerda acerca de una propuesta donde los bocinazos reemplazaron a los aplausos. “Demostramos que sí se podía replantear el concepto de un espectáculo. Le pusimos mucha cabeza y corazón, en una realidad totalmente adversa”. Dos meses más tarde, el cantautor rosarino volvió a hacer historia al ser el primer músico en el país en llevar adelante un show con público presencial. Sucedió esta vez en el patio de la Ciudad Cultural Konex, lo que significó igualmente el estreno del protocolo para este tipo de actividades y de la “burbujas” (también pudo verse por streaming).

Esta vez, el líder de Los Brillantes regresa a los escenarios porteños para presentarse en una circunstancia similar a la de la vieja normalidad. Si bien la función de hoy viernes en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125) se encuentra agotada, aún quedan entradas para la de mañana sábado. “Es muy épico volver a juntarnos. No como en aquella ocasión, que todo era tan oscuro, con tanto encierro”, celebra el artista. “Esto es más cercano a la experiencia plena de un concierto, a pesar de esos claros entre el público. Es una situación más confortable. Ahora lo estamos viviendo con otra energía, con algo más sólido. Parece que podemos planificar fechas seguidas y ejecutarlas completas. Acabamos de hacer recitales en La Plata y Neuquén. Esa sensación de volver a la carretera como Dios manda es algo que extrañamos mucho, no sólo los músicos sino la familia de la música”.

-Tomando en cuenta que estuviste presentando material nuevo durante este año, ¿cuál será la propuesta de este show?

-Estamos a full, con una dinámica muy aceitada. El repertorio repasará mis temas conocidos, aunque también mostraremos esas canciones que fuimos sacando en los últimos meses. Veníamos tocando mucho y eso se lleva ya en la sangre. Es como andar en bicicleta: no te lo olvidás nunca. Lo disfrutamos desde el primer momento. Entregamos todo lo que teníamos y el resultado es muy emocionante, por eso lo vivimos con mucha intensidad.

-A diferencia de otros artistas, que aprovecharon la pandemia para dedicarse más a producir nueva música que para tocar, vos te enfocaste en actuar en vivo cada vez que se podía.

-También estuve escribiendo mucho y grabando temas que serán parte de mi próximo disco. Tengo una veintena de canciones casi terminadas. Lo interrumpimos por esta adrenalina de volver a los escenarios. Este nuevo trabajo pronto verá la luz. Ahora lo que estamos planteando es un reencuentro con nuestro público y con otro que forma parte de la renovación. Más allá de las modas y de las diferentes expresiones musicales que aparecen, mi música sigue estando vigente. Me siento un artista muy vivo.

-Pasaron seis años de tu último disco de estudio. Aunque en el medio lanzaste dos álbumes en vivo: el que registraste en el Gran Rex y el del Teatro Colón. ¿No es una decisión atípica?

-El disco del Gran Rex me lo debía. Tenía ganas de reunir canciones de todos mis discos. Y luego se presentó la oportunidad del Colón. Se trató de una propuesta muy remota que se fue haciendo certera. Jamás un artista en su sano juicio puede dejar pasar esa oportunidad de encarar un proyecto así. No digo que fue una casualidad, porque no creo en ella, pero no tuve ningún prurito de sacar dos discos en vivo. No tengo ese tipo de preconceptos marketineros. Es más, mi tercer disco fue en vivo. Me decían que no debía hacerlo porque recién arrancaba con mi carrera solista. Hicimos un acústico en Madrid, con invitados, y fue un mega éxito en todo sentido. Soy un músico que toca mucho en vivo, por lo que es normal tener discos en vivo. Y lo voy a seguir haciendo porque es algo que me gusta. No dependo de hacer un nuevo disco de estudio y menos en este contexto en el que no puedo hacer una gira para mostrarlo.

-Este año se cumplen dos décadas de la grabación de tu debut discográfico como solista. Es también algo para celebrar con un show.

-No es poco, y menos en estos tiempos donde todo es tan instantáneo. Mirando un poco hacia atrás, lo que veo es una vigencia de aquel primer sonido. Siento que sigue siendo un disco muy vivo (se titula igual que el artista, contó con la producción de Cachorro López y apareció a la venta al año siguiente). Hay una coherencia artística desde ese momento hasta ahora, en la que hay canciones que todavía están vigentes. Aquel trabajo tenía la versión original de “Nada fue un error”, “Mis planes” y otras más que aún sigo tocando obligatoriamente en cada uno de los conciertos. Y el público aún las disfruta. Fue un primer gran paso que empezó a sonar en todos lados. “Antes que ver el sol”, el primer single, sonó muchísimo en España, al igual que en la Argentina y en otros países latinoamericanos.

-“Nada fue un error”, por ejemplo, aún sigue rotando en la radio con la misma vitalidad de cuando salió. ¿Nunca planteaste sacarla de tu setlist?

-Las canciones se van resignificando. Salvando las distancias, los grandes músicos y maestros de los que aprendí siguen cantando temas de hace 20, 30 o 50 años. Uno va a un show de los Rolling Stones, y suenan los clásicos y algo del nuevo disco. De hecho, las grabaciones en vivo ayudan a esas resignificaciones y a darle sonidos diferentes a las mismas canciones. Indudablemente, trascienden a las generaciones. Eso es un poco la magia de la música popular.

-¿Cómo se hace una buena canción pop en esta época?

-No tengo la fórmula. Hago lo que siento, lo que creo que me emociona y que va a emocionar. Trato de que sea un traje a la medida de mi manera de ser, de vivir, de tocar, de producir, de mi poética, de mi lírica y de mi melodía. Es una búsqueda sincera, de adentro de mí hacia afuera. Hay una generación nueva que viene tomando esa posta cancionera de pop y rock nacional. Yo pertenezco a la que es posterior a Fito, Cerati y Calamaro. Fito es quizás el caso más emblemático de un artista que forma parte de un cancionero popular que perdurará por los años.

-Quizá seas el último eslabón de una generación de cantautores argentinos que fundó una escuela compositiva en España. ¿Cómo sigue tu vínculo con ese país?

-Mi vínculo con España sigue muy vivo. De hecho, luego de terminar el concierto que daré en Mar del Plata, viajaré para allá para dar cinco o seis conciertos. De las nuevas generaciones de músicos que pueden seguir con esa tradición cancionera argentina de la que hablás, veo que Mateo, de Conociendo Rusia, es un candidato para continuarla. Es difícil hacer predicciones, pero es cierto que el público adaptó y adoptó a los músicos que nos fuimos allá a vivir y a pelearla. Todos los casos fueron parecidos: desde Moris, pasando por Tequila, Calamaro y Sergio Makaroff. Que el público de otro país adopte tus canciones como parte de su cancionero, como me pasó a mí, es difícil, aunque no imposible.