Arrancamos a caminar en una de las puntas del triángulo republicano de Buenos Aires: la estatua ecuestre de Manuel Belgrano frente a la Casa Rosada, desde donde se proyectan diagonales hacia los poderes Legislativo y Judicial.

Cruzamos la calle Rivadavia para empequeñecernos al máximo, al pie de una mole gigantesca fuera de toda escala: la sede del Banco de la Nación Argentina, cuya forma debía reflejar la solidez pétrea del pilar central de la economía del Estado. Lo diseñó Alejandro Bustillo bajo los parámetros de una época en que la arquitectura bancaria tenía algo de fortaleza infranqueable, con una gran puerta de hierro que, en su forma y función, remitía al castillo medieval. Era un tiempo en que a nadie se le hubiese ocurrido colocar una frágil pared de vidrio: los opacos bancos protegían y ocultaban, y había un cierto consenso acerca de su transparencia y honestidad. 

–Párense junto a una de esas columnas –incita nuestro guía, el arquitecto y semiólogo Eduardo Masllores al grupo que lo sigue: “Sientan cómo la arquitectura los aplasta; es tan grotesco el aumento de las proporciones que Bustillo se vio obligado a subdividir la fachada en tres pisos al verla desde afuera, cuando en realidad tiene siete; esta misma impresión buscaron Bramante y Miguel Ángel con la Catedral de San Pedro”.  

Bustillo estaba por aquel entonces –1944– en la búsqueda de un “estilo nacional” que fue innovador en lo técnico pero conservador en las formas. Aquí combinó influencias en clave monumentalista incluyendo elementos neoclásicos como las grandes columnas dóricas y una gran cúpula de 50 metros de diámetro, y también rasgos del academicismo francés: una mansarda de bronce. Como verán –aclara Masllorens– “la arquitectura no es como la botánica: uno no puede ponerle una etiqueta a cada planta o árbol como hacía Lineo”.

BANCOS EXTRANJEROS A comienzos del siglo XX se instalaron en Buenos Aires los principales bancos del mundo financiero internacional. A una cuadra del Banco Nación –en Reconquista 2– se levanta el edificio neorrenacentista del que fuera en 1929 el Nuevo Banco Italiano –hoy BBVA Banco Francés– con reminiscencias de palazzo florentino.

Seguimos hasta la esquina de Mitre y Reconquista para ver el edificio levantado en 1926 para el Banco Alemán Transatlántico, una sólida estructura que sigue las normas de la arquitectura academicista conformada por un basamento, un desarrollo y un remate, en este caso una cúpula con dos Atlantes. El edificio tiene una monumental puerta de bronce en la ochava y fue uno de los primeros en usar costuras de hierro como elemento decorativo, que hasta ese momento era exclusivo de construcciones industriales y puentes.

Cruzamos a la esquina diagonal para ver y tocar la obra maestra de todos estos bancos, según el gusto del Masllorens: el Banco de Londres y América del Sur, hoy Banco Hipotecario. Inaugurado en 1966, fue obra del estudio Sepra con el arquitecto Clorindo Testa a la cabeza. El edificio fue revolucionario para su época por varias razones: “La arquitectura se maneja con signos interrelacionados según ciertas convenciones, es decir que funciona cómo y es un lenguaje; y este diseño rompió con la semántica de lo que era la idea de un banco, esa mezcla entre fortaleza y catedral”. Los dueños querían mostrarse como oferentes de un servicio moderno y novedoso –algo así como una vanguardia bancaria– muy distinto a los demás. Entonces la forma tenía que romper con todo lo precedente: eligieron un edificio que modelaba el hormigón armado de manera escultórica, apenas ocho años después de la inauguración de Brasilia”.

El Banco Hipotecario está en una esquina de calles angostas, rodeado de edificios que impiden mirarlo completo. Para atenuar esta situación se buscó suavizar la división entre el adentro y el afuera para que la ciudad “entrara” en la construcción; antes que un edificio convencional, se lo pensó como una “plaza cubierta”.

La obra, premiada internacionalmente, fue tapa de las mejores revistas de arquitectura del mundo. Desde lo técnico fue una proeza: no hay una sola columna y los pisos cuelgan del techo –que es una gran viga– como bandejas en el aire sostenidas por tensores de metal. En este caso la obra se enmarca claramente en un estilo: el brutalismo inaugurado por Le Corbusier que rompía con los clichés de la época, exhibiendo las huellas del proceso constructivo con un sentido ornamental.

Cuenta Masllorens que hace unos años se instaló frente al edificio con un equipo de investigadores para encuestar a la gente, tratando de determinar cómo era leído el edificio: “El resultado fue que nadie percibe su genialidad técnica porque a simple vista no se ve que los pisos cuelgan y tampoco lo saben; además, al no haber una perspectiva para observarlo completo, su forma es como un tsunami de concreto que se les viene encima. La conclusión fue que, al igual que la otra obra famosa de Testa –la Biblioteca Nacional– al 90 por ciento de los transeúntes les parece horrible. Solamente nos gusta es a nosotros los arquitectos. Y nos gusta mucho”.

BANCOS ARGENTINOS En Mitre 506 está el fastuoso edificio que fuera sede central del Banco Tornquist, inaugurado en 1928. Para Masllorens fue la obra cumbre de Bustillo, el arquitecto de las elites que trabajó para el gobierno de la Década Infame. Aquí utiliza todos los elementos de la arquitectura academicista con sus referencias neoclásicas como columnas y pilastras de orden corintio, estatuas y relieves del artista Troiano Troiani, que le valieron ser declarado Monumento Histórico Nacional: el edificio está en venta y quien lo compre no podrá quitarle el elegante cartel forjado en hierro que dice Banco Tornquist.

Justo al lado –en Mitre 575– nos paramos frente al que fuera el edificio del Banco El Hogar Argentino, inaugurado dos años después que el Tornquist con un estilo opuesto: es una de las principales obras art-déco del país, un diseño de Alejandro Virasoro. Era una banca cooperativa y a medida que avanzaba la obra, las reacciones fueron adversas: se acusaba al arquitecto de estar construyendo un panteón gigante en lugar de un banco. 

Aquí por primera vez la fachada de un banco fue como una gran vidriera hacia el hall central, donde había exposiciones de objetos de arte. El banco –hoy un anexo del Santander Río– aún no escapaba del todo a la forma de una “caja cerrada”, pero ya permitía ver hacia el interior: el muro exterior se va “desmaterializando” en favor de exhibir un ambiente alumbrado por luz natural que baja del techo piramidal de vidrio, con algo de cohete espacial y una estética Flash Gordon.

El singular paseo bancario sigue hacia la esquina de Mitre y San Martín para ver el edificio del Banco Provincia de Buenos Aires inaugurado en 1940. Comenta Masllorens que uno de los diseñadores, Ernesto Lagos, le contó que al momento de recibir el encargo del trabajo le definieron al banco como una institución “clásica y tradicional pero al mismo tiempo moderna”. Y así debía verse. La consigna era que fuese “moderno pero no tanto”. Ese estudio había creado el vanguardista edificio Kavanagh y desde el punto de vista de Masllorens, “hicieron este engendro bancario que parece art-déco pero no lo es, caracterizado por una indefinición general y un diseño moderno despojado pero con columnas que no son griegas: en broma Lagos decía ellos eran los creadores mundiales del estilo moderno pero no tanto”. 

Caminamos hacia Diagonal Norte y Florida hasta la que fuera la sede del First National Bank of Boston, inaugurada en 1924 con una fachada a destiempo por su estilo neoplateresco que remite al Renacimiento español.

En Florida al 40 nos detenemos frente al edificio encargado en 1988 por la Banca Nazionale del Lavoro al famoso arquitecto Mario Botta: “Casi nadie sabe que en Buenos Aires hay un edificio de Botta; en términos pictóricos es como tener en casa un Modigliani”, dice Masllorens.

Terminamos detrás de la Catedral Metropolitana en el que fuera el Banco Río de la Plata inaugurado en 1983, obra de Mario Roberto Álvarez, el ejemplo paradigmático del banco moderno cuya semántica mutó hacia la forma actual de una cajita de cristal. Con la aparición de las cámaras y las alarmas fue posible una arquitectura marcada por una “estética de la desaparición” donde se borra el muro de ladrillos que delimitaba visualmente el adentro y el afuera. Los bancos pasaron a subrayar así, a través de la metáfora de la forma, aquello que con los años les fue siendo cada vez más esquivo: la transparencia.

La agencia Eternautas organiza la caminata por la arquitectura bancaria del Microcentro. www.eternautas.tur.ar

Julián Varsavsky
La puerta de bronce del antiguo First Bank of Boston.