Le fue difícil olvidar aquel miedo, el odio, los temblores, el pánico. Esa pena negra que te desgarra, que te hace desaparecer. El terror paralizante de no ser aceptada. La pesada risa del escarnio. El desprecio transversal de la jauría. Pobre, resentida, huérfana de emociones. Un drama sin imposturas. De memoria, sexo, familia, país, y las más profundas necesidades del alma. Un tiempo quieto, vacío. Un vendaval de furia, de ojos vidriados, de esperanzas muertas. Fueron los tiempos pasados de Mara Gómez (La Plata-1997), la primera jugadora transexual del fútbol argentino y nuevo fichaje de Estudiantes de la Plata para el próximo torneo Clausura.

- Se está más a salvo sepultando el pasado. ¿Aún le duele la vida?

- Un poco. Mucho menos que antes. Es falso que el tiempo lo cura todo. Cura mucho, y lo cura bien, pero no todo.

- ¿Qué le duele todavía?

- La incomprensión. Esa falta de capacidad por comprender lo complejo. Nos hemos inventado mitos como el cielo y el infierno para disolver la culpa. Yo no puedo ir por la calle con un cartel en la frente que ponga soy “trans” y estos son mis derechos. Pero lo soy, y los tengo. Aunque algunos sectores no los reconozcan.

-¿Qué sectores?

- Sectores cercanos a la mentalidad conservadora de las antiguas normas de genitalidad: si naciste con pene debes ajustar tu vida para siempre a ese pene “moral”. Grupos ultras de moral cristiana muy protegidos por la iglesia.

- En la vivencia del rechazo aflora la conciencia de vulnerabilidad y de injusticia. ¿Se siente aceptada?

- Ahora sí. Pero no siempre fue así. Hay que explorarse a fondo para que afloren los mejores sentimientos, las mejores emociones. Luego está el riesgo de enseñarlos en sociedad. La respuesta ha sido muy positiva. Estoy orgullosa de mi país, con un Estado presente. Hemos sido pioneros en leyes de igualdad y en derechos para el colectivo LGTBI. Otros países estan todavía muy atrasados.

- Hay ejemplos preocupantes. El parlamento autónomo de la ciudad de Auschwitz-Polonia, ha decretado a la región como “Territorio Libre de Ideología LGTBI”.

- ¿És verdad?

- Sí, lo és.

- No lo sabía. Es un horror. Con la cantidad de homosexuales que fueron gaseados en los campos de exterminio. Que su ciudadanía, a través de su parlamento, decida decretar un espacio libre de ideología LGTBI me parece una monstruosidad. La condición humana no deja nunca de sorprenderte.

- ¿Percibe un avance de movimientos contrarios a los derechos LGTBI?

- En algunos países sí. En Hungría, en Rusia, en algunos estados alemanes. Son habituales las palizas y las manifestaciones contra el colectivo. Pero no es generalizado. En Argentina ha tenido mucho que ver el apoyo institucional.

- ¿Cómo se desarrolló su infancia?

- Feliz. Pero pobre, muy pobre. La pobreza estaba ahí, convivía con nosotros. No sabías lo que te ibas a llevar a la boca por la noche. Una pobreza que te marca, y que nunca te la quitas de encima. Es una lucecita siempre encendida en tu cerebro que te condiciona en la toma de todas las desiciones. He crecido despacio. A los 11 años empecé ha sentirme incómodo, raro. Ir a la escuela y percibir que me gustaban los chicos. Empecé a hacerme preguntas, a descubrime. Me di cuenta enseguida que era una nena, sin más.

- ¿Tuvo problemas con esa admirable habilidad humana por crear diferencias?

- Muchos. Fue un proceso liberador, pero extremadamente doloroso. El peor momento de mi vida. Mi familia siempre me protegió, pero en aquel tiempo la soledad fue inmensa. Sentí mucho miedo y mucho odio. No quería vivir. La discriminación es un asesinato sin armas. Busque el suicidio, varias veces. Un tiempo de miedo, de intentos de suicidios, pero también de cobijo, el cobijo de mi familia. Por eso digo que el verdadero éxito es llegar a casa y que alguien te esté esperando.

- ¿Cuándo apareció el fútbol en su vida?

- En ese momento. De forma accidental. Había una canchita cerca de casa y una vecina me invitó. Yo no sabía jugar, pero me di cuenta enseguida que me iba hacer bien.

- ¿Se transformó en un refugio donde la vida no dolía tanto?

- Tal cual. Una especie de terapia. Una anestesia al dolor. Me alejó de los miedos, de ese empecinamiento por destruirme.

-¿Y ahora Estudiantes de la Plata?

- Si, estoy muy ilusionada. Es un paso importante en mi carrera. Un sueño.

- Está estudiando enfermería. ¿Una enfermera que se cura sus propias heridas?

- La mayoría ya han cicatrizado. Este mundo tan desigual provoca que alguna se abra, pero se vuelven a cerrar. Rindo tres finales en agosto y me recibo.

A veces, simplemente, uno no puede con la vida. Ese halo luminoso, perturbador, de chispazos, sabores , texturas, de calles anegadas de dolor y de alegría. Cuando a uno le falta el cariño se pasa la vida buscándolo. Mara Gómez salió a buscarlo en su viaje existencial, en las turbiedades de su corazón limpio, de inocencia intacta, de idealismo milagroso, de quien ha conocido las profundidades abisales de su infierno interior.

 (*) Ex jugador de Vélez, clubes de España, y Campeón Mundial Juvenil 1979.