En “De Guerra y de Muerte” de 1915, Freud afirma que la guerra es el estruendoso derrumbe del patrimonio cultural que los hombres creyeron conseguir, bagaje de civilidad finalmente ilusorio. La guerra barre con esa actitud convencional de descreimiento en la muerte y en el mal que habita en los hombres sumergiéndonos en la desértica desilusión.
Respecto del duelo, Freud subraya, con mayor énfasis que en los otros escritos de este mismo período, el valor de lo irremplazable: “¿Quién ha de sustituirle a la madre su hijo, a la mujer su esposo, a los hijos su padre, si es que acaece una desgracia?” También señala el conflicto afectivo que despiertan los duelos, ya que todos y cada uno de los seres queridos son un fragmento del propio yo amado del deudo (una propiedad interior) y, también son extraños y forasteros que despertaron en él una porción de hostilidad (otra propiedad interior). Freud insiste en la noción de conflicto, no sólo entre lo propio y lo altero del ser querido perdido, sino también en el dilema que implica admitir la aniquilación de la vida y desmentirla como irreal. El inconsciente no reconoce la muerte, quizás ese sea “el secreto del heroísmo”.
Encontrar al menos una respuesta ante un enigma permite recorrer cierto derrotero en el duelo. A su vez, el acento freudiano sobre el estatuto de descalabro revela el carácter de rompimiento y disgregación en que una pérdida puede sumir al doliente. Al considerarla resoluble, la respuesta acota la dimensión inabarcable de lo enigmático, acercando el duelo a la normalidad; el descalabro, en cambio, soporta el caos que le es inherente e impide cualquier distribución justa entre lo explicable y lo inexplicable.
Ahora bien, equiparar duelo y enigma implica buscar para el segundo una definición que no aquiete la tensión que acabamos de enunciar. Esto a su vez supone que el acento deberá recaer antes en el verbo “buscar” que en el sustantivo “definición”. Buscar en el sentido de interrogar y también de dejarse interrogar por lo buscado. Entonces, ¿qué significa dejarnos interrogar por el estatuto de lo enigmático en psicoanálisis?
Mencionar el término enigma en psicoanálisis prácticamente impone la invocación del mito edípico. Llevar a cabo este ejercicio de modo productivo conlleva sucumbir a la fascinación de la tradición trágica y, al mismo tiempo, aceptarla como problema teórico. Son estas dos vertientes de la cuestión las que tienen impacto directo en nuestra práctica analítica. Lo que interesa es retomar esa especulación inaugural en torno al enigma manteniendo viva la tensión originaria que la habita.
* Psicóloga y Magister UNR. De su libro, de reciente edición sobre El duelo. Edita otro cauce de Rosario.