Nueva York. 1973. Cuatro músicos entran a una tienda departamental de la que saldrán con cosméticos y una idea motora. Cada uno se reinventará con un personaje. El resto de la historia conocida. Un demonio, el chico estrella, un gato y el hombre del espacio sacudirían al mundo del entretenimiento. O quizás haya mucho más por contar. Kisstory, la miniserie documental de A&E (sábado y domingo a las 22), despliega un amplio repaso por uno de los productos más icónicos y redituables de toda la historia de la música. Lo más atractivo de la producción es su doble juego: hurga en la fanfarria kissera pero va más allá del rockumental clásico. “Estamos llegando al final y queremos mostrarlo todo”, explicó Gene Simmons en una conferencia de prensa virtual con medios de la región de la que participó Página/12.

El comienzo del especial del ciclo Biography los muestra en un recital con su arsenal piromaníaco. El grito atronador que abre los recitales: “¿Querés lo mejor? ¡Tenés lo mejor!”. Sobre el escenario el cuarteto rockean duro con sus botas de plataforma, están los escupitajos de fuego e instrumentos que vuelan por los aires. Al sueño húmedo de la Kiss Army le siguen imágenes de noticieros cuando eran considerados el grupo “más peligroso y temido de los Estados Unidos” y tomas de los ensayos para el tour final. Ese maximalismo se funde con las palabras de los miembros fundadores: “Kiss fue el desvalido. Lo nuestro no debía tener éxito. Y ahora somos la prueba de que tenés que seguir tus instintos. Pero no llegamos aquí de la noche a la mañana”, indica Paul Stanley.

El trabajo recorre las cinco décadas de la banda, hipnotiza por las imágenes de archivo pero sorprende por el tono confesional que le imprimen sus responsables. “La honestidad de Kisstory es algo de lo que estamos muy orgullosos, incluso en los malos momentos”, sentenció Gene Simmons en la rueda con los medios. El músico asegura que tomó cierta distancia de la realización para que los fans obtuviesen la verdadera historia “más allá del maquillaje”. Y así se retrotraen hasta las grabaciones en los estudios Electric Lady con la agrupación Wicked Lester y la vanguardia de la Gran Manzana (New York Dolls, Ramones y Lou Reed) que no los miraba con buenos ojos. También va un poco más atrás, cuando el hombre del bajo con forma de hacha y el Superman de los escenarios eran conocidos como Chaim Witz y Stanley Eisen. Dos chicos de origen judío transitando su adolescencia en los ’60 y forasteros en su propia tierra.

Más allá de la arquitectura de la agrupación, de su marca y mitología, el relato de Kisstory, gana en emotividad cuando Paul Stanley detalla lo relativo a la malformación en su oreja (un secreto incluso para el resto de sus compañeros) y la búsqueda de un alterego a la medida de sus sueños. “Recuerdo que estaba en tercer grado y la maestra me hizo subir al frente del salón para poder mirarme de cerca. Me sentí increíblemente degradado. Tu elección en la vida es usar convertirte en una víctima, una excusa o disfrazarte. Todo el personaje que se me ocurrió -atractivo, confiado, descarado y líder- podría haber sido una lista de deseos de cosas que yo no era, cosas en las que me convertía al subir a escena”, repasa el frontman.

El interregno del envío que abarca su esplendor y los primeros ’80 es seductor, rimbombante y colorido como la tapa de Destroyer. “Kiss representaba más que música. Era teatro. Era fantasía”, reverencia Dave Grohl de Foo Fighters junto a otro fan emblemático como Tom Morello. “Fueron mi primer concierto. La entrada decía “Vista parcial de Kiss”. Estaba seguro que eso significaba que iban a revelar un lado secreto de sus almas artísticas. En realidad significaba que yo iba a estar sentado detrás de una columna. Aun así, representaron las dos horas de música en vivo más alucinantes, emocionantes, catárticas y fuertes que haya visto hasta hoy”, describe el guitarrista de Rage Against The Machine.

La entrega se da lugar para enaltecer el rol de Bill Aucoin, su primer manager e ideólogo de buena parte de su mística y estrategias de promoción. El backstage del telefilme Kiss contra los fantasmas da cuenta del tamaño de la “Kissteria” como de su ridiculez. “Alguien nos prometió que sería una mezcla de La guerra de las galaxias con Anochecer de un día agitado”, cuenta Stanley. Y también hay un repaso de la parafernalia comercial que los llevó ser considerados la Coca-Cola del rock. Su catálogo de merchandising ha incluido sets de maquillaje, mesas de beer pong, preservativos y hasta ataúdes con su iconografía. “Te hacemos venir y te hacemos ir”, lanza el siempre ocurrente Simmons.

También se repasan los ’80, años en los que la banda era “una especie de cruce entre las coristas de Las Vegas y una película de Disney”, según dice Stanley. Sigue el renacimiento con su placa Revenge, el Unplugged y la vuelta al maquillaje. El documental, que no cuenta con la aprobación del guitarrista Ace Frehley ni del baterista Peter Criss, indaga en la lucha de vanidades que supuso el estrellato para todos los involucrados. “Los peores momentos fueron cuando nos dimos cuenta de que no podíamos manejar un auto con dos gomas pinchadas. Ace y Pete estuvieron fuera de la banda tres veces. Los trajimos de vuelta tres veces y todavía no funcionó. Les dije que se acercaba el documental. ¿Quieren estar? Y ambos dijeron que no. Les pregunté, ¿quieren salir de gira, tocar algunas canciones? Ellos dijeron no. Eso es triste”, puntualizó Simmons.

Actualmente, la banda está inmersa en “The Final Tour Ever: End of the Road”, la gira con la que, aseguran, se despedirán del circo. “Una vez que bajemos del escenario se me va a romper el corazón. Tras el último recital voy a llorar como una niña de 12 años. Va a suceder, pero tenés que pensar en el viaje y lo increíble que ha sido para nosotros”, aseguró el bajista. Kisstory, entonces, es una gustosa invitación a repasar esta travesía de noches de rock & roll y fiesta durante el día durante medio siglo.