El ratón de Gould (Pseudomys gouldii) fue visto por última vez en 1895, y desde entonces, este pequeño roedor -característico de Australia- se consideraba extinto. Sin embargo, 125 años después, un grupo de investigadores del país oceánico redescubrió la especie. 

La investigación concluyó que este singular ratón no estaba extinto sino que había permanecido escondido durante más de un siglo, y se comenzó a hablar del “efecto Lázaro”.

Esta denominación se utiliza para referirse al descubrimiento de una especie que se creía extinta y reaparece años después, y su nombre deriva del pasaje de la Biblia en el que Jesucristo resucita de entre los muertos a Lázaro de Betania.

Aunque pueda parecer sorprendente, el caso de los ratones de Gould no es único. Este fenómeno de “reaparición” es relativamente frecuente.

Según David Roberts, del Instituto Durrell de Conservación y Ecología de la Universidad de Kent (Reino Unido) y autor de varios artículos sobre el tema sostiene que el origen de "las reapariciones" radica en la falta de datos.

“Normalmente, los científicos usan los mejores datos disponibles para listar una especie como extinta. A veces se equivocan por culpa de la falta de datos”, aseguró Roberts, quien realizó investigaciones en África, Madagascar y en las islas del Océano Índico occidental. Asimismo, advirtió que tanto los medios de comunicación como las ONG suelen utilizar ciertos términos de manera incorrecta.

“Si alguien encuentra una especie que no ha sido vista en 20 años, puede decir que ha sido redescubierta, pero de hecho nadie ha dicho que estuviera extinta”, aclaró el especialista.

La tortuga Fernanda, hallada en 2019 en una zona aislada de la isla Fernandina, en Galápagos.

Uno de los ejemplos más paradigmáticos del “efecto Lázaro” es el pez celacanto. Este animal prehistórico se creía extinto desde hace 65 millones de años, pero fue redescubierto en 1938. Los últimos ejemplares encontrados se han avistado en la costa sureste de África, cerca de Madagascar, y en algunos puntos de Indonesia.

Un caso mucho más reciente es el de la tortuga gigante de Fernandina, hallada en las islas Galápagos. Este reptil se creía que había desaparecido en 1906, cuando murió el último ejemplar conocido. Sin embargo, un grupo de investigadores del Parque Nacional de Galápagos, dirigido por Danny Rueda, encontró un nuevo ejemplar a principios de 2019.

Según se precisó en ese entonces, se trataba de una hembra de 90 años, bautizada como Fernanda, que compartía genes con su predecesor muerto hace más de un siglo y era posible que no sea la última de su especie.

Otro animal que se puede incluir en la misma lista es la rata canguro de Gilbert, un roedor australiano del tamaño de un conejo, que fue descubierto en 1840. Tras más de un siglo y medio sin avistamientos, en la década de 1970, se declaró como especie extinta, sin embargo, en 1994, la investigadora Elizabeth Sinclair encontró dos ejemplares mientras intentaba capturar otra especie.

El pez celacanto se creía extinto desde hace 65 millones de años, pero fue redescubierto en 1938.

La propia Sinclair explicó las dificultades para encontrar a este roedor en un artículo publicado en The Conversation: “El hecho de no volver a encontrar a muchos de estos animales cuando son adultos sugiere que la mayoría de los hábitats disponibles fueron ocupados por otros animales”.

Actualmente, la experta calcula que quedan unos 100 ejemplares, después de que un gran incendio en diciembre de 2015 redujese en más de un 90 por ciento la zona en la que habitan.

Otras de las especies destacadas que padecieron el "efecto Lázaro" fueron el equus ferus caballus (caballo caspio) en Missouri y California; el porphyrio hochstetteri (calamón takahē) en Nueva Zelanda; el phoboscincus bocourti y correlophus ciliatus (gecko crestado) en Nueva Caledonia; la gastrotheca cornuta (rana marsupial cornuda) en el bosque de Chocó, Ecuador, y el catagonus wagneri (pecarí quimilero, taguá o pecarí del Chaco) en el Gran Chaco, en Paraguay, Argentina y Bolivia.