El Premio Braque tuvo su primera edición en 1963, organizado por la embajada de Francia e instituciones locales, desde 2013 se realiza junto la Universidad de Tres de Febrero –Untref– en Centro de Arte Contemporáneo del Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero y el Palais de Tokyo. Sería muy extenso enunciar el número e importancia de los artistas que han participado en cada edición a lo largo de los años por lo que me limitaré a nombrar algunos de los que han obtenido el primer premio consistente en una residencia prolongada en Paris: Delia Cancela y Pablo Mesejean, Emilio Renart, David Lamelas, Rogelio Polesello, Jorge Macchi, Sebastián Gordín, Vicente Grondona, a ellos se suma Andrés Aizicovich, galardonado en esta oportunidad.

París fue, entre el siglo XIX y el siglo XX la ciudad emblema para la cultura occidental, la tierra donde germinaron las vanguardias artísticas y literarias que se diseminaron y tomaron formas mutantes alrededor del globo. La academia de André Lothe es señalada sin pausa en cada curriculum de todo artista que haya alterado el ecosistema cultural local y el Premio Braque se inscribe en esa tradición de viaje iniciático o experiencia transformadora que ha impulsado al campo artístico local  el libro de Isabel Plante, “Argentinos en París. Arte y viajes culturales durante los sesenta” es recomendable para asir este complejo panorama. Como todo espacio de disputa de sentido, el Premio Braque no ha sido impermeable a los conflictos, sino por el contrario suele alojarlos. El más radical fue, sin lugar a dudas, el que sucedió en 1968, un año marcado por las movilizaciones estudiantiles y sindicales, que en París explotó en el quinto mes de año.

En Buenos Aires, un grupo de artistas boicoteó el Premio en solidaridad con los estudiantes y los obreros parisinos, en el mismo reguero de pólvora que había hecho estallar el Premio Ver y Estimar Eduardo Ruano vandalizó un retrato de John Fitzgerald Kennedy (que llevaba muerto un lustro) al grito de “Fuera Yankis de Vietnam!”; Tucumán Arde y el Asalto a la Conferencia de Romero Brest. El Premio, sin embargo, continuó por décadas, hasta que en 1997, con sede en la Fundación Banco Patricios se interrumpió debido a carencias presupuestarias. 

En la edición 2017, un grupo de cinco curadoras –Diana Wechsler, Florencia Battiti, Helene Kelmachter y quien escribe como jurados de selección junto a Benedetta Cassini coordinadora de todas las áreas de producción, propusimos luego de extensas reuniones una selección de artistas para la presente edición. El Braque tiene la particularidad de ser un premio que se realiza por invitación, estas características implican per se un reconocimiento a los artistas, una especial atención al recorrido de sus trabajos previos. Acordamos pensar con un criterio amplio el rango generacional, tanto como estilos, medios y soportes. Cada uno de los artistas invitados propuso entre una y tres obras posibles es preciso señalar que el Braque no tiene un criterio de exhibición basado en piezas inéditas, algunas obras fueron exhibidas anteriormente y en otros casos se trata de piezas site specific y de acuerdo a ello le dimos forma a la exhibición, primero en el plano, después en las salas. Fuimos muchos trabajando artistas, curadores, productores, asistentes, arquitectos, obreros, técnicos, montajistas, guías en el Museo de los Inmigrantes durante las calurosas semanas de febrero y marzo y la muestra, desde el momento de la inauguración, ya ha sido visitada por 15.000 personas.

Instalación sin título de Valeria Traversa. Mención.

El Braque nos dejará obras como las de Nahuel Vecino, un políptico de dibujos -pinturas que metabolizan los frescos pompeyanos con Berni, Spilimbergo y Forner; la instalación de Iumi Kataoka, una fuente de denim hexagonal suspendida en el crucero del museo; la alfombra persa como único soporte de las esculturas casi ruinosas de Débora Pierpaoli. Podemos, de hecho, rastrear una pista de escombros o latencia tanática en varias de las obras que forman parte de la exhibición: desde la obra que nos recibe en el atrio, de Alexis Minkiewicz, un conjunto de cuerpos desmebrados, a la intemperie; la instalación de Martin Carrizo compuesta por construcciones de ladrillo, madera quemada y cemento en miniatura, una de ellas destruida por el artista en el transcurso de la exhibición; el video de Joaquin Aras que transcurre en un palacete, en un tiempo futuro y arrasado donde una pareja de sobrevivientes a punto de congelarse se debate entre llevar a la hoguera una pintura valiosa por su fama u otra, apreciada por motivos familiares. El mismo rastro aparece en el mural de Alejandro Chaskielberg, que retrata sobre papel desgastado la escena de caída y aceleración de una montaña rusa en Japón. Podríamos pensar la obra de Alan Segal navegando en el Stimmung que impregna este tiempo, una video-instalación que expone dos códigos de aspiraciones comunitarias: el Euro y el Esperanto. El primero, emblema del libremercado europeo y el segundo, idioma utópico hospedado por el anarquismo, son caras antitéticas de proyectos globales que confluyen en el campo minado del presente con el retorno de los nacionalismos, las fronteras cerradas y la resurrección de los fantasmas de exterminio.

El Premio Braque manifestó la necesidad de organizar las condiciones laborales de los artistas, que se tradujo durante la inauguración en el reparto de volantes que visibilizan la precarización laboral en el campo artístico. La negociación entre el colectivo de artistas y el Muntref resultó exitosa ya que cumplió las demandas justamente requeridas. Es un buen precedente para que las instituciones públicas y privadas  vuelvan norma la financiación y acompañamiento de los proyectos expositivos que albergan. El Premio Braque se sitúa en una institución de valía inestimable para la sociedad argentina: la Universidad Pública; al mismo tiempo, la decisión en torno a los artistas que forman parte de él se dirime por fuera de su pertenencia o no al staff de una galería. La creciente ferialización y mercantilización de la vida cultural nos deben poner en alerta sobre el problema de la monopolización del mercado como ente regulador del campo del arte. Las instituciones públicas y por sobre todo aquellas que se vinculan con la educación pública y la gratuidad del acceso a la cultura, deben ser preservadas en este invierno del descontento neoliberal.

* Florencia Qualina es crítica y curadora independiente.

Premio Braque 2017, Centro de Arte Contemporáneo-Museo de los Inmigrantes. De martes a domingo de 12 a 20 en Muntref Centro de Arte Contemporáneo, Av. Antártida Argentina (entre Dirección Nacional de Migraciones y Buquebus). Entrada por Apostadero Naval, Dársena Norte. Sigue hasta el 28 de mayo.// Premio Braque 1963-1997, curado por Lucie Haguenauer en el Muntref, Valentín Gómez  4828/38, Caseros, Prov. de Bs. As. Sigue hasta el 31 de agosto.