Desde la conquista de América, la lucha de los pueblos indígenas por la tierra se dirimió en muchos momentos violentamente y la actualidad argentina y continental sigue tensando la cuestión. En el 2006 el gobierno nacional impulsó la Ley 26.160, por la que se prohibieron los desalojos de los pueblos originarios de sus tierras y se inició el relevamiento del territorio que les correspondería. Catorce años más tarde no se terminó el relevamiento y en algunas provincias fue obstaculizado.
En el gobierno represivo de Mauricio Macri, los casos de Santiago Maldonado y de Rafael Nahuel son ejemplos de asesinatos por las fuerzas estatales hacia comunidades mapuches, donde las víctimas no ejercieron violencia, no hubo enfrentamiento, y los originarios tenían piedras mientras la Gendarmería disparaba con armas de combate. De esta manera suelen morir los originarios en “enfrentamientos” por la tierra. Sin embargo, en todos los casos los medios de comunicación masivos afirman que los agresivos son los indios.
Con ese mismo tinte suelen ser retratados los pueblos originarios en los medios de comunicación, más allá de un conflicto en particular. En diarios como La Nación y otros matutinos del interior, se representa a los pueblos mapuches como “indios invasores que vinieron de Chile”, por lo que no debería reconocerse su propiedad sobre la tierra, ni sus derechos sociales. Lo insólito de esta posición ideológica es que los medios masivos del otro lado de Los Andes usan el mismo argumento. Por ejemplo, el diario chileno El Mercurio, ha asegurado que los mapuches son una etnia que provino de Argentina e invadió su país.
Entonces de éste y del otro lado de la cordillera patagónica el fundamento ideológico es el mismo: “este grupo indígena es extranjero, por lo que no tienen derechos sociales, civiles, ni humanos en el territorio nacional”. Y esta afirmación se hace incluso contradiciendo la Constitución Nacional Argentina, que reconoce la preexistencia de los pueblos originarios antes de que se formara la república.
Durante los años del Terrorismo de Estado, iniciado por la Triple A en 1973, se utilizó desde los medios masivos la misma línea argumental contra los militantes populares: “Traen ideas foráneas, y están por fuera de la Ley”. De hecho, el periodista Mariano Grondona que trabajaba como intelectual orgánico del régimen, aseguraba que los militantes sociales eran subversivos. Con este término, interpretaba que al subvertir el orden establecido estaban por fuera de la legalidad del Estado. Grondona afirmaba que los subversivos no atacaban ninguna norma en particular sino que actuaban externamente del sistema legal. En consecuencia sostenía que no había que apresarlos, enjuiciarlos, ni aplicarles ninguna ley, sino eliminarlos. Con ese fundamento se negó el juicio a miles de detenidxs y desaparecidxs.
El mismo argumento también se había utilizado en la mal llamada “Conquista al Desierto” (1879), en la cual el Estado argentino masacró a decenas de miles de ranculches, pampas, mapuches, tehuelches, y demás pueblos de La Pampa y Patagonia. Entonces, llamaron “desierto” a una inmensa región geográfica con miles de habitantes, porque para el Estado esos indígenas no eran personas; y en el caso particular de los mapuches eran “indios chilenos invasores.”
Si seguimos retrocediendo podemos remontarnos hasta 1492 cuando la Iglesia los llamaba herejes, y así se ejecutó uno de los mayores genocidios de la historia humana, conocido como “La Conquista de América”. Luego llegó la “Conquista al Desierto” que los nombró “invasores”; y así como en la dictadura a algunos les decían “subversivos”, hoy a los originarios les llaman “terroristas”. Los medios de comunicación buscan generar miedo en la población criminalizando las luchas de los pueblos originarios con un discurso policial, catalogando a las comunidades como “organizaciones extremistas” y a los luchadores por la tierra como “delincuentes”. Generan miedo y odio para justificar la represión.
La lucha por la tierra está tironeada de un lado por los que buscan recuperar el territorio ancestral para vivir en comunidad, y del otro por quienes ganan millones con su sobre explotación. Quienes vinieron a tirar la primera bala no fueron los nativos que habitaban la mapu, sino los conquistadores que eran superiores en el manejo de la violencia. Si como hace siglos unos cargan piedras y otros armas de combate, habría que preguntarle a los medios quiénes son los que siembran el terror. Como hace siglos, así continua la lucha por la tierra de los originarios y los medios que justifican su fin.
* Periodista. Licenciado en Periodismo UNLP