El clásico del domingo Boca-Racing terminó con el más mentiroso de los resultados: un empate. Y no es que un equipo hubiera arrasado al otro sin suerte en el arco. No.

Pero el “cero a cero” está bien lejos de ser recibido como un resultado salomónico por cada rival. Invariablemente, un equipo siente alivio y el otro frustración.

Depende de quién ha sido local y quién visitante. Depende de quién asumió más tiempo una actitud ofensiva o cree que lo hizo. Depende de las urgencias de cada uno (Boca necesita alejarse del fondo de la tabla).

Y depende de muchas otras circunstancias del juego (Boca “perdió” con los empates por la Libertadores contra Atlético Mineiro porque le anularon erróneamente un gol en cada partido, pero “ganó” en más de un empate reciente del campeonato local contra equipos chicos que merecían derrotarlo.

De todas maneras, no importa quién mereció ganar en el clásico del domingo porque me estoy valiendo de esta anécdota futbolera para hablar del papel que juega la imagen del empate en la escena política.

El peronismo y la alianza de centro derecha de Juntos por el Cambio se alternaron en el gobierno en los últimos veinte años.

Cuando Macri dejó la presidencia el saldo fue tan aplastante que algunas personas que lo votaron, ante la lapidaria evidencia, sólo atinaron a decir “Al final son todos lo mísmo”. Con lo cual privaron a su interlocutor peronista de un sentimiento de superioridad --igualan en lo negativo--, se desentendieron de haber apoyado a una fórmula tan dañina, y, de yapa, no resignan su antiperonismo.

Muchos de ellos encontraron una nueva ocasión propicia para el “Sontodolomismo” a partir de los cerca de veinte vacunados por acomodo del ex ministro Ginés González García, y, últimamente, en la foto del cumpleaños de Fabiola Yáñez en 2020 con once personas en la quinta presidencial.

Así, una cuestionable celebración de un cumpleaños en plena cuarentena pasa a ser equivalente al boycot permanente a las medidas sanitarias, marchas anti-cuarentena y rechazo de las vacunas desplegado en forma sistemática por JxC.

De esa manera, “Sontodolomismo” decreta un supuesto empate entre una fuerza política que, sin pandemia, desmanteló y devaluó el sistema de salud, multiplicó la pobreza y la inflación, y sometió al país a una deuda imposible de pagar, contra otra fuerza que se encontró con semejante cuadro y recibió el mazazo de una pandemia ni bien empezaba a gobernar.

“Sontodolomismo” pretende reducir a nada los activos del Frente de Todos  (FdT) de haber impedido el colapso sanitario, vacunado al 60% de la población, por encima del promedio mundial, renegociado una deuda privada de 65 mil millones de dólares, destinado enormes recursos a los sectores vulnerables, aliviado a las clases medias congelando tarifas y alquileres e imponiendo un piso de ingresos de 150.000 pesos mensuales para exceptuar el pago de ganancias, y aplicado un impuesto a la riqueza.

El “Sontodolomismo” se metió, incluso, en la interna de la alianza de centro-derecha, porque el radicalismo hace un esfuerzo extraordinario por dar a entender que es algo diferente del peronismo y de Mauricio Macri, como si se hubiera ausentado del país desde 2016 y no hubiera co-gobernado y votado en el Congreso las políticas de centro derecha de JxC, y boycoteado ahora desde la oposición.

Lo cierto es que alguien gana y alguien pierde con ese imaginario empate.

Pierde el FdT porque derrotó al macrismo en 2019 presentándose como una alternativa opuesta al gobierno para pocos, y sus logros quedan invisibilizados por esta suerte de “no son alternativa”.

Gana JxC, porque queda velado el hecho de que no tiene logros para mostrar –todo se `gual– y porque sus contenidos se nutren de la anti-política, de incorporar a sus filas personajes que subestiman a los políticos y los criminalizan, de propagar un ideario muy propio de las corporaciones para las cuales el Estado y los políticos son siempre un obstáculo.

“Sontodolomismo” es una victoria para quien no tiene propuestas para estos comicios y medra sólo con los errores del adversario, y es un castigo para quien las tiene. Victoria para JxC porque no le conviene debatir de políticas ni puede prometer cambios por su nefasto balance 2016-2019.

Y derrota para FdT porque, como dije, reduce a nada el activo de su gestión de 20 meses y provoca que no se escuchen sus propuestas.

Y, sobre todo, “Sontodolomismo” es una derrota para la democracia porque esparce la enfermedad de la apatía sostenido en la coartada de “¿Para qué voy a votar si no hay verdaderas opciones?”

Mirado desde otro ángulo, es una fácil justificación de votantes antiperonistas para devaluar a la fuerza gobernante, pero impacta mal en los “independientes” y los indecisos.

Inocula veneno en el votante que no abraza una fuerza política y a quien se le persuade de que, haga lo que haga, nada va a cambiar.

Por eso no se escucha indignarse con este falso empate a quien vota siempre por una opción progresista, sino al derrotado de 2019.

Pero está claro que, más allá de las apariencias, unos ganan y otros pierden con semejante fake news...