Quizás en ningún otro contexto histórico se haya generado tanta información vinculada a investigaciones, ciencia y tecnología como en el marco de la pandemia por covid-19. La atmósfera inicial de incertidumbre e inquietud dispuso el clima ideal para que sobre el campo mediático, sembrado de una renovada semántica científica, broten los informes y referencias acerca de los avances y descubrimientos en torno al nuevo virus. Este copioso espacio que la ciencia y la tecnología ocupan hoy en la comunicación pública es la base desde donde se edifica el Proyecto Interuniversitario de Cultura Científica “Saberes en territorio”, aprobado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCyT) e impulsado por siete universidades nacionales. Apunta a crear contenidos y experiencias culturales, programar capacitaciones e investigaciones y nuclear los resultados en un entorno digital común, en el que participe la comunidad.

La iniciativa participó, junto a otras 152 propuestas, de la convocatoria para Proyectos de Cultura Científica, organizada por el MINCyT, y recibió el visto bueno del organismo, que lo financiará por un plazo de 12 meses. Coordinado por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), el proyecto incluye a las universidades nacionales del Oeste (UNO), José C. Paz (UNPAZ), Avellaneda (UNDAV), Moreno (UNM), Hurlingham (UNAHUR) y Arturo Jauretche (UNAJ).

Todas ellas forman parte del Colaboratorio Universitario del Sur (CONUSUR), un consorcio dedicado al análisis y reflexión geopolítica sobre las distintas formas de producción, gestión y difusión de los conocimientos en ciencia, arte, tecnología e innovación.

El proyecto, atravesado por un ímpetu cooperativo y solidario entre las distintas casas de estudio, se propone “crear capacidades y desarrollar contenidos y experiencias participativas de cultura científica”, según adelantó Jimena Vera, una de las investigadoras que forma parte del espacio.

El objetivo es que todas las tareas se realicen de forma complementaria para potenciar las competencias de cada institución y generar las que están en falta. “Vamos a trabajar de manera conjunta, por ejemplo: gente que está más capacitada en materia de comunicación científica o que ya tiene una trayectoria importante –la UNQ o la UNAJ, tal vez– pueden brindar capacitaciones para las otras universidades”, explicó Vera, de la UNPAZ, al Suplemento Universidad.

A pesar de su novedad, la iniciativa no supone un hecho aislado. Forma parte de un programa de trabajo colaborativo que estas siete universidades realizan desde hace 3 años y tiene como antecedentes al CONUSUR y a la Red Interuniversitaria de Popularización de Ciencia y Tecnología (RediUP). Con ese historial, las entidades se postularon en la convocatoria nacional del MINCyT, destinada al desarrollo de actividades orientadas a evidenciar el valor social de la ciencia y la tecnología y fomentar la cultura científica.

El proyecto recoge la orientación del concurso y lo cruza con una perspectiva territorial y constructivista: “Nosotros entendemos a la comunicación de la ciencia como una instancia participativa; como un derecho de la comunidad y una interacción con el territorio. Buscamos que la gente sea partícipe de esa construcción porque es un derecho y porque lo entendemos como algo disfrutable”, sintetizó Vera.

Ciencia como cultura

La hemorragia informativa en el marco de la pandemia fue también uno de los vectores que direccionó el sentido de la empresa. Desde que se descubrió el virus, las universidades se convirtieron en grandes productoras de conocimiento en torno a la enfermedad, pero con poca capacidad de difusión.

En esa línea, el plan de acción iniciado el 1 de agosto persigue visibilizar el conocimiento que se genera en las universidades y ponerlo a disposición de la comunidad “como herramienta para la toma de decisiones y para la reflexión crítica sobre determinados temas”, detalló la docente de la UNPAZ.

En eso coincide con María Eugenia Fazio, coordinadora del proyecto por parte de la UNQ: “El desafío que está por delante es que de a poco todos vayamos creciendo en la calidad de nuestro ejercicio de la ciudadanía, que está totalmente atravesada por la ciencia y la tecnología. Si nosotros tenemos un vínculo amigable con la ciencia y la tecnología, de índole cultural y natural y no como algo abstracto y lejano, entonces podemos recurrir a ellas y usarlas para tomar decisiones que nos ayuden a pensar a quién votamos y qué votamos”, expresó Fazio.

Las aspiraciones que marcan el derrotero de las tareas se enderezan más hacia la construcción de una cultura científica que a la simple difusión de información y la emisión de mensajes. La idea es generar experiencias participativas que se transiten como cualquier otro consumo cultural; signadas por un ida y vuelta entre los participantes, en donde la ciencia se pueda “respirar y exhalar como cualquier otro tema de la cultura, pero como uno prioritario porque condiciona totalmente nuestras vidas”, propuso la coordinadora.

Territorializar la ciencia, secularizarla del plano abstracto para que circule recogiendo las problemáticas locales, implica otorgarle la potestad de intervenir en la ciudadanía y de ofrecerse como instrumento de conciencia para pensar “en qué manifestaciones públicas nos involucramos o no, o qué perspectiva de género queremos elegir”, detalló Fazio.

Programa de acción

El envión económico otorgado por el MINCyt a los 12 proyectos seleccionados en el concurso durará un año. En ese plazo, las universidades deberán comprimir un vasto esquema de trabajo que va desde capacitaciones hasta encuentros de mujeres.

En primer lugar, el proyecto apunta a crear una agencia dedicada a la producción de contenidos periodísticos y experiencias culturales participativas centradas en el conocimiento científico tecnológico generado en las universidades del Conurbano. El blanco de esta estrategia son las audiencias tradicionalmente ignoradas por la ciencia y los medios masivos. Las producciones correrán en forma de textos, audiovisuales, podcasts, concursos, experimentos en laboratorios, exhibiciones, talleres y festivales.

Las capacitaciones componen otro de los vértices donde se apoya la iniciativa. La mira está puesta en crear un semillero de cultura científica a través de formaciones en las que se complementen las especialidades de las distintas universidades. Al servicio de esta cantera de ciencia, se facilitará la integración y la transferencia de recursos humanos y de infraestructura entre las casas de estudio participantes.

Otra de las patas del plan está en el sondeo territorial de las acciones de cultura científica y la visibilización de las universidades en sus comunidades para promover vocaciones científicas moldeadas según las necesidades locales. Así mismo, se crearán espacios de encuentro de mujeres que promuevan discusiones sobre género en el seno del conocimiento científico.

Todas las producciones convergerán en un entorno digital común, articulado con el resto de los portales de las casas de estudio.

RediUP y CONUSUR

El proyecto es a la vez continuación y consecuencia de un itinerario colectivo que las siete universidades en cuestión vienen trazando desde hace tres años. El primer paso del recorrido tiene como huella viva al CONUSUR, que funciona como un laboratorio y observatorio colaborativo desde y para el Sur global. Entre otras actividades, el consorcio organiza conversatorios, conferencias y da vida a la revista científica Ucronías, una publicación semestral, digital y abierta a investigadoras e investigadores que quieran publicar artículos académicos.

Las integrantes de este colectivo fundaron, en 2018, la Red Interuniversitaria de Popularización de Ciencia y Tecnología (RediUP), que incluye también a la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS).

“Durante el 2020 trabajamos mucho en la red”, afirmó Alexis Burgos, director de Gestión Académica de la UNM. “Una de las iniciativas más notables fue el concurso La ciencia importa, en el cual pusimos a todas las universidades del conurbano -las del bicentenario en particular– a laburar en la producción de contenidos de comunicación pública de la ciencia. En la construcción de ese concurso consolidamos muy fuertemente la red”, amplió.

La buena recepción del concurso y la inercia que tomó tanto CONUSUR como la RediUP motivaron la gestación del nuevo proyecto, que se presentó a la convocatoria del MINCyT con el nombre de Saberes en territorio: Agencia Universitaria de Cultura Científica y que recibió un subsidio de 996.849 pesos. Los representantes de las universidades ya tuvieron una primera reunión para delimitar los tiempos de trabajo y la asignación de recursos a cada una de las tareas.

“El proyecto está en la línea de lo que llamamos comunicación pública de la ciencia y, efectivamente para nosotros, si bien tiene una pata de desarrollo científico que es clara y evidente, tiene un apoyo fuerte en la puesta en circulación de contenidos que va por otro lado”, sintetizó Burgos y destacó que hay mucho interés por parte de alumnos y docentes para que “la cosa vaya bien y avance”.