El golpe de estado contra el gobierno constitucional de Salvador Allende en Chile repercutió en la institucionalidad salteña. El gobernador Miguel Ragone tuvo que soportar otra embestida de la derecha local tras decretar dos días de asueto administrativo en duelo por la muerte del presidente chileno, el mismo 11 de septiembre de 1973 en el Palacio de la Moneda

Allende era una figura emblemática en la izquierda política de la época. Y en Salta, vecina de Chile, ese predicamento se amplificaba, sobre todo porque los vaivenes de las dictaduras en los países de la región obligaban a aceitar vínculos para facilitar la huída de perseguides polítiques. 

El presidente socialista había estado en la provincia en julio de 1971, en su primer viaje internacional como mandatario de Chile. Aquí se entrevistó con el presidente de facto Agustín Lanusse, con el que firmaron una declaración conjunta con el fin de avanzar en un diálogo que superara el conflicto por el Canal de Beagle y profundizara el intercambio comercial, entre otros aspectos. 

Según informó luego la revista Análisis, a pesar de las diferencias, el encuentro entre los jefes de estado fue promisorio, a tal punto que "comenzó a hablarse del espíritu de Salta". Había diferencias, claro: "El gobierno chileno tenía interés en otorgar al documento un matiz más doctrinario y, en cierto modo, más independentista con relación a centros de poder internacionales. Los argentinos más afectos a las reglas de derecho internacional (a veces en exceso) y más pragmáticos buscaron hacer más hincapié en los hechos concretos a realizar. Así fue como se opusieron a incluir por ejemplo un párrafo donde se aludía a 'la libre determinación de los pueblos' en un contexto que, sin mencionarla, hacía recordar la situación de Cuba en la Organización de Estados Americanos y hacía referencias al tercer mundo". Contó la revista en su número 541. 

Allende iba a regresar al país a finales de mayo de 1973, para la asunción del presidente Héctor Cámpora, cuando también asumió el gobernador Ragone, en una fiesta popular pocas veces vista en la política salteña. Poco más de tres meses después, las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile ponían fin al gobierno democrático de Allende, y en Salta las mismas fuerzas, solo con otros nombres, ponían en jaque al gobierno de Ragone, que iba a caer en noviembre de 1974. 

La ubicación geográfica de Salta fue otra vez determinante en la coyuntura. Y militantes de organizaciones políticas y de derechos humanos de la provincia viraron su atención al país trasandino para recibir a quienes escapaban del terror de Augusto Pinochet

En esa labor estuvo la docente universitaria Gemma Fernández Arcieri de Gamboa, luego desaparecida por la dictadura argentina, y estuvo, entre otres, el estudiante Eduardo Fernández Muiños. “Se les buscaba habitación y comida. (…) Sé que se quedaban poco tiempo acá en Salta; a dónde iban, no lo sé, pero sé que esa actividad se desarrollaba en Salta muy fuertemente”, recordó al declarar en la Megacausa Salta. 

También estuvo el militante comunista y de derechos humanos Germán Lozano Cazón, que había llegado a Salta a mediados de la décadas del 60, huyendo de la dictadura del general René Barrientos en Bolivia.  

Lozano Cazón comenzó esta ayuda en la dictadura de Banzer, cuando muchos de sus compatriotas huyeron a Chile. “Se fueron al pueblo de la libertad y la democracia. Allí estaba Allende”, dijo cuando estaba ocupado colaborando con les refugiados de la dictadura de Jeanine Añez, tarea en la que lo encontró la muerte. 

“Trabajé mucho con los compañeros. Nosotros los cuidábamos hasta que se lograran el reconocimiento como refugiados. Yo era el encargado de tener el contacto y la seguridad de los compañeros. El Partido (Comunista) se encargaba de hacer los trámites burocráticos. No es muy público lo que hacemos para preservar a quienes piden nuestra ayuda”, contó Lozano Cazón.

En aquellos años de efervescencia revolucionaria las cosas se iban complicando: desde el 21 de agosto de 1971 habían estado recibiendo a exiliades de Bolivia que huían de la dictadura de Hugo Banzer, entonces el país del "compañero" Allende era un punto de referencia. 

No se podía contar con Paraguay, el otro vecino cercano, porque ahí se prolongaba desde 1954 el gobierno de facto de Alfredo Stroessner. Por eso, caído Allende, gran parte de les refugiades de Chile y Bolivia quedaron en Argentina. Pero el 24 de marzo de 1976 sobrevino el golpe en este país y el propio Lozano Cazón, que ya estaba en la mira del terrorismo estatal por su adhesión a la figura de Miguel Ragone, desaparecido el 11 de marzo del 76, tuvo que huir, y regresó a su país, donde seguía la dictadura de Banzer. 

Curas marxistas 

Otro que trabajó salvando vidas de una y otra dictadura fue el sacerdote jesuita, investigador y militante de derechos humanos Federico Aguiló, llegado a Salta en 1971, precisamente, huyendo de la dictadura de Banzer en Bolivia, país al que había arribado en la década del 50 y donde falleció en 2001. 

Aquí tuvo vínculos con otro jesuita, el estadounidense George Haas, el segundo rector de la Universidad Católica de Salta (Ucasal, fundada por jesuitas y por Robustiano Patrón Costas y el arzobispo Roberto José Tavella) que en 1973 quedó comprendido en la “purga de marxistas” que alejó de la provincia a todos los sacerdotes de la Compañía de Jesús. 

Aquí hay otro hilo que une a Chile con Salta. En 1975 la Dirección de Inteligencia de Chile (DINA) señalaba a Haas como “amigo personal” de Allende. Un informe del espía y represor chileno Enrique Arancibia Clavel decía que el sacerdote era “visitado asiduamente por exiliados chilenos y bolivianos” (citado por la periodista chilena Mónica González en una nota difundida por el Centro de Investigaciones Periodísticas, La historia que no se cuenta de Arancibia Clavel, http://ciperchile.cl/2011/05/01/la-historia-que-no-se-cuenta-de-arancibia-clavel/).

En Chile les jesuitas ayudaban a perseguides polítiques (primero a través del Comité Pro Paz y luego con la Vicaría de la Solidaridad), pero al parecer no hubo vinculación con la ayuda que ofrecía en Salta el español Aguiló. “Mi ayuda incondicional a los refugiados: he tenido que emprenderla solo, sin que la Iglesia salteña se sensibilizara por el problema dramático de los refugiados chilenos y bolivianos. La única recompensa fue la sorda acusación de ayudar a ‘comunistas chilenos’”, contó Aguiló en su libro Los derroteros de un exilio, citado en Salta montonera por el historiador Daniel Ramiro Escotorín.

Aguiló abandonó la provincia en septiembre de 1974, cuando ya el gobierno provincial de Ragone estaba en sus finales. 

El sacerdote figura en los archivos de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA). En 1981 la Comisión Asesora de Antecedentes (CAA), un órgano que funcionaba a nivel nacional con la participación de los servicios de inteligencia de todo el país, analizó su historial: la conclusión fue que con sus antecedentes “ideológicos marxistas” era desaconsejable mantenerlo en la administración pública, en la que figuraba porque enseñaba antropología en la Universidad Nacional de Salta.

Los registros de inteligencia comienzan con un informe sin fecha de la ex Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) en el que se señala que el cura “figura en la nómina de integrantes que apoya en la superficie a la subversión”. En sucesivos informes se detalla que fue miembro del Ejército de Liberación en Bolivia, que “durante su estadía en ese país fue activista número uno para organizar los grupos extremistas en la Universidad San Francisco Javier de Chuquisaca”. Y que durante el gobierno de Juan José Torres (derrocado por Banzer y asesinado en Argentina en 1976 en el marco del Plan Cóndor) fue “uno de los que organizó comandos armados, también estuvo a la cabeza de grupos terroristas que operaban en la ciudad de Sucre”.

Aguiló integraba el movimiento tercermundista Iglesia y Sociedad en América Latina. En septiembre de 1970, cuando llegó por primera vez a Argentina, la SIDE hablaba de él poniéndole carga negativa a descripciones que en realidad lo ensalzan: “Elemento considerado ‘coayudante subversivo’ por su participación como miembro de comisiones de ayuda a presos, agitados en manifestaciones políticas y/o gremiales, etcétera, que sin participar en actividades subversivas ha apoyado implícitamente a elementos extremistas difundiendo en ideología, apologizando sus personas o delitos y reclamando su libertad”. El religioso regresó en 1971 a Bolivia, pero retornó enseguida, huyendo de la represión en aquel país. 

Un informe de la Dirección de Inteligencia de Gendarmería Nacional (DIGN) de agosto de 1971 detalla que en Salta trató de hacerse cargo de una parroquia, “siendo rechazado por la mayoría a los que les fue solicitado” hasta que se quedó en Nuestra Señora del Huerto, en Villa Mitre, donde dejaba “entrever en sus sermones sus ideas marxistas, estando de acuerdo con las ideas que promulga el MSTM, Movimiento para Sacerdotes de Tercer Mundo, en Argentina”.

Por pocos días Aguiló no se cruzó en Salta con Salvador Allende. En su estadía en la provincia el mandatario chileno había destacado los avances de su gobierno, nacionalización de recursos como el cobre, el acero, el carbón, el salitre y el hierro, estatización de la banca, reforma agraria, control de las importaciones y exportaciones, participación de les trabajadores en decisiones empresariales y de gobierno. Y había dejado su espíritu en una frase: “El desafío de los pueblos está más allá de las posibles represalias que no me imagino que pudieran venir, y si vinieran apelaré a la conciencia de Latinoamérica y del mundo para que se reconozca el derecho a la vida de los pueblos pequeños".