Durante los primeros meses de cuarentena total el mundo entero cayó rendido ante Tik Tok. Su algoritmo de especificidad siniestra y el factor adictivo del scrolling infinito la convirtieron en la nueva red social de moda. La aplicación permite que cualquiera pueda grabar videos cortos con una facilidad de edición que poco tiene que ver con el tipo de contenido relativamente profesional que se puede encontrar, por ejemplo, en Youtube. En ese escenario digital emerge Jessica Maciel, de cuarenta y tres años, la primera mujer trans de nuestro país que Tik Tok reconoce como figura pública. Su cuenta está verificada, el tilde celeste resalta su nombre de usuario. Ella aclara que antes no era famosa, que no venía de ningún programa de televisión. Lo dice así: “yo no venía de ningún lado”.

Con casi tres millones de seguidores, que son en su mayoría niñxs y adolescentes, La Maciel se dedica a hacer videos de humor trans. Describe esta categoría como “todo lo que tenga que ver con el transexualismo, con la pareja, con el vello, con la barba, con el pie, con el brazo”. Retrata situaciones cotidianas de su vida, actúa recreando anécdotas y baila canciones de reggaeton. Empezó usando audios de otras personas para grabar sus videos. Cuando se dio cuenta de que ella también podía crear su propia clase de comedia usando su voz real, se convirtió en hada madrina, comediante y educadora, una figura materna travesti del público joven que conquistó. “Creo que ahí fue donde descubrieron que yo era trans, porque yo en realidad soy muy femenina, heredé la belleza de mi madre y la voz de mi padre”, dice.

Hace poco lanzó sus primeros temas musicales. Uno de ellos, bajo el nombre de Transessions #1, es una versión de la canción que L-Gante improvisó en su exitosísima sesión con el productor musical Bizarrap. Con el mismo beat que la versión original, Maciel reversiona los versos cumbieros de L-Gante en clave travesti, con frases como “las travas lukeamos hasta hacernos millo” o “me tomo el palo al toque para que la hormona no me descoloque”. Cerca del final, sentencia “esto va para los chongos que en público bardean y en privado la menean”.


Una trava en TikTok

Mientras incursiona en la música, irrumpe en programas de televisión como Showmatch y trabaja en redes sociales, Maciel se prepara para su rol en Academia de Tik Tokers. Es una obra de teatro escrita y dirigida por Ernesto Medela. La comedia, en la que actuará junto a un elenco latinoamericano de influencers, se presentará en el Teatro Astral de Avenida Corrientes el 18 y el 19 de septiembre, y luego saldrá de gira por el conurbano y el interior del país.

¿Siempre te atrajo la actuación?

--Desde muy chiquita, una de mis hermanas me ponía relleno para que haga de Thalia y era como un sueño. Cuando cumplí los trece fue cuando me declaré trans. Se revolucionó toda mi familia, porque en esas épocas existía el artículo 92: si te ponías ropa no adecuada a tu sexo la ley tenía derecho a meterte presa hasta treinta días por estar vestida de mujer. Yo vivía en San Miguel, y ese artículo generaba que en el pueblo, en la gente, el ser transexual sea lo peor que le pudiera pasar a una familia. La mía tenía una parte muy cristiana. Mi papá en ese momento era alguien muy violento, estaban planeando literalmente asesinarme. Los escuché a mi papá y a mis dos hermanos y ahí fue que tuve que agarrar mis cosas e irme.

¿Y adónde fuiste?

--En un principio fue dormir en la calle y pasar por todo lo que te puedas imaginar. Fue como un vía crucis. Droga, calle, cárcel. Estuve en comisarías por el hecho de estar vestida de mujer. Despertarme muchísimas veces en un hospital medio muerta y tener que volver de nuevo a la calle porque no tenía a nadie. Llegar toda ensangrentada y ver cómo los médicos corren para atenderte hasta que le das tu DNI. El artículo 92 hacía que todo el mundo nos rechace. Estaba pensando cómo suicidarme y que no me duela, porque estaba ya hecha, decía “no puede ser que todos los sueños que yo tenía cuando era chiquita se hayan roto”.

Ahí fue que descubriste In Vitro...

--Fue una de esas noches. De repente vi un lugar, un hotel que en ese momento se llamaba In Vitro. Había alguien de seguridad en la puerta, vi la lucecita y dije guau, ¿qué es esto? Entré y era como un barcito. En un momento se prendieron unas luces. En el fondo había un escenario y salieron las transformistas a dar su show. Y fue ese mi primer impacto. Ahí tenía veinte años, dije: "esto yo lo quiero para mí". Hablé con el dueño para saber cómo podía hacer para trabajar para ellos, y me dijo que tenía que estudiar teatro. Así que tuve que pagar mis cursos de teatro. Empecé a comprar telitas y cositas y a armarme vestuarios. En ese principio me acuerdo que me los armaba yo como podía, hilo y aguja, algunas cositas las compraba y las agregaba. Practicaba en el hotel donde vivía con un parlante y un pendrive.

Conseguiste el DNI antes de que saliera la ley de identidad de género…

--Sí, sí, sí, yo me tuve que ir del país para cambiarme. Primero me tuve que exiliar en España, porque acá en Argentina no era legal ni respirar siendo trans. De ahí me fui a Ecuador a cambiarme el sexo. En el 2005 me vine para la Argentina e inicié un juicio para que se me reconozca, digamos, femenina. Y yo tengo el DNI antes de que exista la Ley de Identidad de Género. Igual fue un juicio en el que me analizaron como si fuera un extraterrestre. Psicólogo, psiquiatra, ginecólogo, médicos clínicos, científicos de la NASA, albañiles, plomeros, taxistas, el primo de la dentista y algún que otro profesional más me tuvieron que analizar para que se apruebe el DNI.

¿Y la cirugía?

--Siempre digo que respeto a la que no lo quiere hacer. Pero era mi sueño de completarme, no como mujer, sino de completarme como mujer trans. Yo siempre divido eso. Siento que si nos autoengañamos abrimos el escudo a que nos duela cuando alguien nos quiera lastimar con respecto a eso. Entonces yo me amo como lo que soy, mujer trans. Pude reunir el dinero para cambiarme el sexo y me fui a ese lugar sola, sin acompañantes. Llegó el momento de firmar el consentimiento de la operación que arrancaba con la frase “en caso de fallecimiento...” y recuerdo que me lloré todo. Llamé a mi hermana, que también era trans, y me despedí. Fue el año 2005, cuando cumplí ese sueño de lograr cambiar absolutamente todo.

¿Cómo era el vínculo con tu hermana?

--Yo era su madre prácticamente, ella era menor cuando se tuvo que ir de la casa. De chiquita también les dijo a mis padres que quería ser trans. La tuve que ir a buscar porque mis hermanos la habían reventado a golpes cuando dijo eso. Ella tenía quince años, y prácticamente la crié. Éramos dos leonas en la calle, vivíamos a las trompadas juntas pero nos defendimos siempre contra todo lo que nos venía a atacar. Mi hermana era muy bella, éramos muy parecidas, como si hubiésemos ido al mismo cirujano. Después conoció a alguien que era adicto y no pudo salir de eso, andaba muy perdida. Un día una persona a quien ella seguramente le debía dinero le vendió algo que no era droga y eso que aspiró le hizo un agujero en el cerebro, y la terminó matando.

¿Cuándo decidiste volver al país?

--A los ocho días de la internación me volví porque ya estaba totalmente recuperada y aburrida de estar ahí. En vez de una interna parecía una asistente que daba vueltas por los pasillos y ayudaba a todos los que estaban convalecientes. Me fui a la peluquería, me hice las uñas, anduve de guía turística y en un momento me vine de nuevo. Ya en Argentina estaba todo más tranquilo con respecto a leyes, se estaba peleando por la ley de identidad de género. Y el amor hizo que me quedara, junto a quien hoy es mi esposo. Me quedé para siempre acá y me fui a parar a la Plaza de Mayo a gritar por el derecho a la identidad. Junto a Lohana Berkins, junto a Diana Sacayan, festejando por esta batalla que ganamos para las nuevas generaciones. Imaginate, para mí fue lo más feliz de la vida saber que a ninguna más la iban a analizar como un extraterrestre para darle el DNI.