La jornada de las Primarias Abiertas (PASO) estuvo lejos de expresar apatía. Con la chapa puesta, queda en duda si la había en las vísperas aunque daba esa impresión. El domingo participó el 67 por ciento del padrón, cifra inferior al 73 por ciento de 2017, pero destacable en pandemia. El presentismo bajó en casi todos los países del mundo donde hubo elecciones en esta etapa. Estados Unidos fue la excepción más conspicua, bastante aislada.

La ciudadanía se interesó, implicó y pronunció. El veredicto resultó contundente: un castigo al Gobierno apoyando a su principal oposición.

El mensaje demarcó el escenario de la votación general de noviembre. Cuesta imaginar que Juntos por el Cambio (JxC) pierda una cantidad apreciable de los sufragios que lo auparon. Podrían desmigajarse algunos de los que eligieron a candidatos que perdieron en las internas… pero la experiencia enseña que el ganador propende a sumar más de lo que pierde.

Para los cambiemitas el objetivo es retener esos votos fieles e ir por más. Para el Frente de Todos (FdT) achicar la diferencia de votos y acrecentar el número de bancas que cosecharía en caso de repetir su performance. Voto por voto, banca por banca, de a uno. Empatar, como propósito ambicioso. Reducir daños y distancia como second best. Parece una tarea ciclópea porque lo es. El mecanismo PASO - elecciones generales “de veras” lo hace posible mas no sencillo. Hay precedentes de resultados “dados vuelta” en numerosas provincias. A su modo, el expresidente Mauricio Macri lo intentó en las presidenciales de 2019. No revirtió la derrota pero achicó sus márgenes, recobró provincias, su partido ganó por un pelito la mayoría de dos senadores por Entre Ríos birlándole uno al peronismo… una banca que ahora le vendría muy bien al Gobierno.

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La cifra promedio de participación se repartió de modo harto dispar en los territorios. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) se superó la marca para beneplácito amarillo. El exministro de Salud Bonaerense y candidato a diputado Daniel Gollán escribió ayer que el ausentismo superó la media lejos en distritos muy propicios para el oficialismo. Un punteo riguroso del padrón, comentan los baqueanos, revela que en barrios muy humildes del Conurbano profundo “la gente se quedó en sus casas”.

El primer desafío para dirigentes, candidatos y militantes es buscar a esos ciudadanos desmotivados, convencerlos, movilizarlos.

Los potenciales nuevos apoyos, seguramente, están dentro del tercio empadronado que no se pronunció anteayer. He ahí una de las primeras maneras de hacer política que interpela al oficialismo; reencauzar las campañas. La otra, acaso la principal, es relanzar la acción estatal, mostrar resultados u horizontes que cambien o maticen el humor ciudadano. Las dos modalidades se mestizan, tienen una zona gris.

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El Gobierno no condujo la campaña y, para colmo, perdió la brújula cuando se conoció el festejo del cumpleaños en Olivos. El escándalo lo puso a la defensiva, se transformó en prioridad durante semanas. A su vez, los candidatos cambiemitas moderaron sus querellas internas, muy ruidosas y desordenadas. Ambas coaliciones reformularon tácticas. JxC se derechizó (aún más). El FdT se abroqueló en la identidad peronista. Le habló menos a terceros no encuadrados ni politizados.

Produjo una cantidad llamativa de actos “modelo pandemia”. Pocos invitados, todos conocidos, “del palo”. El formato de por sí extraño reproduce el microclima de Palacio o de “la política”. No hay feedback con un auditorio popular sino intercambio entre pares, iniciados: endogámico, engañoso a menudo.

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La nota publicada en el diario de ayer por Felipe Yapur subraya la existencia de “otros” derrotados: varios gobernadores peronistas. Meses atrás habían propuesto suspender las PASO. El mandatario sanjuanino Sergio Uñac recordó en conferencia de prensa esa circunstancia, comentada por otros mandatarios por línea privada. Resultados adversos los jaquean, contagian a las legislativas locales, oscurecen su horizonte para 2023. El gobierno nacional tendrá razones para motivarlos: los intereses propios tiran más que una yunta de bueyes.

Como todo lo que se viene comentando: no es seguro que un compromiso provincial más grande impacte en las urnas. Pero tal vez suceda: la voluntad no alcanza, sin ella todo es imposible.

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La falta de “calor humano”, consecuencia razonable de los cuidados contra la peste, resintió las campañas. Por ahí el gobierno se tienta a convocar actos de masas si el cuadro sanitario sigue mejorando. Le vendrán bien, tonificarán a dirigentes, a militantes, a quienes se acerquen y comulguen en muchedumbre.

Pero la real necesidad del oficialismo es, antes que hablarle a la gente común, escucharla. El presidente Alberto Fernández expresó haber comprendido el mensaje de las urnas. En el cara a cara pueden explorarse sus causas. Ya lo narramos en columnas anteriores: numerosos candidatos que patearon el territorio oyeron que gente común les comentaba qué difícil es llegar a fin de mes, qué caros son los alimentos, cuántos temores laborales los acechan. Las reformas judiciales no les interesan, los escándalos por corrupción de tampoco. Una minoría ve canales de noticias.

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El presidente se acostumbró a decir que gobernó solo 99 días en normalidad. A los argentinos les pasó lo mismo. Más de cien mil muertos, la vida cotidiana transformada en odisea, un sufrimiento social expandido. AF enfrentó un sino como presidente: casi siempre debió optar por el mal menor, no por lo ideal. No hay reproche en la descripción: no le quedaba otra pero lo resuelto en cada disyuntiva impactó en la vida, las rutinas, las dichas y las tristezas. Los datos cuantificables impresionan sin ser los únicos.

En los discursos se habló mucho del sacrificio de los protagonistas políticos, de sus problemas o hasta insomnios. Nada nuevo para quienes los escucharon y pasaron peor.

Se ensalzaron demasiadas medidas tomadas el año pasado que queda remoto en las memorias. Los gobiernos conjugan bien cuando lo hacen en tiempo presente o en futuro (cercano).

La prensa dominante desparrama júbilo. Reseña o inventa perspectivas de cambios en el Gabinete. Se ensaña particularmente con el ministro de Economía Martín Guzmán tal vez porque el hombre calmo le ganó un par de pulseadas a “los mercados” y al club de devaluadores.

El presidente definirá si los hace en medio de un cuadro estresante. Este cronista comparte un diagnóstico de Cristina desde hace rato: hay funcionarios que no funcionan. Sin contradecirse, supone que los relevos en medio del clima post electoral solo tendrían sentido si las personas recién llegadas vinieran con medidas o programas de gestión bajo el brazo. La urgencia de acciones creíbles y resultados palpables en el corto lapso de dos meses constituye un reto para el FdT... contrarreloj, con la cancha inclinada en contra. El poder del Estado sigue siendo, empero, un recurso formidable que los adversarios no poseen. Estas historias continuarán.

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