Hay un dique de sentidos entre el a priori y el después. Cuando a María Sucarrat, experimentada periodista, le propusieron hacer un libro sobre Carlos Mugica, no tenía ningún vínculo previo con él. “Alguien me ofreció escribir su historia y acepté”, comienza a desandar ella, sobre un camino que le puso algún atajo. Dudar en medio de la investigación, por caso. Dudar, básicamente, porque se trataba de la biografía de un varón, y le parecía difícil llegar a interpretar en profundidad sus pensamientos y sentimientos. También por las contradicciones del personaje, que en cierto sentido se parecen a las de la historia argentina de la segunda mitad del siglo XX. “No alcanzaba a entender quién era él, hasta que encontré a dos personas, que lo conocieron y me abrieron las puertas a su maravillosa vida: Alberto Carbone y Eduardo de la Serna. Entonces, me enamoré del personaje”, confiesa Sucarrat, sin filtros ni tapujos, ante la inminente reaparición de El inocente, vida, pasión y muerte de Carlos Mugica, libro, que este jueves ofrece Página/12, opcional, a 95 pesos. “Me gusta pensar que su historia fue la que no me dejó ir”, sostiene la autora, cronista y redactora de Crítica, Tiempo Argentino, Noticias y Cosecha Roja.  

Rafael Yohai

 “La segunda edición tiene algo fabuloso”, subraya. "Mientras escribía la primera fui a ver al Padre 'Pichi' Meisegeier a Belgrano. Estaba viejito. Cuando subí a la oficina que tenía en su residencia, abrió las puertas de un armario y me mostró docenas de cajas con material. 'Pichi' era jesuita y como tal, meticuloso". Se había dedicado, casi con obsesión, a guardar todo lo que había sido de Mugica. Estuvieron juntos en la villa 31, donde sus vecinos consideraban que “Pichi” había sido su sucesor, algo que él negaba. Todos los archivos tenían que ver con su sacerdocio, porque así quería Mugica que lo recordaran. Las fotos vestido de cura, los apuntes sobre la iglesia, sus lecturas… "Aquel día, a pesar de mi insistencia,  'Pichi' no me dejó ver el archivo porque estaba embalado para ser llevado a la Universidad Católica de Córdoba. Le rogué pero no accedió. `Te lo cuento yo`, me dijo”, evoca la autora, en trance de memoria corta, sobre una de las principales fuentes de esta sustanciosa biografía del sacerdote, que roza las 400 páginas.

 “Años después me enteré que ese archivo estaba efectivamente en Córdoba. Viajé y me permitieron revisarlo”, prosigue, “Y ese archivo está en muchísimos detalles del libro… Esa es la ampliación, y una especial: el capítulo XIV. 'Pichi' había guardado un Informe de la Secretaría de Informaciones del Estado, que dependía de la Presidencia de la Nación. Un trabajo mecanografiado, escrito por la Central de Inteligencia, titulado 'Factor religioso (Tercer Mundo) en la Argentina', que detallaba cada uno de los pasos dados por los curas del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. En cuanto a los contextos políticos y sociales, la primera edición fue publicada en un ambiente casi celebratorio de la figura de Mugica, días antes de la fiesta del Bicentenario. Hasta la Presidenta mandato cumplido, Cristina Kirchner, inauguró una imagen en pleno Barrio Norte, en un clima de alegría nacional. El tiempo actual representa todo lo contrario. Releer la vida del cura Mugica quizás ayude a ver aquello que nunca más queremos para el país. El caldo de cultivo de lo que vendrá tiene mucho de esta época que vivimos hoy”, cuenta Sucarrat, cuyo debut editorial fue en 2006, con el libro Eva Perón.

 -¿De qué manera podría entrelazar ambos trabajos, y ambas figuras?

 -El hilo conductor es uno solo: la vida de los pobres. Estar en los detalles de lo que los pobres, los olvidados de la historia, necesitan. Creo que a Eva y Mugica los une una capacidad inmensa para ver para intuir lo que necesita el otro. Y ambos tuvieron la potencia para cubrir esa necesidad vital. Hablo de lo espiritual, con las palabras de Eva y las celebraciones religiosas de Carlos, pero también de lo material. Una máquina de coser, por decir algo trillado, o una garrafa… pequeñas cosas que le solucionan la vida a muchas personas. Actos enormes.

 -En El inocente hay un protagonista que se destaca, Ricardo Capelli.

 -Porque estuvo junto a Mugica el día que lo asesinaron y recibió disparos igual que él, a la salida de San Francisco Solano. Fue en el mismo auto, el Citrôen, hasta el hospital Salaberry, pero Carlos murió, Ricardo no y guarda los recuerdos más tremendos. Fue perseguido después por la Triple A, vivió escondido y vive casi sin dinero… La historia no fue justa con él y el Estado tampoco.

-¿Qué lugar le otorga a la pata teológica o religiosa de Mugica, y cuál a la política? Ambas son las que lo hicieron caminar, eso es claro...

 -La religión en Mugica estaba en la cima de su vida. Era su motor. Tenía mucho temor de ser separado de la Iglesia por sus acciones políticas que fueron casi temerarias. Dicen, quienes lo conocieron, que rezaba todo el tiempo con tanta pasión como jugaba a la pelota. Acá está el punto.

 Sucarrat abrevó de una inmensidad de fuentes para no dejarle flancos débiles a los principales detalles de la vida del sacerdote asesinado por la Triple A, el 11 de mayo de 1974. Mucho diario de la época, bastante libro, y mucha entrevista personal que ancla en la contemporaneidad del protagonista, claro. “Usé muchas fuentes orales, porque no hay que olvidar que hoy Mugica tendría 86. Es decir que sus compañeros, sus amigos, y algunos familiares están vivos. Además de sus escritos, también recurrí al archivo de “Pichi” Meisegeier, como dije, y a diarios y revistas de la época… fuentes que me llevaron a situaciones paradojales o sorpresivas. La primera es la contradicción consciente del padre de trabajar en la villa y vivir en Barrio Norte, y él se interpelaba por eso... No le gustaba nada, pero no lo podía modificar. Sabía sus límites y esa es una virtud, digo, porque esos límites también lo llevaron a escuchar su voz interior y a salir del ámbito de la aristocracia y de la carrera que su padre tenía pensada para él para convertirse, casi religiosamente, en un peronista hecho y derecho. `Los conversos somos los peores`, dicen que decía” 

 -¿Cuánto cree que tiene el libro de divulgación, de investigación (léase rigurosidad historiográfica), de interpretación y de militancia? A menudo son aspectos que entran en tensión.

 -Todos elegimos dónde pararnos para contar una historia. Hay pasajes que están contados en tercera persona pero que fueron transmitidos por alguien cercano. La interpretación y la lectura crítica de fuentes siempre se realizó con contemporáneos a Mugica, y no hay espacio para la especulación. En cuanto a la militancia hay coincidencia, salvando las distancias. Mi desvelo también son los más pobres, los presos, los que viven en la calle.

 -¿Qué importancia le da a la reaparición del libro en este contexto político y cultural?

 --El libro fue reescrito a pedido de una editorial muy famosa y muy importante. Sin embargo, una vez que se terminó, la editorial ya no lo quiso. Dijeron que estaban interesados en libros de neurociencia y esas temáticas, y que las historias de los setenta `ya no le interesaban a nadie`. Por suerte la vida de  Mugica a alguien le interesó, y eso significa que no todo está perdido.