Coghlan, alter ego de Eugenio García Carlés, se imaginó para su segundo disco una Buenos Aires nostálgica, psicodélica y veraniega. Calor, euforia y baile. Pero también saudade, como dirían los brasileros. “Yo veía la nostalgia en los recuerdos del pasado, los futuros que nunca vinieron o incluso en algo abstracto como el reflejo del agua”, cuenta Coghlan sobre el concepto del disco que acaba de publicar, Bossa Buenos Aires. “¡Es un disco de noviembre! En esta época aparece la euforia de que se termina el año y empiezan los bailes, las piletas y las remeras manga corta. Todo eso a mí me inspira, yo quiero hacer música alegre”, completa el músico, productor y performer sobre este trabajo atravesado por el electropop y el house baleárico, pero tamizado por el R&B y algún candombe. Lo presentará el jueves 28 de octubre en Xirgu Espacio Untref (Chacabuco 875), con show apertura de Punto y Pacifico.

En su primer disco, Bolero midi (2017), ya reflejaba una serie de influencias que lo habían marcado en su adolescencia, como El Guincho, Panda Bear, Animal Collective y y Dirty Projectors. “En ese momento traté de que las influencias no se notaran demasiado, pero hoy me casé con mi ADN musical. Son como mis grandes maestros y maestras”, dice ahora el joven artista de 26 años. “De alguna manera, siento que sin tener que copiar son proyectos que están conmigo para influenciarme y potenciarme. Entonces, las mismas referencias que estuvieron desde el primer disco hoy aparecen de manera más subliminal pero acompañadas por otras bandas que también me han marcado el sonido”, explica Coghlan, quien indaga en la irreverencia del pop del siglo XXI y le escapa a la solemnidad.

Esas “otras bandas” a las que hace referencia son Tame Impala, Charli XCX, SOPHIE, 100 gecs y las del colectivo PC Music. Una de las canciones más destacadas del disco es “Joven Guarda”, un aire de candombe en el que participa el inclasificable músico uruguayo Juan Wauters. “Somos como dos marcianos, como dos poetas enamorados”, dice Coghlan. “Lo conocí hace como cinco años una vez que vino a Argentina y estaba buscando un flautista para su banda. Yo toco flauta traversa. Nos hicimos amigos, él es un personaje espectacular y tiene unas letras de una sensibilidad superior. Es un artista que con muy poco dice un montón. Hicimos la canción alrededor de su voz, por eso tiene esa cosa de candombe latina. A mí me interesa mucho la percusión y la cuerda de candombe. Me gusta lo rioplatense en general”.

-¿Por qué te interesa trabajar con el sonido del pop, desde un enfoque más experimental y apelando al baile?

-Al ser un proyecto solista y no tener que discutir con nadie sobre lo que quiero hacer, es muy difícil no trasladar experiencias personales, sensaciones, gustos. Entonces, es muy fácil que mi personalidad y mi forma de ser se trasladen a la música. En estos últimos años estuve viviendo un ritmo de vida muy acelerado, muy movido, muy social. Me sumergí mucho en eso y esa energía se transmitió a mi música. La euforia quedó impresa en el disco de punta a punta. Por suerte, pude encontrar en toda esta cuestión del baile un concepto para bajar toda esta euforia y energía. Yo soy muy de ir para adelante, de no aflojar. Pero a mediados del año pasado, tuve un imprevisto y me operaron de la espalda de un día para el otro. Tuve una hernia de disco, que me puso frente a todo ese ritmo de vida que no me estaba haciendo muy bien. Entonces, con el disco terminé de cerrar un poco esa etapa de Eugenio excesivamente eufórico e híper positivo. Logré darme cuenta que con el arte uno puede sacar algo de adentro. Ahora no me identifico tanto con toda esa energía desmedida, pero sí la traslado al personaje de Coghlan. Hacer esa distinción me hizo muy bien.

-¿Y te sirvió para bajar un cambio lo de la hernia?

-Es que me lo bajó, no tuve ni que pensarlo. Fue un freno de mano que se me impuso y no me quedó otra más que parar y empezar a atender otras cosas más elementales de la vida, como la amistad y el amor. Hay una cita de Adrián Dárgelos que yo la tengo guardada porque me parece espectacular. Él decía que veía que muchos músicos estaban constantemente disparando para todos lados sin dirección. Y yo siento que esta frenada de mano en algún punto me puso en una dirección. Las cosas empezaron a ser más concretas. Es una nueva calma. Ahora me siento una persona mucho más medida y es más grato para mi salud, mi creatividad y mis relaciones.