Buscás a la ciudad en Buenos Aires, y en Buenos Aires la ciudad no está. O no como antes. Pero entre las calles aún medio vacías, persiste en cambio su misterioso encanto.

El paso devastador de la pandemia se siente en la ciudad porteña. En contraste, podría decirse que en Catamarca se percibe menos esa devastación. Sin minimizar sus consecuencias, en una provincia donde prácticamente el 70% de los trabajadores son empleados públicos, la pandemia no desató tantos estragos económicos como en CABA.

El microcentro porteño tiene hoy un ritmo provinciano: donde antes se caminaba a los codazos para hacerse paso entre oficinistas apresurados, vendedores ambulantes, artistas callejeros, hoy impera el distanciamiento social. El termómetro de una tensa calma son los negocios cerrados. Calle Florida tiene un aire parecido al de la crisis del 2001

Taxis y taxistas

Pedí varias veces servicio de taxi, y varias veces hubo que cancelarlo por la demora. “No tienen autos, esa es la verdad”, dijo un recepcionista. En cambio los pedidos a Uber funcionaron con rapidez.

Si hay un ser mitológico en Baires, son los taxistas, a veces solidarios, otras impertinentes, mensajeros sociales, provenientes de barrios legendarios, o muestra de la migración interna; charlar con un taxista es un clásico casi como escuchar un tango en una tarde gris porteña.

Voy por Av. Córdoba rumbo al Abasto, buscando un restaurante peruano. El chofer hace una maniobra entre los conos que dividen la avenida, pregunto si los conos ayudan a organizar el tránsito y él responde: “¿Usted sabe para qué hacen esto?, lo hacen cuando no se les ocurre otra cosa. Nos prometieron la torta con la frutilla, pero solo nos dieron la frutilla y la torta se la quedaron”.

Otra noche, un taxista dio otra teoría: “La ciudad está dividida en dos, de Av. de Mayo para el sur es una y del otro lado es otra. Para el norte todas las calles están limpias y hasta pagan menos impuestos, los ricos pagan menos”, dijo.

La ciudad no escapa de su propia fascinación de bestia citadina: en las veredas de Barrio Norte más de un colchón cobija a los sin techos. “Las callecitas de Buenos Aires tienen ese no sé qué” mitológico, pero también el contraste de una realidad dura.

Bailarines en Caminito (F. J.Varsavsky).

Teatro pizza y fainá

El teatro, una de las actividades más golpeadas por la pandemia, comienza a vivir su reactivación. ¿Será el mismo teatro off que ha sido un sello de Baires? ¿Cómo saberlo? El Sportivo Tetral, el espacio de Ricardo Bartís en el corazón de Palermo, cerrará sus puertas a fin de año. Hay una sensación de que vendrán tiempos modestos, muchos de los actores y actrices de ese circuito salieron a buscar el mango y tal vez no retornen.

En tanto, el público ha ido creciendo en las salas y hay obras como Terrenal, de Mauricio Kartún, que sostiene su octava temporada en la sala Caras y Caretas.

Hay placeres que solo se pueden disfrutar en Buenos Aires: ver una obra como Terrenal, especie de Esperando a Godot criollo; o la adaptación cómica de Othelo, el clásico de Shakespeare, dirigida por Gabriel Chamé Buendía. Luego comerse una pizza con fainá, si se me permite la sugerencia, una fugazzeta de Banchero.

La ciudad podría recorrerse a través de muchos itinerarios: histórico, arquitectónico, literario, deportivo, etc.; pero el de arte y gastronomía es una combinación casi perfecta.

Las callecitas de Buenos Aires

Las calles de San Telmo y los negocios también tienen demasiado aire. La ausencia del turismo extranjero se hace sentir. Pero no falta el bandoneón mientras el sol va polvoreando de oro la tarde como un verso de Borges. Se sabe, es un barrio con los fantasmas del Aleph y de Sobre Héroes y Tumbas de Sábato.

San Telmo, más fantasmagórica que nunca, volverá a despertarse, como lo ha hecho siempre Buenos Aires.

Un día después, la ciudad regala un paisaje gris, húmedo. Mi amigo me comenta que su novia peruana le preguntó por qué Buenos Aires es nostálgica. Él, porteño de Barracas, dice, “No sé, yo no la noto nostálgica”. Miramos los adoquines que reflejan la humedad de una calle cerca de Plaza Francia, y le digo: ¿No te parece el paisaje de un tango de Piazzola? Sonreímos y es un alivio el silencio, caminar, sentir que la nostalgia porteña es un encanto que salva del aburrimiento, una nostalgia que acompaña soledades, que llama siempre al reencuentro.