Desde Barcelona

UNO Tres titulares de diario que lee Rodríguez. El primero es España se asoma a la normalidad; el segundo es ¿Cuándo acabará la pandemia?; y el tercero es Coronavirus: la distancia de 2 metros puede no ser suficiente para evitar la transmisión. Y ahí está todo, piensa Rodríguez: el futuro incierto, el presente inseguro y el pasado que nunca acaba de asentarse. Nada pasa del todo y todo transcurre de a poco. Todos los tiempos al mismo tiempo. Los destemplados tiempos de la nueva normalidad que no es la vieja rutina. Porque lo normalizado que asoma no es lo mismo que lo normal porque viene luego de lo anormal. Donde y cuando no se sabe bien del todo cuándo acabará lo malo. Ni cuál es la distancia (aunque se intuye más bien breve y corta) que separa a la salud de ese "salud" con el que todos ahora vuelven a brindar en bares. Pero Rodríguez no se engaña y ni se deja engañar por discursos de recuperaciones de lo de antes. Rodríguez siente --Rodríguez sabe-- que no terminó nada sino que empezó algo diferente. Y se acuerda de aquello de Groucho Marx en Duck Soup en lo que hacía a sus principios. Así, ahora Rodríguez parafrasea y siente que no dejan de repetirle que "Estas son mis normalidades. Si no le gustan, tengo otras".

DOS ¿Le gusta a Rodríguez lo que viene ofertando la nuevo normalidad? ¿Me repite la pregunta?, contesta Rodríguez. Y pide tiempo y repasa y recuenta: poco uso de mascarillas, menos vacunas por poner, horarios más amplios, cupos ampliados, decrecientes contagios y porcentaje de incidencia (que sigue sin entender qué es) y, en voz baja, menor número de fallecidos pero... Todo eso que no es parte del ayer sino del todavía hoy pero ya un poco como desde siempre y hasta quién sabe cuándo. Y --con "limitaciones"-- regreso de las fiestas barriales, procesiones religiosas, festejos futbolísticos y 007. Y, ah, los turistas retornando como claras golondrinas aleteando pasaportes covid y cagando euros desde sus norteñas alturas. Y, por encima de todo, reanudación del Ocio Nocturno: eso que a Rodríguez, ya lo pensó, le suena a personaje de la Marvel o de la DC pero que no se sabe muy si es súper-héroe o mega-villano. Y ahí están ahora (como parte de la nueva normalidad) esos inflamables campus-macro-botellones juveniles y universitarios convocados por WhatsApp que poco tienen de los cónclaves místicos de los fremen en Dune o de las reuniones de estudio de los psicohistoriadores de Fundación. Y sí parecen mucho más cercanos a aquella rave-orgía en la Zion de Matrix mientras se declara a noticieros con dicción arrastrada que es "el fin de la dictadura" (Rodríguez, en cambio, se acuerda otra vez de Groucho Marx sonriendo un "Bebo para así volver interesantes a los demás"). De igual manera, ¿normal?, parecen haber aumentado comportamientos extremos: violencia de género, ataques lgtb-fóbicos, suicidios adolescentes, autos y patinetes eléctricos subiéndose a aceras para atropellar peatones, profusión de diatribas negacionistas y delirios conspiranoides, aumento en el consumo de alcohol y drogas, peleas callejeras de jóvenes cada vez más en banda o exhibiéndose en Twitch o moliendo a patadas a algún compañerito para grabarlo en su iPhone y subirlo a YouTube lo más rápido que se pueda (porque escasean los chips y se puede estar en side-off en cualquier momento), y arrebatos de violencia criminal en personas hasta entonces tan "normales". Y anormal incremento de diluvios bíblicos, incendios forestales, terremotos, estallidos volcánicos, nevadas siberianas y olas de calor sahariano. Ylast but not least, fracturas internas en el Partido Popular de Madrid y entre las facciones independentistas en Cataluña (con nueva erupción del petardo Puigdemont desde su cráter) y recambio en Alemania: donde todo lo que allí sucede no se queda en Alemania sino que se contagia al resto de Europa.

Mientras tanto los epidemiólogos insisten a un rebaño cada vez más inmune a todo sentido común con que no hay que bajar la guardia y subir las defensas. Y recuerdan que aún hay mucha población sin vacunar. Y que U.K. está de nuevo K.O. Y que poco y nada se sabe aún del Covid de larga duración. Y que ahora los jóvenes vuelven a las aulas y llega el otoño y la gripe. Y que si aparece una nueva cepa/variante XXL y...

Rodríguez lee un cuarto titular: Una empresa española diseña una innovadora vacuna para la pandemia que viene y para las próximas superbacterias que serán resistentes a los antibióticos. Y, sí, no es un titular muy normal: es un titular muy largo.

Y así la normalidad se parece cada vez más a un episodio de Columbo: desde el vamos se sabe quién es el culpable; pero la cuestión es cómo lo descubre el detective casi torturándolo psicológicamente hasta la confesión con tal de ser dejado en paz y en cárcel y sin puertas por las que Columbo siempre se va para volver con un "Just one more thing...". El problema es que (a diferencia de lo que ocurría en aquella serie ya cincuentenaria que, por algún extraño y jamás explicado motivo ha sido rebautizada como Colombo en España) de este lado de las pantallas el asesino tiene demasiados cómplices conscientes e inconscientes.

Y suelen ser sus propias víctimas.

TRES Ahora, Rodríguez no puede evitar el recuerdo. Eran los albores de la flamante anormalidad cuando, confinados, se profetizabael que todo esto mejoraría al "espíritu humano" y que se saldría mejor de esta situación. Más piadosos y hermanados y conscientes del prójimo y solidarios sin límites. Y con gobiernos súbitamente recordando que su principal tarea es la de velar por quienes gobiernan y no la de seguir rumbos marcados por mercados. ¿O acaso la gente no se arrojaba a aplaudir a balcones y a recitar Shakespeare a vecinos y hasta a hablar con pájaros como aquel ajeno a toda cuestión material San Francisco de Asís? ¿Y no descendían los niveles de polución porque estaba prohibida la libre circulación de vehículos? ¿No se ofrecían todos a pasear perros ajenos y a hacerle la compra a ancianos para así poder caminar un rato al virulento aire libre? ¿No se intercambiaban consejos on line para entretener a hijos con fiebre de cabaña y a padres con calentura de depto que incluía a abuelos? ¿No se prometía dinero a pequeñas empresas y a autónomos para que pudiesen remontar su caída? ¿No se vendieron muchos libros y hasta se leyó un poco? ¿No se "evolucionó" hacia el teletrabajo y se soñó con una España como paraíso para nómades digitales de todo el mundo? ¿No se jugó mucho más al ajedrez gracias a Gambito de dama? O.K., de acuerdo: estuvo eso de subir el precio de mascarillas y gel hidroalcohólico; pero eran detalles aislados en un mundo en el que súbitamente todo era bondad y amor al prójimo. Entonces --Groucho Marx de nuevo-- la comprobación de que "El secreto del éxito se encuentra en la sinceridad y la honestidad: si eres capaz de simular eso, lo tienes hecho". Un mundo anormal, claro. Ahora ya no. Ahora de nuevo lo mismo de siempre, pero con cara medio cubierta y a la espera de próximas dosis de lo que salga y el próximo titular de lo que entre con un, sí, just one more thing. Ahora todo es más o menos igual que antes, pero con la diferencia de que lo es después de algo muy diferente.

 

Nada como volver a la normalidad --piensa Rodríguez-- para comprobar lo ida que siempre estuvo, lo anormal que siempre fue y lo anormal que ahora vuelve a ser.