“Te haré beber un vino perfumado, el mosto de mis granadas. ¡Bésame con tus besos en la boca! Más embriagantes que el licor son tus amores. A las exuberancias de los carros de Faraón comparo tu belleza. Cuando descansas en tu lecho mi nardo exhala su perfume. Reposa tu cabeza entre mis senos, son dos cabritos gemelos pastando entre azucenas.”, estas palabras -fragmentos del Cantar de los cantares- se escribieron hace cuatro mil años. Un himno al placer que forma parte de la Biblia judía, de la que bebieron el Nuevo testamento cristiano y el Corán islámico. Los tres mitos fundantes del monoteísmo dibujan nuestros imaginarios laicos surgiendo desde las entrañas mismas del placer.

Pero, ¿qué es el placer? Un estado existencial satisfactorio que se sustenta a sí mismo, es ausencia de sufrimiento y plus de goce. Se diferencia de la alegría y de la felicidad (aunque suelen convivir). Pero no necesariamente el placer produce alegría. Omne animal post coitum triste praeter gallum mulieremaque: tras el coito a todo animal le sobreviene la tristeza, a excepción del gallo y de la mujer. Es un proverbio antiguo que reafirma la creencia de que la libido de la mujer es más potente que la del hombre. La idea viene del Olimpo, de una discusión entre divinidades sobre quien goza más, el hombre o la mujer. Tiresias resolvió el enigma: existen varias zonas eróticas, pero el hombre goza sólo de una, en cambio la mujer las disfruta todas. Aunque se decía como excusa para encerrarlas y controlarlas, hay cierta verdad en el aserto. Pero lo del gallo sigue siendo un misterio.

Por su parte, la alegría es un estado de ánimo que aumenta las vibraciones psicosomáticas y -aunque su base es placentera- puede coincidir con la tristeza. Si se recibe una sorpresa agradable se sienten chispazos de alegría, aunque se curse un duelo. Pero retomemos el placer. Epicuro estableció su ética ontológica entre los siglos IV y III antes de Cristo. Su objetivo era la búsqueda del placer como equivalente de felicidad (eudaimonia). Ausencia de sufrimiento espiritual y corporal. Experimentación y disfrute. Al igual que la escuela cínica, los epicúreos fueron plurales. El Jardín de Epicúreo, además de griegos libres, aceptaba esclavos, inmigrantes y mujeres -incluso prostitutas- en su comunidad filosófica. Para gran escándalo de los platónicos y los estoicos que tenían como blasón la razón jerárquica excluyente de mujeres y diferencias. Los epicúreos, preferían la transversalidad, los sentidos, el buen vivir, lo jovialmente disfrutable.

“Desconocido, tu tiempo será agradable aquí. En este lugar el mayor bien es el placer”. Eran las palabras de bienvenida al Jardín. El ideal epicúreo reside en evitar el dolor y sentir bienestar (no a las pasiones tristes, sí a las alegres, diría siglos después Spinoza). Pero sin desborde ni atracón, con templanza y bonanza.

El joven Marx dedicó dos años de su vida al estudio de estos atomistas materialistas, filósofos del placer y el ateísmo. Diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y Epicuro, es el título de la tesis doctoral de Marx. Demócrito fue el referente de Epicuro y ambos son hilos del entramado del materialismo dialéctico. Este contundente testimonio moderno es prueba de la robustez del pensar epicúreo, cuyo objetivo es el placer de los sentidos antes que la solemnidad de la razón, aunque no la descarta. ¿Su frase de cabecera? “El placer es el principio y el fin de una vida”.

Ahora damos un salto sideral en el tiempo y aterrizamos en el siglo XX, nos encontramos con Michel Foucault trabajando afiebradamente para terminar su libro sobre el placer antes de que el sida terminara con él. Un epítome del intenso pacto entre placer y muerte. (Recordar Matador, de Almodóvar, o Freud y su más allá del principio de placer, la muerte). Pero, ¿cómo accede Foucault a la problemática del placer? Interpretando que la materia prima de la ética griega era la afrodisia, el uso de los placeres. Los griegos no relacionaban el placer con la culpa -como harán los cristianos- sino con el buen uso del mismo. ¿Es saludable acoplarse inmediatamente después de comer?, ¿es conveniente, o no, penetrar a los jóvenes amados?, ¿es preferible ser fiel en el matrimonio? Se subjetivaban desde el uso de los placeres sin códigos preestablecidos. Pero hubo una torsión histórica y el nuevo amo de los imaginarios sociales pasó a ser el cristianismo. Desde entonces -para ser aceptados socialmente- los placeres no dependen de la conveniencia de sus usuarios, sino de los códigos prescriptos por varones heteronormados y reacios al placer de la otredad. Dueño de cuerpos ajenos.

La vida es una medalla de dos caras: sufrimiento y placer. La filosofía, en general, se empeñó en pensar el dolor. Pero los hedonistas la invirtieron y se dedicaron a buscar el lado alegre de la vida. Solían utilizar el término “felicidad” para referirse al exceso del placer sobre el dolor. Epicuro gozaba tomando vino mientras estaba sumergido en piscinas templadas. Cuando presintió que llegaba el fin, pidió que le preparen un buen baño y se hizo traer vino fuerte para pasar al otro lado disfrutando.

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Pero estamos asistiendo a una nueva vuelta del caleidoscopio histórico. Se le suele llamar “desgana nipona” tomando a Japón contemporáneo como muestra de indiferencia por las relaciones carnales; aunque no necesariamente por el sexo tecnológico. A casi la mitad de la población joven la mezcla de fluidos le resulta fatigosa y engorrosa. Hay pereza de relaciones presenciales. El 43 por ciento de las personas entre 18 y 34 años son vírgenes. Los Soushoku Danshi son jóvenes varones “herbívoros”: rechazan el contacto con otra carne. Hay deseo, pero no asumen riesgos, practican la procrasturbación (procrastinación + masturbación). Se posterga para otra oportunidad la búsqueda de cuerpos y se sale de la calentura mediante autoerotismo. También intercambian por redes recomendaciones de dildos y otras técnicas de goce.

Japón es líder en fabricación y venta de muñecas sexuales. El deseo no cede y -aunque los cuerpos no se encuentren- si algo sigue vivo es la búsqueda del placer, aunque más no sea un placer con siliconas y sin pasión. Pero nada grande en el mundo se hace sin pasión y únicamente las pasiones compartidas son capaces de parir estrellas, saberes, justicia y orgasmos (de los buenos).

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