La volatilidad de las criptomonedas resulta impactante. En septiembre se registró una fuerte caída de los precios del bitcoin y de otros criptoactivos. Hubo pérdidas diarias que fueron de hasta el 20 por ciento. Pero en la primera jornada de octubre comenzó con rebotes importantes de casi 10 por ciento y nuevos anuncios de corporaciones que aseguran que profundizarán sus negocios en el sector.

La pregunta que se hacen analistas es si las criptomonedas pueden o no pueden volverse un producto mainstream para el sistema monetario internacional. La respuesta no es única y las lecturas muchas veces son contradictorias. Las grandes empresas de occidente parecen estar apostando a que esto ocurrirá.

Esta idea no sólo se difunde a través de las compañías de servicios vinculados a los criptoactivos sino entre las grandes firmas de medios de pago tradicionales. Por caso Visa anunció la semana pasada que busca masificar una nueva unidad de negocio para hacer interoperables las stablecoins privadas con las monedas digitales de los países.

Este desarrollo comercial se basa en una investigación realizada en conjunto con el departamento de criptografía y seguridad de la Universidad de Cornell. Esa casa de estudio publicó recientemente una investigación que busca resolver la dificultad de las blockchains para comunicarse entre sí. Es decir uno de los grandes problemas que tiene el ecosistema.

La propuesta tecnológica de Visa posiblemente no sea la más eficiente ni la más barata. Sin embargo muestra un cambio radical en la forma en que las corporaciones de occidente esperan que evolucionen los sistema de pagos en los próximos años.

Es una visión en la que parece que convivirán monedas digitales de los países y monedas digitales de empresas privadas que serán estables (respetará el precio de algún activo). El límite entre los pagos a nivel local y a nivel global (cross border) desaparece y la principal disputa pasará por ver quién controla la red de redes. Es decir, la tecnología para interoperar.

Las declaraciones de la encargada de producto de moneda digital de Visa, Catherine Gu, son un resumen de esta lógica: “Las monedas digitales pueden no ser parte de la vida financiera diaria actualmente pero jugarán un papel importante en el futuro”. Considera que habrá muchas redes de monedas digitales y cada una con características de diseño únicas. Los consumidores, las empresas y los comerciantes no usarán el mismo tipo de dinero todo el tiempo y la clave será que puedan realizarse pagos independientemente de la moneda utilizada.

En occidente parece predominar la idea de que los criptoactivos de privados como el USDC (un activo digital atado al precio del dólar) podrán intercambiarse por monedas digitales de los países, redefiniendo así la forma en que se moverá el dinero.

El presidente de la Reserva Federal (banca cental estadounidense), Jerome Powell, convalidó esta tesis en los últimos días asegurando que no se limitará el uso de las stablecoins ni se las va a declarar un activo ilegal, aunque adelantó que habrá mayores regulaciones.

La dirección es la opuesta respecto de lo que hace tiempo decidió encarar China, el país que se encuentra más adelantado en el desarrollo de tecnología propia para asegurar una infraestructura de pagos moderna, abierta, segura y escalable. 

En China las actividades con criptoactivos fueron declaradas ilegales y se avanza a pasos firmes con el proyecto para masificar el yuan digital. Esta moneda será un complemento del efectivo y su red tendrá las características de un bien público, que permitirá una mejor planificación de las actividades económicas, una reducción de los costos de transacción y le aportará una capa de programación al dinero.