Los orígenes de Pelayo Alarcón carecen de certezas profundas. Al parecer nació en el 1900 y hay quienes ubican su territorio primero en el Paraguay. Para otros habría nacido en Tucumán, también hay quienes dicen que podría ser chaqueño o salteño.

Con la misma inexactitud se le atribuyeron diferentes nombres. En los registros policiales figuraba con el alias “El Tartancho”, y su prontuario lo señalaba con profesión de peluquero. Se dice que vestía tipo gaucho con pañuelo al cuello.

Cierto es que Pelayo Alarcón perteneció a una saga de bandidos caracterizados, a grandes rasgos, de manera similar. El historiador y periodista Hugo Chumbita comenta: “Pelayo Alarcón es un típico bandolero de ese tiempo, de los que se alzan contra el orden y generan incluso cierta aureola popular”.

Estos bandidos, en palabras de Chumbita, “Reflejan la resistencia al orden social de ese tiempo.

"Hay toda una tipología de estos bandidos populares legendarios que encuentran la simpatía de su medio y la ayuda incluso de muchos pobladores. Siempre se trata de jóvenes rebeldes que terminan mal, ejecutados por la autoridad y en un clima que muchas veces se mezcla con los acontecimientos políticos de la época. Su trayecto es más bien una especie de grito desesperado que termina en la oscuridad de una muerte cruel”.

Trazos de una vida bandolera

La aparición en escena pública de Pelayo es repentina y, como su vida misma, abre grandes interrogantes. Así lo comenta Carlos Fernando Abrahan, profesor y especialista en historia argentina: “Alarcón aparece en 1922 ayudando desde el exterior de la cárcel de Tucumán a la fuga de (otros dos bandoleros), Andrés Bazán Frías y Martín Leiva. Leiva fue capturado, pero Alarcón y el tucumano Bazán escaparon a Salta; donde asaltaron una finca, robaron un caballo y se tirotearon con la policía en Rosario de Lerma”.

Chumbita, autor del libro “Jinetes rebeldes” subraya: “mis estudios fueron centrados en la figura de Bazán Frias, y ahí es donde aparece la historia de Pelayo Alarcón ayudándole a escapar de la cárcel. Luego participan juntos en varias peripecias y aventuras en la zona rural salteña”.

Abrahan continúa: “En 1923 Bazán Frias será ultimado en Tucumán (…) y no sabemos en qué circunstancias pero Pelayo Alarcón en ese momento estaba privado de su libertad en la cárcel de la ciudad de Salta donde se enteró de la muerte de su amigo. De manera cinematográfica, en junio de 1924, a plena luz del día, dentro de una bolsa de basura que el carrero retiraba de la cárcel, se fuga de la prisión Pelayo Alarcón. Lo buscan por todos lados sin poderlo capturar”.

El salteño y profesor de historia Marcelo Rubén Agüero Urquiza, en su libro “Bandoleros rurales”, agrega sobre este hecho: “El 5 de junio de 1924, en plena luz del día, eran las once de la mañana, dentro de una bolsa de basura que el carrero Barragán retiraba del presidio, se fugaba (Alarcón). Lo buscaron por todos lados y no pudieron apresarlo. Pasó medio año de silencio, en el que el bandido organizó su banda que la prensa local, tanto el diario El Cívico como el vespertino Nueva Época, la llamarían ‘La cuadrilla de Pelayo Alarcón’”.

A partir de ese momento se sucederán una serie de acciones que tendrán a Pelayo Alarcón y su banda como protagonistas. Siempre con un aura de western norteño, se los verá, por ejemplo, en las cercanías del ingenio El Tabacal tiroteándose con la policía, atacando así uno de los símbolos de la explotación humana por aquellos tiempos.

Diario La Protesta, 22 de enero de 1925.

Será en 1925 que, como relata el historiador Abrahan, “la banda de Alarcón asalta el obraje de Gronda y Compañía, en Pichanal, donde toman un rehén, hieren a una persona y se dice que matan a otra. Luego, advertidos por el maquinista del ferrocarril, los bandoleros ganan posición favorable en las cercanías de la Estación Manuel Elordi de Embarcación, donde se produce un intenso tiroteo con la comisión policial liderada por el subcomisario Nabor Frías. Esta acción tiene como consecuencia la muerte del rehén y los agentes de policía Nicolás Córdoba y Manuel Burgos. Muy herido, el subcomisario Nabor Frías es trasladado a la ciudad de Salta”.

¿Detrás del ideal anarquista?

El bandolerismo como fenómeno social de una época, que puede ubicarse hasta la primera mitad del siglo XX, engloba historias a lo largo y a lo ancho del país sostenidas en formas de actuación relativamente similares.

Es destacable también la simpatía popular que generan, traducida en ayuda al escapismo y resguardo seguro ante el asedio constante de las fuerzas de seguridad.

Algunos de estos rasgos hacen pensar que muchos de estos bandoleros perseguían, de formas más o menos organizadas, un ideal asociado a las ideas del anarquismo, ideología de gran aceptación en estas tierras alrededor de principios del siglo XX.

Esta tradición ideológica conjuga el afán de libertad, el desafío manifiesto a las autoridades y el robo con fines de redistribución entre el pueblo, algo que, a grandes rasgos, puede verse como factor común entre los bandoleros de aquellos tiempos.

Dentro de estas características se puede encontrar el accionar de Pelayo Alarcón. Así lo comenta Hugo Chumbita: “En el caso de Pelayo no hay muchas referencias al respecto de su inclinación al anarquismo, pero el hecho de que se haya unido con Bazán Frías indica que compartían ciertas ideas, que eran la inspiración de Bazán. Ademas, el empeño que ellos ponían en el sueño de asaltar las cárceles, y muchas veces la ayuda concreta a escaparse, es una actitud que mantenían los anarquistas en ese tiempo como una de sus prácticas”.

El profesor Urquiza aporta a la hipótesis. “Existe el mito de que Bazán le transmite a Alarcón ideas anarquistas. Bazán tenía el sueño anarquista de tomar la cárcel de Tucumán y liberar a todos los presos. Más adelante Pelayo trataría de cumplirlo al intentar tomar la comisaría de Orán”.

“Aunque no lo sabemos a ciencia cierta, y es muy difícil de establecer cuales podrían haber sido sus reales motivaciones, es cierto que Pelayo Alarcón ayuda a escapar de la cárcel a Frías, y allí hay un gesto muy significativo”, comenta Chumbita en relación a la trascendencia de la acción que une a  ambos bandoleros.

Final abrupto de una vida fugaz

La vida de Pelayo Alarcón fue corta y potente. Tal es así que en apenas 3 años de aparición pública, dejó huella firme en la historia social argentina.

Cuentan que el 1 de abril de 1925 Pelayo Alarcón se encontraba en Tucumán. Con tan solo 25 años, era perseguido arduamente por la policía. El bandido, que una y otra vez burló a los agentes, esta vez quedaba acorralado. Las versiones sobre su muerte también son materia de discusión.

“Pelayo había dicho en algún momento: ‘Antes que preso, muerto’”, relata el historiador Abrahan y agrega: “En todo caso ingresar a una prisión en esos años era ir a un lugar violento y horroroso; con funcionarios corruptos y una organización penosa. Donde las condiciones de vida eran deficientes y casi todos los reclusos tenían enfermedades infectocontagiosas. Es decir, lugares de muerte”.

Diario El Orden, de Tucumán. 

En tanto, el profesor Urquiza comenta: “En un principio, las autoridades hicieron correr la noticia de que Pelayo se había suicidado con su rifle, pero la intervención de un periodista del diario El Orden, quien publica lo ocurrido, da luz sobre la muerte de Pelayo Alarcón, aunque algunos investigadores, poetas y escritores, continúan afirmando el suicidio del bandolero”.

Homenajes culturales

Pueden marcarse al menos tres grandes hitos en forma de homenaje cultural a este bandolero que transitó tierras salteñas.

Comenta Hugo Chumbita en relación a las formas de preservación del acervo popular que “Con leyendas, canciones y poemas, se preservan también las historias en la memoria social. Me pareció que Castilla y el Cuchi Leguizamón recogen muy bien el espíritu en la zamba ‘La Pelayo Alarcón’”.

Esta composición, realizada por dos íconos del folclore argentino e interpretada desde 1961 por el popular grupo Los Fronterizos, contribuyó aún más a la permanencia en el sentir de la figura de Pelayo.

Un fragmento de la zamba dice: “Pelayo,/ el monte te apaña solito en Orán,/ rastreándote largo ya están/ ay no,/ entre los maizales no te encontrarán".

Un poco más atrás en el tiempo, se ubica una obra teatral dramática de tres actos sobre las andanzas de Pelayo Alarcón escrita por el santiagueño, radicado desde pequeño en Salta, Edelmiro Avellaneda, quien para el historiador Abrahan fue “un periodista incansable, militante socialista, poeta y primer dramaturgo salteño que llevó sus obras a los circos en los márgenes de la ciudad”.

En 2001, uno de los grandes referentes del folk-rock argentino, León Gieco, dedicó disco y tema homónimo llamado “Bandidos rurales”, a estos indómitos campesinos.

En la letra de la canción que da nombre al disco, hace una descripción pormenorizada de la vida y peripecias de muchos de los bandidos rurales retratados en distintos estudios históricos y sociales.

Un fragmento nombra a Pelayo y dice:
“Gaucho Gil, José Dolores, Gaucho Lega y Alarcón
Bandidos populares de leyenda y corazón
Queridos por anarcos, pobres y pupilas de burdel
Todos fuera de la ley, todos fuera de la ley”

Vida y muerte de Alarcón se encuentran teñidas por los silenciamientos de su época para con aquellos que alteraban el “orden social”. Sumados a la escasa historiografía coetánea que lo retrate, resulta difícil una reconstrucción pormenorizada de los hechos. Sin embargo, la tradición oral y devoción popular por aquellos bandoleros mantuvo siempre viva la llama en torno a sus vidas.

En este sentido Hugo Chumbita valora: “La leyenda es muy rica e interesante. Yo creo que es difícil reconstruir su vida en forma estricta con los métodos del análisis historiagráfico, pero lo más interesante quizás es observar ese entorno que les crea una aureola de popularidad y simpatía en torno a ellos. En cada región del país hay personas del mismo tipo que tienen una trayectoria parecida”.

Aunque vilipendiados y negados por la historia oficial, otorgándoles un lugar dentro de la delincuencia común, Chumbita resalta que “Siempre han sido un emergente de las luchas, las resistencias de los campesinos a la opresión, haciendo patente las injusticias y la distancia que existe entre el poder del Estado y las demandas de abajo”.