Meditativo, contemplativo, experimental y psicodélico. Así se podría definir a Asimétrico, el disco nuevo del músico y productor electrónico El Remolón (Andrés Schteingart), uno de los artistas pioneros en la escena regional de folklore y cumbia digital. “El Remolón nació con una intención de ser downtempo y colgado. En algunos momentos me dejé cautivar por lo que venía pasando en el mundo, el tropical bass, el ghetto tech, la idea de tomar las músicas de nuestro continente e imprimirle un ritmo bailable encima”, cuenta Schteingart, quien logra sintetizar en su música bases electrónicas con instrumentos autóctonos orgánicos como el charango y el bombo legüero. “Luego fui volviendo a mi esencia, un poco más relajada y voladora”, dice sobre este disco, más introspectivo e influido por estilos como el ambient, el trip hop y el dub. La presentación del disco será el 21 de noviembre a las 20 en Camping (Libertador 999).

“También me conecto con la música más desde un lugar sensible que desde lo ‘divertido’, Si mi música sirve para acompañar la onda melanco de estos tiempos, mejor; y si la acompaña metiéndote en un viaje y haciéndote bailar, mucho mejor”, sostiene el productor, que también dirige el sello Fértil Discos, plataforma que edita a artistas que exploran la electrónica latinoamericana. En este nuevo viaje sonoro, se encuentra y se cruza con otres artistas que potencian cada canción: el entrerriano Lauphan se suma en “Asimétrico”, la bonaerense Luvi Torres aporta su voz en “Canal” y Pol Nada hace lo suyo en “Que bailen”, entre otres. “A veces tengo el sueño de la autosuficiencia, de poder terminar un disco solo, pero no me funciona. Lo hago más por necesidad y creo que la obra se enriquece siempre con la mirada de otro”, explica. “El tema con Nuriah, ‘La materia se ha dormido’, fue pura colaboración espontánea, ella se subió a cantar sobre un tema y a los pocos días la invité a armar algo con eso. Algo similar pasó con el Brawlio, al que conocí cantando unas coplas en uno de los eventos de Fértil. Suelo llevarme más por amigues que me caen bien y por el valor de lo espontáneo”.

-¿Por qué te interesó trabajar en la asimetría como concepto?

-Empezó con la performance Asymmetrical-Motion de Lucas Condró y luego lo extendí más allá. El cuerpo es asimétrico por donde lo mires y toda la naturaleza también lo es. La perfección no existe, y la idea de un mundo perfecto y feliz menos. Así empecé a jugar un poco con lo irregular de las fuerzas y las tensiones entre distintos polos (norte-sur, amor-odio), y la idea de que somos un mundo que falla todo el tiempo. Pensar que podemos construir a partir del azar; el error es siempre una manera de encontrar creatividad y soluciones a las cosas. No siento haber nacido con el don de la música, de tocar bien todos los instrumentos, aunque toco un poquito todos. Eso también me llevó a valerme de la tecnología y de la programación musical como un modo para poder sentirme músico sin ser un concertista del Colón. Soy un productor electrónico producto del error.

-¿Cómo ves la escena regional del folklore digital en la actualidad?

-Creo que vamos por una tercera generación de artistas; siento que siguen habiendo cosas interesantes y al mismo tiempo cierto riesgo de bastardización del género. Mucha gente tomando charangos y poniendo bombo en negra, y reflotando el chamanismo y el bombo legüero como bandera. Pasa con todo... Y si bien hay gente que lo aprovecha como para sumarse a una movida (que tampoco es que la rompe por el mundo, pero sí que genera cierta atracción), me parece que falta un poco más de unión entre folkloristas y electrónicos, que es algo que en este país siempre cuesta mucho. Si uno ve lo que pasa en otros países como Brasil o Colombia, eso está mucho más amalgamado. Quizá sea producto de esa historia tan eurocéntrica que se respira en Buenos Aires.