“Objetivo: mi objetivo con este libro es mostrar mi vida, mi vida de un chico trans adolescente y medio ne­gativo. Voy a contar mi realidad día a día, mi pasado y mi presente. Ahora sí, acompáñenme hasta que empiece mi tra­tamiento hormonal con testosterona. Empecemos.”

Juan José Teti tiene quince años. Comenzó a escribir su primera novela a los catorce, cuando envió un mail a puntos suspensivos ediciones, impulsado por nuestro amigo, el activista Diego Watkins, comentando que estaba produciendo esta obra y que la finalizaría cuando tuviera su primera dosis de testosterona, es decir, cuando comenzara con el TRH (Tratamiento de Reemplazo Hormonal). Un año después, el primer borrador aterrizaba en la casilla de correo. Desde ese momento, el desafío fue convertir la obra de Juan en un libro de una persona que estaba atravesando la adolescencia, sin caer en ese temible extracuidado que deja sin agencia a quienes son niñas, niños o niñes y adolescentes, solo porque el documento no marca la mayoría de edad, entre otras cuestiones que el autor problematiza alrededor del DNI.

Las personas trans hemos sido históricamente apartadas del acceso a muchos derechos, entre ellos, al arte. En este caso, a la literatura. Esta problemática se extiende a las niñas, niños y niñes y adolescentes, en un mundo que peca de adultocentrista (podríamos decir que es un sistema de dominio donde la adultez se erige por sobre las personas que están en la minoridad). También, los relatos de y los tratos a las personas trans, llevan muchas veces, una carga de infantilización, de extra-cuidado, como si fuéramos más frágiles, menos capaces.

Juan viene a contarnos que nada de esto es verdad, al menos no para él. Y no por ser un chico trans, sino por ser un adolescente, con todos los movimientos que acarrea esta etapa, que se caracteriza por los cambios hormonales, cambios físicos y cambios sociales. Nueva escuela, nuevos grupos de amigues, nuevos movimientos en nuestra fisiología. Juan nos invita a ser testigos de todos ellos y nos cuenta, por si cabía alguna duda, que maneras de ser, hay muchísimas: “(…) Estamos en una sociedad donde siempre dependemos de otras personas, nos fijamos en ellas, nos compara­mos y con todo esto no tenemos tiempo para nosotres, ni siquiera para pensar cómo estamos. ¿Ya pensaste cómo estás? Bueno, si es así, sigamos. Esperá, Juan, yo no sé quién soy o lo que me gusta, debido a que nunca me lo planteé, pero ¿qué tipos de géneros y sexualida­des existen? (…)”, y pasa a anumerar.

En su relato, Juan nos va contando sobre su infancia, sobre sus diálogos con Julián, el muñeco con quien soñaba que le decía que su nombre no era el que le habían elegido al momento de nacer, sino otro, que reflejaba, también, otro género. Nos cuenta sobre el movimiento del colegio cuando expresó su deseo y su sentir interno con respecto a su identidad, las reuniones con el director, las charlas con su familia, con su niñera, las angustias, los sueños (ser arquero de fútbol entre otros). Pero sobretodo, nos habla de amor y de amistad. Les amigues de Juan están revoloteando constantemente en su novela, conteniendo, acompañando, divirtiéndose, viendo películas en los momentos en que faltan las palabras.

El libro de Juan no es solamente el libro de un adolescente trans. Es un escritor que desde los márgenes está disputando un espacio en los cánones literarios, desde los márgenes de lo correctamente etario, cisheterosexual, desde el conurbano, desde su experimentación con la poesía, desde el repensar las instituciones de la Salud, de la Educación, habitándolas. Por todo esto, Juan es lo que se diría “una voz no autorizada”. Sin embargo, estas autorizaciones son las que debemos revisar, no solo desde el adultocentrismo y la infantilización hacia las disidencias sexogenéricas, sino también como lectorxs. Los discursos alrededor de nuestras experiencias fueron siempre narrativas en tercera persona, que nos patologizaron, no nos contuvieron, no nos escucharon. Ahora, como Juan, escribimos nuestros propios relatos, donde el dolor, la alegría, la angustia, y cómo lidiamos con ellos, se resignifican e intentan sanar, como una opción, desde la producción literaria.

“Y sin darme cuenta grité en medio del aula: '¡Vamos, yo puedo!'. Todo el mundo se dio vuelta y me miró. Algunas per­sonas se rieron, pero no me importó. Yo agarré toda mi valentía y coraje. Con mis amigas y amigos que tenía (Lucía “Baka”, Agustín, Tiziano “Cejitas” y Felipe) había­mos decidido decirle al curso que a partir de ahora me voy a llamar Juan y no más Josefina o Teti. Estábamos en la clase de Ciudadanía y llamé al profe y le dije: “Pro­fe, ¿podemos hablar afuera?”.” Están todes invitades a leer a Juan y a construir un mundo donde quepan todas nuestras letras.

Se presenta el domingo 17 de octubre a las 19 en La Libre (Chacabuco 917, CABA), se consigue en www.puntossuspensivosediciones.com.ar