Sorprende poco que a Chris Cain, blues y jazzman nacido en Memphis, le "sorprenda" el afecto y la calidez del público argentino. También que insista en tal estado del ánimo al escuchar tocar a los blueseros de este lado del mundo, o disfrutar de ciertos paisajes. Son los rasgos que resalta ante una pregunta recurrente: "¿con qué impresión se fue de la Argentina cada vez que vino? "Sin dudas, Argentina es de mis lugares preferidos para tocar en tour. También tuve la suerte de recorrer el sur argentino con shows en Esquel... la Patagonia argentina es realmente un paraíso de la humanidad", agrega, agregando poco. Hasta acá, entonces, todo normal. Cain tocará por sexta vez en el país, este sábado a las 23.30 en La Trastienda (Balcarce 460). Lo hará secundado por la banda argentina Nasta Súper, a la que resalta como un grupo que podría tocar tranquilamente en cualquier lugar de Estados Unidos, y surcará las rutas argentinas con destino Tandil, Azul, Salto, Esquel y Neuquén, entre otros pagos. "Para esta ocasión tenemos un repertorio distinto a mis vistas anteriores, pero estarán los clásicos de siempre como "Helping Hand" o "Drinking Straight Tequila"... tengo grandes expectativas, porque va a ser un show genial, y el público será gran parte de la experiencia", supone el guitarrista y cantante, cuyas cuerdas (vocales y de las otras) van desde la tríada King, hasta John Mayer y Roben Ford, de cuya banda (The Ford Blues Band) fue guitarrista y cantante. Nada nuevo bajo el sol.

--¿Algo que sorprenda "en serio" de sus visitas anteriores?

--(Risas) Algo de mi primera visita, en 2010, porque en general las primeras visitas son las más sorpresivas. Recuerdo vivamente el show en La Trastienda, que estaba colmada. La gente me pidió dos veces un bis, y tuve que salir por la intensidad del pedido de que hiciera más y más temas. Cantaban algo todos juntos y muy fuerte, y al final del segundo bis, literalmente me zambullí desde el escenario al público. Estuve abrazando a todos, eran como trescientas personas, mucha energía positiva en la gente... eso lo recuerdo muy vivamente.

El reflejo aquel de zambullirse entre la gente torna las palabras de Cain un poco más saladas. Tanto como su voz honda, intensa y expresiva. O su amor por el blues, que le viene casi desde la cuna. "Tenía 3 años y mi padre, que era amigo de Albert King, me llevó a ver a BB King. Fue un punto de inflexión para mi vida", evoca el hombre, que por entonces pateaba baldosas en la Beale Street. "El otro eslabón fue cuando Albert, que me adoptó cuando murió mi padre, me enseñó a tocar la guitarra. Yo tenía ocho años y un destino difícil ya de esquivar", se ríe Cain, que nació con un pan negro bajo el brazo, y supo sostenerlo hasta hoy. "El blues es mi raíz, es todo mi ser. Como le dije, vengo de una familia netamente blusera. Desde muy pequeño iba a los conciertos de Albert, y con mi padre nos la pasábamos en los camarines con el maestro. Luego, con los años, tuve la inmensa honra de ser parte de su banda y tocar muchos años con él. El jazz también me gusta, por supuesto, porque la estructura musical de este género te permite explorar por otros caminos en la improvisación", sugiere, en una intervención, ahora sí, sin casete. 

Cain estudió música en el San Jose City College, donde precisamente profundizó en la improvisación propia del jazz. Y dio clases no solo de guitarra sino también de piano, bajo, clarinete, saxo alto y tenor. "La guitarra, como dije antes, fue el primer instrumento que llegó a mis manos y del cual me enamoré al instante. La guitarra (Gibson, por lo general) es una extensión de mi cuerpo y creo que nada se compara al sentimiento de tocarla. De todas formas, disfruto mucho también tocar el piano, al cual considero el rey de los instrumentos", sostiene el músico que, a la fecha, cuenta con cinco discos publicados: Late Night City Blues (1987); Cuttin Loose (1990); Can 't Buy a Break (1992); Somewhere Along the Way (1995); Shame Room (2003). "Del primero al último, son discos similares pero diferentes a la vez. Si bien el primero está más orientado al jazz, porque en esa época yo estaba con mi cabeza explorando otros caminos, en una búsqueda incesante. En los otros, también exploro y experimento, pero con el blues como base. El blues siempre estará ahí detrás de todo y delante de todo. El blues expresa la vida misma", señala, corriendo el péndulo otra vez hacia el costado de la recurrencia. "En estos días acabo de terminar mi último trabajo discográfico, que está por salir"

--¿De qué se trata? Hace catorce años que no publica un disco.

--Sí, claro, algo voy a mostrar en Buenos Aires. Es un disco con una sesión de vientos, en donde rindo un tributo al genial Ray Charles y a otros ídolos de la música. Estoy muy entusiasmado con él.

--¿Podría contar más sobre su vínculo humano y musical con Albert King?

--Como dije, con mi padre, que era muy amigo de Albert, fui desde pequeño a verlo tocar. Pero él, además, venía mucho a mi hogar... ambas cosas marcaron mi rumbo, sin dudas. Albert siempre fue como un segundo padre para mí. Luego de la muerte de mi padre, como dije antes, Albert me adoptó como si fuese su propio hijo. Tengo muchos recuerdos buenos y, pese a que era un tipo con pocas pulgas, porque tenía un carácter muy fuerte, a su vez era un gran hombre.