• Es la hora secreta de los amantes, la de los bancarios ajetreados, los camiones repartidores de gas, bebidas o nafta en sus correrías, las señoras en sus mandados céntricos o barriales. En ese paisaje de selva llena de cables, mensajes, ruidos y empujes de carros invisibles detrás de la pitanza, los amantes se encierran en el pequeño hotelito que mira a un palomar junto a una avenida del sur. Son dichosos porque nadie sabe de su guarida, de sus abrazos, y se encuentran protegidos mientras el mundo en guerra se encuentra distraído empujando y empujando hacia el puchero y la rutina.
     
  • "En la cama de los vivos este gil duerme la siesta" ‑tango‑ "El arquero salió tarde, estaba durmiendo la siesta"‑un relator‑ "Si quieres matar al fraile quítale la siesta y dale de comer tarde"; "Comida sin siesta, campana sin badajo"; "En la siesta y en el juego se conoce al caballero" ‑dichos anónimos. Lo cierto es que más alla de proverbios, retruécanos y frases tangueriles, el sistema de intercalar dentro del día una noche de persianas bajas rinde sus frutos y aumenta la posibilidad de transformarnos mientras dure el sueño de breve hibernación en animales seguros en sus madrigueras mientras afuera el mundo de cacerías lucha y se desangra.
     
  • Frase de políticos y sus bostezos sobre la siesta: "Dormir la siesta es como amanecer dos veces" (Perón). "Schiaretti les choreó hasta la siesta a los santiagueños" (frase de Luis Juez, actual embajador en Ecuador por Cambiemos acerca de la -según sus dichos- poca honestidad del gobernador de Córdoba cuando era interventor de la provincia de Santiago del Estero). "Diputado: hombre que se sacrifica por el pueblo, haciendo la siesta en el Congreso, en vez de hacerla en su casa". (De un periodista de USA en 1954)
     
  • "Y cigarras sonoras, y piedras calcinadas, se asoman a mis largas siestas, sin que concluya este lento desfile de puntos por mis manos. Y a ratos, en el aire que impregnan los manzanos, van y vienen dos frases: Eres mía. Soy tuya". En una declaración amorosa de Alfonsina Storni poco conocida quizás por el prejuicio que significaba para la época que una dama hablase de amoríos entre pares. El miedo enigmático y prohibido de la siesta todo lo sobrevolaba.

    Lo cierto es que mas allá de proverbios, retruécanos y frases tangueras el sistema de intercalar dentro de día una noche de persianas bajas rinde sus frutos y aumenta el mejor vivir. Y si no, veamos lo que dijo un estudiante luego de rendir su agotador parcial: "Voy a dormir tal siesta que cuando despierte en vez de consultar al reloj voy a tener que fijarme en el calendario".
     
  • "Una privación de sueño se controla durmiendo siesta. La gente siente que duerme, despierta refrescado y sigue el día con mejores condiciones laborables", le comenta a BBC Mundo Julia Santín, directora del Centro del Sueño de la Red de Salud de la Universidad Católica de Chile.

    También se recomienda para "gente que trabaja duro, obreros de la construcción, por ejemplo o camioneros así rinden más en sus labores". En suma: capitalismo, la explotación vigente hasta en el mismísimo sueño. No para resguardo de la salud, sino para una mejor producción.
     
  • "En estos días, echarse la siesta en España tiene un premio de mil euros. Casi 360 concursantes se disputan el título de "Campeón nacional de siesta". Un concurso que todos los octubres se celebra en un famoso centro comercial de Madrid y en el que los participantes luchan, eso sí, en la gloria, por ser el que más y mejor duerme. En esta peculiar competición se celebran 8 rondas al día, de 20 minutos cada una, en las que tienen que demostrar, no solo la calidad y la duración de sus sueños, sino también detalles tan personales como la vestimenta más creativa o la posición más original a la hora de reposar. Incluso el público puede elegir a su participante favorito. Los ronquidos son muy valorados.

    Los concursantes duermen acompañados de un pulsómetro digital que controla su ritmo cardíaco y cuyos datos obtenidos inciden en el puntaje.
     
  • Las historias de siesta en los trabajos es memorable. Dormir sobre un pilón de palets con mercadería bien en lo alto, a resguardo de las miradas, salvo que una grúa despierte al laburante sorprendido en el desplazamiento. Dormir en un baño de poco uso en el suelo enroscado como una pitón. Sobre escritorios sin uso en oficinas perdidas. Sobre el cuerpo de una compañera de oficina luego del amor siestero. Etcétera.
     
  • "Nunca se debe pronunciar su nombre en voz alta, hablar mal de él o silbar en horas de la noche, porque esto lo enoja. Puede vengarse molestando o ensañándose con esa persona. Un mero roce con sus manos peludas puede producir que la persona se torne zonza, muda o experimente temblores para el resto de su vida. Se dice que si se le imita el silbido, el Pombero puede contestar de manera enloquecedora. Por eso, y para no ofenderle, la gente creyente prefiere nombrarlo en voz baja y se guarda de pronunciar su nombre en las reuniones nocturnas. Puede molestar a sus enemigos tirándoles piedras o haciéndose invisible para luego mover las ramas de los árboles o imitar voces de animales salvajes o aparecerse como un asno sin cabeza y cosas por el estilo. Abre puertas y ventanas con violencia. Anuncia su presencia por un silbido agudo en medio de la callada noche. Busca asustar a la gente piando como ciertas aves cuando cae el sol, es otra forma de saber que el Pombero está muy cerca. Se dice que le gusta rondar a mujeres embarazadas porque piensa que es el padre o madres con bebés pequeños que no han sido bautizados y se les anuncia por las formas ya mencionadas.

    Las madres dicen a sus hijos pequeños que no deben de salir a fuera a la hora de la siesta porque pueden encontrarse con el Karaí Pyhare y éste se los puede llevar.

    Cuando Jorgito, natural de las cercanías del Impenetrable, en el Chaco, confiesa haberlo visto entrando al rancho de su tía, ella lo hace callar de un gesto. No sea cosa que recuerde que aquella figura era muy parecida a la de Hermigio, el hachero vecino.
     
  • En el 2015, en la previa de la elección para Presidente y en medio del cruce de acusaciones entre oficialismo y oposición por una "campaña sucia" en contra de Macri, el candidato presidencial de Cambiemos se tomó con un poco de humor el miedo que buscan sembrar sobre su gestión. "No voy a suspender la siesta a los santiagueños". La cuestión es que casi por decreto les quitó algo más que la siesta a los santiagueños: el sueño a la mayoría de los argentinos.
     
  • ‑¡Dios mío!, sentí retumbar en las canaletas de mi cabeza ‑esas cositas que imaginaba rosaditas, venitas azules palpitantes como las valvas del fondo de la mar, tirantes como chicles en mi cabecita de preescolar. Era la siesta en que Dios no estaba ni parecía vigilar. Solo aparecía en forma de voz sobre la almas de los réprobos. Por dichos uno se había enterado de que el demonio se aposentaba a esa hora en la zona lacustre y quieta de nuestra alma pecadora para meternos malos pensamientos, pero de ahí a verlo había diferencia. Ambos eran invisibles, amos de los huecos y las planicies, los fuegos, las perradas, los santorales y los inodoros. Allí vivían el uno y el otro. ¿Y qué eran los malos pensamientos? No significaban el asesinar a los padres o envenenarle los perros a la señora del chalé que jamás nos devolvía la pelota y que cuando lo hacía, la dejaba caer a nuestros pies tajeada por cuchillos o mandíbulas. Los malos pensamientos eran una mansedumbre que no condenaba a nadie pero machacaba. Tampoco era rogarle al Malo por el incendio del colegio o que el nueve de Independiente fallezca de imprevisto porque le había hecho un gol agónico al Gato Andrada. No, los malos pensamientos lo constituían las mujeres. Señoritas descubiertas en poses extremas. Señoritas desnudas que sólo pude espiar en unos naipes que mi padrino Varela daba vueltas con parsimonia cruel sobre el paño verde de su taller de sastre. Señoritas en pose de sirena dentro de calcomanías que se adherían al caño de las bicicletas.

    Los pibes grandes, nunca nosotros. Señoritas rellenas con cinturas exiguas y pechos inmensos. Chicas norteamericanas de las series, busconas; señoritas ronroneantes que en las escenas desaparecían bajo las sábanas tras una nube de tabaco. Chicas que se acostaban con espías de jopo o con bandoleros. Señoritas argentinas que bailaban levantando sus patitas en "Casino Royal", donde un Marty Cossens o un Chico Novarro hacían la parodia del singer negro o melancólico con pucho en la boca, acariciando con ternura las teclas del piano y pasando sus dedos con erotismo ingenuo sobre los hombros de una corista emplumada. Todo esto era la siesta.

 

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