Del tamaño de una hoja A4 y menos de dos kilos, RoverTito, el vehículo espacial compacto y low cost diseñado por estudiantes universitarios y profesionales de Argentina y Cuba, aspira a estar en la Luna en 2024, con el objetivo de buscar reservorios de agua y tubos de lava.

El proyecto del equipo SpaceBee ganó en agosto pasado el concurso “MoonRover” de la compañía Open Space, del que participaron compañías espaciales, institutos educativos y otros asociados vinculados a la tecnología e innovación.

Los especialistas que participaron del diseño pertenecen a las universidades nacionales de La Pampa (UNLPam), Córdoba (UNC), Río Negro (UNRN), San Luis (UNSL), Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB), Tecnológica (UTN-Facultad Regional Paraná), Cuyo (UNCUYO) y Tucumán (UNT), a las que se suman el Instituto Balseiro, la Universidad Provincial de Córdoba (UPC), el Instituto Superior de Taxidermia y Conservación, y el Instituto Universitario Aeronáutico (IUA), perteneciente a la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF).

La categoría en la que concursó el equipo requería diseñar un rover –vehículo espacial– de menos de dos kilogramos que cumpla con determinados protocolos de comunicación con otros dispositivos. RoverTito mide 20 centímetros de ancho por 30 de largo y puede ser comandado a distancia o trabajar de manera autónoma.

“En marzo nos enteramos que estábamos en la final e hicimos el click de que la cosa podía ser realizable”, explicó Thomas Coronel, formado en la UNT e ingeniero mecánico graduado en el Instituto Balseiro, uno de los tres miembros fundadores del equipo.

Con la financiación conseguida a través de la competencia, se realizará una “versión de ingeniería” de RoverTito, etapa en la que se probarán en tierra los componentes espaciales para asegurar la supervivencia del equipo ante las condiciones atmosféricas de la superficie lunar. El prototipo, que servirá también para simular el despegue del rover, estará listo para comienzos del año que viene. Con ese objetivo, parte del equipo SpaceBee trabaja en las instalaciones de la empresa INVAP, en Bariloche.

“A partir de ahí tenemos que buscar más financiamiento para hacer el modelo de vuelo, que lleva componentes muchísimo más caros y que se somete a otro tipo de ensayos para asegurarse de que definitivamente pueda ir a la Luna. Nosotros queremos cuanto antes hacer el modelo de ingeniería para tropezarnos y saber qué cosas tenemos mal”, adelantó el joven de 25 años.

El desarrollo del vehículo requirió la participación de especialistas en ingeniería mecánica, aeronáutica, electrónica e industrial, y en geología, diseño gráfico e industrial y telecomunicaciones. De los 21 integrantes, cinco son mujeres y a excepción de José Águila Alonso –cubano–, el resto son argentinos. Como requisito, ninguno de los participantes podía tener más de 25 años al momento de cerrarse la primera etapa del concurso en diciembre del 2020.

Para Coronel, este tipo de iniciativas genera mucho entusiasmo entre estudiantes y profesionales: “Charlar con mentores de empresas espaciales, teniendo entre 22 y 25 años –como tenemos muchos de los integrantes– y siendo estudiante te incentiva a pensar: ‘si ellos pueden, por qué yo no’”, detalló al Suplemento Universidad.

“El país tiene la capacidad de hacer estas cosas y vender tecnología de punta para afuera. En ese sentido estoy orgulloso” subrayó. Sin embargo, observó que “no es tan competitivo con trabajos de afuera, por el hecho de que acá no se paga muy bien. Por eso hay migraciones de profesionales hacia afuera del país”.