Si decimos “Wanda Nara” o “Mauro Icardi”, probablemente sepamos de qué estamos hablando. Ocurre que en paneles televisivos, pero también en radio y redes sociales, se ha dedicado parte de la agenda a abordar la ruptura y reconciliación de la pareja.

El asunto cobró repercusión a nivel mundial, y aquí propondremos leer la problemática con lentes feministas. Una primera cuestión por resaltar es que fue Wanda Nara quien expuso el tema en su perfil de Instagram. Tal situación demuestra cuánta repercusión pueden generar los/as influencers mediante una simple historia en una red social, al punto que la separación de una dupla famosa fue Trending Topic (tendencia en Twitter) mundial. En segundo lugar, este suceso muestra cómo los límites entre la vida íntima y pública se vuelven cada vez más difusos. Ahora bien, el problema no sería tal sin la intervención de los medios masivos de comunicación. Diversos conductores se han detenido a hablar de chats, fotos y audios entre los protagonistas, emitiendo todo tipo de juicios de valor, y dejando de lado cuestiones ligadas a la empatía y el respeto, aspectos que debieran mediar en toda práctica periodística.

Por eso, párrafo aparte merecen aquellos programas en los cuales panelistas han mostrado -entre ellos y estando al aire-, imágenes de la intimidad de la China Suárez (la supuesta “tercera en discordia”), riendo y proclamándose parte del team China o el team Wanda; como si se tratara de optar por una tribuna. Y en medio de tal agitación, mientras se expone a las mujeres, se resguarda a los hombres. Porque aunque no se hayan expuesto las fotografías en cámara, eso no quita que se haya ejercido violencia de género, estableciendo una puesta en escena que hurga en el ámbito privado de personas públicas.

Entre los ida y vuelta de cartas y descargos, la China Suarez sostuvo: “Me ha tocado relacionarme con hombres a los que les he creído siempre sus palabras: que estaban separados o separándose y que no había conflictos (...) hombres que luego guardaron silencio dejando que me comieran los lobos”.

Retomamos los posts de los involucrados no porque consideremos que haya que poner el eje sobre los mismos, sino porque permiten analizar situaciones que enfrentamos las mujeres en más de una oportunidad. Quizás a partir de estas publicaciones podríamos preguntarnos: ¿Por qué continuamos consolidando familias tradicionales si no hay deseo de hacerlo? ¿Por qué no proponer relaciones y modos de amor más justos y menos violentos para todas las partes? ¿Por qué no somos capaces de pactar con nuestras parejas, de forma sincera, la posibilidad de vincularnos con otras personas, si así lo quisiéramos? Es posible que el eje para responder a todas estas preguntas sea la responsabilidad sexo-afectiva. Y en cuanto a lo mediático: ¿Cuáles son los motivos por los cuales la intimidad de las personas sigue vendiendo tantas tapas de diarios/revistas y es tema en prime time?

Del mismo modo, en los días que corren fue noticia la carta que el futbolista escribió a su pareja para poner fin a la relación. El foco sigue siendo el mismo: la promulgación de discursos que vinculan a dos mujeres al “escándalo” y a un hombre que, detrás de un perfil bajo, apela a la victimización. Retomando las expresiones de Valeria Fernández Hasan en Página 12 , al prender la televisión o abrir las redes sociales y observar la cobertura del tema, pareciéramos estar ante “una danza de estereotipos del patriarcado”. Una danza en la cual se desdibuja la capacidad de acción de los hombres, en este caso de Icardi. Indudablemente, ellos tienen elección: no son actores pasivos, hay racionalidad en sus decisiones; y muchas veces es guiada por comportamientos machistas. Entonces, ¿por qué siempre ponemos el foco sobre las mujeres, mientras son sometidas a linchamientos virtuales, y otorgamos carta blanca a los varones?

Lo cierto es que, más allá de la farándula, conflictos como éste son útiles para cuestionar qué construimos alrededor de aquello que entendemos y practicamos como: amor. ¿Lo hacemos desde un ideal de romanticismo y perfección?

Aquí no hay princesas, ni villanas ni príncipes. Porque las relaciones de pareja implican conflictos y desigualdades, negociaciones y renuncias, pactos y contratos. Y las etiquetas poco sirven para analizar estas problemáticas.

Por otro lado, la “infidelidad” es un tema que los feminismos vienen abordando hace tiempo. Claro está que desde hace algunos años, y con cada vez mayor frecuencia, se van consolidando diversos modos de relacionarnos, comprendiendo que la monogamia no es una única opción. En tal sentido, el caso en particular podría ser clave para generar nuevos interrogantes y preguntarse: ¿qué cuestiones entran en juego cuando una mujer se acerca a un hombre que está en pareja, siendo consciente de ello? Pero también, ¿cuáles son los motivos por los cuales un hombre que se encuentra en una relación monógama miente o engaña y afirma que está separado ante una mujer con la cual pretende vincularse sexo-afectivamente? El punto de este escrito no es tomar posición por la versión de la China Suárez o la de Wanda Nara, sino re-pensar problemáticas que surgen en diversas relaciones.

Pongamos la lupa sobre un concepto fundamental de los movimientos feministas: sororidad. El mismo es utilizado para referir al establecimiento de alianzas entre mujeres y vínculos basados en el respeto y la “hermandad”, ante la lucha contra el patriarcado.

En esta nota proponemos retomar el concepto, porque si pretendemos reforzar la solidaridad es momento de construir formas de comunicación que dejen de lado estereotipos patriarcales y poco empáticos con las mujeres. Pero además, porque es menester ver a las mujeres que tenemos enfrente como compañeras y no como competencia. Citando a Simone de Beauvoir: “El feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente”.

* Licenciada en Comunicación UNQ

** Licenciada en Ciencias Sociales UNQ