María Teresa Andruetto escribe desde su casa en Unquillo, donde vive hace 21 años. Por su ventana se ve un bosque de algarrobos y espinillos. En primavera florecen los aromos, se pinta de amarillo el paisaje. Desde la provincia de Córdoba, la Tere despliega una obra literaria donde el habla vuela con cadencia poética en forma de poemas, cuentos y novelas. Además, hace micros de radio, dicta seminarios y conferencias, atiende con amabilidad. 

Es una de las escritoras argentinas más reconocidas del mundo, recibió el premio Hans Christian Andersen en 2012 y ahora está nominada al Astrid Lindgren, una distinción sueca también destinada a la literatura infantil, una definición que saca del encasillamiento, al entender que el arte es un espacio de libertad, donde las voces encuentran su propio ritmo y se hacen escuchar en su diversidad. 

Sigue difundiendo la escritura de mujeres, como empezó a hacerlo en talleres de barrios populares durante la primavera alfonsinista, a mediados de los 80: entonces, esos textos eran disparadores para generar una conversación. Muy rápido advirtió que nadie las mencionaba, en ninguna entrevista se hablaba de ellas. Todavía no publicaba, ni imaginaba siquiera que las novelas La Mujer en Cuestión, Lengua Madre o Los Manchados, entre otras, traerían a la literatura nuevas miradas sobre el terrorismo de estado, la identidad y la memoria colectiva como construcción en disputa. La distingue su disposición al diálogo, la cordialidad, la escucha atenta que es marca registrada de su obra literaria.

--En el texto Nietos, de tu último libro, Extraño oficio, decís “la verdad sobre lo ocurrido está repartido entre todos nosotros por todo el país”. Esa frase es constitutiva de varios de tus libros. ¿Cómo trabajas esa construcción compleja y contradictoria, incluso, de la memoria?

--No sé bien cómo sucede, pero sí que ideológicamente yo no pienso en una verdad monolítica, por más que como persona tenga una postura, de algún modo una militancia, porque he aportado con textos, con palabras, con el cuerpo. Pero a la hora de escribir, siempre he sentido una tensión muy interesante para la escritura entre lo político y lo estético, que son dos cosas que me interesan mucho. Digamos, siempre me he preguntado en qué consiste la politicidad de un texto y también creo que lo estético permite hablar de “las verdades” de una sociedad de un modo no autoritario. Entonces, hay una verdad histórica, pero cuando nosotros la vemos en el campo de lo social y bajamos a la gente común, a nosotros mismos, adquiere diversos matices, diversas formas. Bueno, porque las experiencias de vida también son distintas, los conocimientos, las edades, las situaciones con respecto a los hechos, la distancia temporal y demás. Entonces, a mí, desde la escritura me parece que lo político está en la capacidad de detonar preguntas, cuestionamientos y para eso la escritura puede ir a lugares adonde no va la verdad más consolidada y más general.

--En Lengua Madre, pero sobre todo en La Mujer en Cuestión, esta construcción que se aleja de la verdad consolidada está muy presente…

--Justamente, hace unos días hablaba con una persona que trabaja en el espacio de memoria del ex campo de concentración de La Perla y bueno, justamente, porque los organismos de derechos humanos, a la cabeza de las luchas, han logrado la reapertura de los juicios y justamente porque la justicia pudo ocuparse de ciertas cosas, en la literatura o en otra formas de la creatividad, se puede una ocupar de otros asuntos más sutiles, a los que la justicia no podría llegar, porque se disuelven en el campo de lo social, como es los comportamientos de cada uno de nosotros en relación a la dictadura, cosas que no son directamente un delito. A lo mejor alguna vez miramos para otro lado, o nos silenciamos, o no entendimos, o no escuchamos. Por miedo, por otras ocupaciones, por esfuerzos, por desinterés. Ir a mirar a esos lugares muy inmersos en la sociedad, cómo sostuvimos una dictadura con nuestra indiferencia, no nuestra absoluta indiferencia, pero nuestra pequeña cuota de indiferencia, o de soberbia, o de desprecio, o de miedo, o de ignorancia o lo que fuere. Ir a mirar ahí, eso me interesa mucho. De otras cosas se ocupa la justicia, por fortuna en nuestro país. Si no fuera así, tendríamos que contar historias más delimitadas en blanco y negro, pero por suerte hay un camino de justicia en nuestro país, de juicios, que nos permiten deslindar ciertas cosas para ocuparnos de otras.

El oído absoluto

“Contar es escuchar”, retoma de Úrsula K. Le Guin en el primer texto de Extraño Oficio, el libro publicado este mismo año por Random House, donde se puede leer una selección de sus columnas Gente Conmigo, que se emiten los viernes, cerca de las 9 de la mañana, en el programa Nada del otro mundo, que conduce Cristian Maldonado en la FM 102.3, de los Servicios de Radio y Televisión de la Universidad Nacional de Córdoba.

--En el libro hay otro despliegue de tu pasión por la oralidad ¿Qué relación tenés con la radio?

--Bueno, siempre me gustó la radio. Me gustan las voces. Hay, bueno ahora yo soy una escucha de la radio a la mañana o los sábados, pero cuando era más joven y era más noctámbula también escuchaba mucho en la noche. Hay una cosa con la radio que es histórica, porque yo viví en un pueblo y en una época en que no había otros modos de salir de la aldea. La manera eran los libros y la radio. También se une a la seducción que me provocan las voces. Me gustan mucho las voces. Digamos… hay muchas cosas. Por un lado, hay voces que son más amables con el micrófono, o que el micrófono las quiere más, como hay rostros que las cámaras quieren. Hay algo que es de la voz y hay algo de la relación de la voz con el micrófono. Y no pasa con todas las voces, hay voces muy bonitas que el micrófono no capta bien y hay otras que resultan muy radiofónicas. Bueno, todo ese juego de voces me gusta, como me gusta en la escritura captar la oralidad, creo que tiene que ver sobre todo con la diversidad de lo humano, la singularidad siempre me atrae mucho, el modo singular en que alguien habla.

La Tere responde con su voz calma y suave, la suya propia. Aceptar la invitación para hacer radio le trajo otras satisfacciones. “Muchas veces me ha pasado que hago algo que no sé bien por qué lo hago o tal vez es por acompañar a alguien. En este caso fue un poco así, sin pensar mucho. Pero con el tiempo empiezan a traerme de regreso muchas otras. Es como un mecanismo que yo tengo desde muy antiguo, es muy primario. No sé bien cómo se produce. Sé que hago algo y ese algo repercute. Ahora porque soy una escritora conocida, pero antes repercutía en otros ámbitos, de otras maneras no públicas. Y me trae cosas que me gustan y entonces vuelvo a hacer y me siento agradecida y me vuelve más y se produce como una especie de camino de acumulación amorosa te diría. Es, como te digo, un mecanismo muy antiguo, como una especie de estructura primaria para ser querida, supongo.

Las formas del amor

Querer a Andruetto es inevitable cuando se la lee. Crea una acumulación amorosa en forma de textos, ya sea novelas, cuentos (como los de Cacería, No a mucha gente le gusta esta tranquilidad) y poemas. En 2019, Ediciones en Danza publicó su Poesía Reunida. Cleofé, Kodak, Beatriz, Sueño Americano son algunos de los títulos de su vasta obra poética. En este momento, está girando por el país la obra teatral Los Ahogados, un cuento que Tere publicó por primera vez en Verano/12. La compañía Teatro de Ilusiones Animadas la pone en escena letra por letra, utilizando dispositivos del teatro de objetos. En la ciudad de Córdoba, en septiembre, se estrenó Lengua Madre, dirigida por Daniela Martín y Nicolás Giovanna, interpretada por Laura Ortiz y Diana Lerma, con la voz en off de Elena Cerrada. La acumulación amorosa se amplía en círculos concéntricos. 

Lengua madre cuenta la historia de Julieta y su mamá Julia, que debió vivir escondida durante la dictadura militar. “Le han quedado en la boca, en las palabras, muchos rastros de la tierra donde se crió, donde están unidas las tres para siempre. Abuela, madre, hija. Las tres. Ama y odia este país ahora que hace años que vive en otro y habla a diario en otra lengua, ahora que hace tiempo que investiga en una tercera lengua la escritura de (Doris) Lessing, pero sabe que está hecha de esta tierra y de estas palabras, de cada palabra que ha oído”, se puede leer en la página 61. 

Doris Lessing es crucial en esa novela, vehículo de una parte de la trama.

--¿Cómo empezó tu interés por las escritoras mujeres?

--Es muy antiguo, pero ya en la vida adulta. En los años 80, la provincia de Córdoba me contrató para unos talleres. En la primavera alfonsinista hubo muchos talleres que distintas instancias estatales promovían como reparación del tejido social, y entre esos me contrataron para unos talleres con mujeres. Uno de esos grupos eran mujeres de un barrio de Córdoba extremadamente marginal, rodeado por tres cementerios, vecino a lo que fue el campo de concentración El campo de la Ribera, que hacía muy poquito que había estado -digamos- en funcionamiento. Ese grupo eran mujeres precariamente alfabetizadas, con ninguna relación con la literatura. Yo empecé a llevar textos de escritoras mujeres, fragmentos que me gustaban y yo los leía, y a partir de eso sucedía alguna conversación. El objetivo no era el conocimiento de esas autoras, sino la consonancia como disparador para conversar acerca de algunas cosas. Yo no publicaba todavía para nada, ni pensaba que publicaría alguna vez. Y paralelamente empecé a advertir, y les habrá pasado a muchas otras, que cada vez que leía notas de escritores, ninguno mencionaba una mujer cuando le preguntaban qué leía, qué estaba leyendo, qué le gustaba o lo que fuere, siempre hablaba de otros varones.

--Estaba muy naturalizado…

--Me empezó a hacer ruido eso, claro que sucedió paralelamente a una pequeña militancia feminista que tuvimos en Villa Allende. No le llamábamos feminismo, pero estábamos viendo problemáticas comunes con otras mujeres, en ese barrio al que habíamos ido a parar en un FONAVI, porque veníamos de situaciones habitacionales muy complejas. Fue como un despertar. A la vez, yo acababa de ser madre. Entonces,  creo que todas esas cosas influyeron y entonces empecé a leer más atentamente a mujeres, que había leído, pero a buscarlas más, a leerlas con otra atención. Cuando empecé a tener más presencia como docente o como formadora de maestros en hábitos lectores, todavía no era Tere, la escritora, empecé a citarlas más, ya de un modo más consciente. En vez de decir qué escritores le gustan más, bueno, a mí fulana, mengana. Bueno, meter ciertas mujeres que me gustaban.

--Y la intensa tarea de promoción, que derivó en la Colección Narradoras Argentinas ¿cómo surgió?

--Cuando empecé a escribir y a publicar, cada vez más las he citado, también porque cada vez más las he ido leyendo, descubriendo y disfrutando. Luego empecé hace muchos años hacer unas notas para un diario, La Voz del Interior, hablando de escritoras. Después hice un blog. Pasó el tiempo de los blogs y se nos ocurrió con otras dos mujeres armar la Colección Narradoras Argentinas, ya en otro momento, cuando las escrituras de mujeres ya tenían más visibilidad, pero pensando en las que estuvieron antes, en las que fueron armando un camino. Ahora ya ha cambiado, pero a veces me pasaba que escritoras interesantes no conocían a otras, de otros tiempos, no las habían leído, no las habían escuchado nombrar siquiera. También pensando que nadie se hace solo y nadie se hace sola, sino que hay otras que han ido armando… Esto es una cadena, un enlazamiento, y entonces una construye sobre cosas que estuvieron antes y a su vez aporta, tal vez, en el mejor de los casos, un eslabón, para las que vienen después. Aunque una no haya leído a las anteriores, lo mismo están en nosotras.

Seguir la huella

La Colección Narradoras Argentinas de la Editorial Universitaria de Villa María (EDUVIM) es dirigida por Andruetto junto a Carolina Rossi y Juana Luján, y desde 2013 lleva adelante una tarea de reposición de autoras, como Elvira Orphée, que habían sido olvidadas. “La colección está teniendo, en este último tiempo, más visibilidad a la luz de los movimientos de mujeres, de las formas del feminismo, mujeres y no binaries y trans y travestis y todas las movidas. Por ejemplo, la edición de la Historia feminista de la literatura argentina, y una cantidad de cuestiones que aparecen. Entonces todo eso abriga a la colección la pone en un enlazamiento con otras manifestaciones”, dice Andruetto, contenta porque eso arma “un tejido”.

--¿Con qué escritoras argentinas te sentís emparentada?

--Yo tengo 67 años. Tengo afinidades y enlazamientos con gente de mi generación, con mujeres más grandes y también con más jóvenes, porque pienso también que, como he empezado a publicar a los 40, también tuve una salida pública más cercana a generaciones posteriores. No digo a las muy jóvenes. Estoy descubriendo siempre autoras. Bueno, soy muy lectora y me interesa también la diversidad de las lecturas. Ahora he estado en el jurado del premio Sara Gallardo y ahí tuve la oportunidad también de descubrir a escritoras que no conocía, algunas con su primera novela. Me parece muy interesante todo lo que se está dando. La literatura argentina es muy potente, no solamente la escrita por mujeres. Es una literatura muy fuerte y lo ligo en buena parte a lo que ha hecho la educación pública en nuestro país, porque nos ha permitido a personas que veníamos de sectores que no son de élite, e incluso de los lugares más recónditos del país, acceder a estudios superiores o a campos culturales que permiten que se pueda escribir desde distintos lugares y condiciones, en esa gran tela que es la literatura de un país.

--¿Qué estás leyendo ahora?

--En este exacto momento estoy leyendo una novela de Marina Yuszczuk, "La inocencia". Y estoy leyendo cosas para las columnas, y también por trabajo, estoy leyendo unas tesis de la Maestría de Escritura de la Universidad 3 de febrero.

--¿Cómo te sentís con este momento que está viviendo el feminismo?

--A mí me parece muy interesante todo lo que está sucediendo, la transformación que se ha dado en estos últimos años, por los feminismos, hablaría en plural otra vez, con la diversidad, que también me interesa mucho. A mí particularmente me interesa un feminismo que articule género, raza y clase social. Ese cruce me interesa muchísimo y por eso digo los feminismos, porque se puede entrar desde distintos posicionamientos. Los feminismos latinoamericanos tienen mucho más de eso que a mí me interesa que los feminismos más a la europea o más norteamericanos, aunque también han ido cambiando. Me parece muy fuerte todo lo que está marcando en la agenda política, en los modos de comportamiento, en las cosas que tan fácilmente se decían y ya no se pueden decir o hacer más. Bueno, es un movimiento con toda su diversidad, su fuerza de transformación y su no encasillamiento. Entonces, ahí está su poder y ahí está una interpelación a estar pensando todo el tiempo en los modos, la forma y demás. A mí me resulta muy interesante, muy fuerte, me siento interpelada y a la vez muy inmersa, en este movimiento. Me parece que también ha cambiado mucho las relaciones entre madres e hijas. También yo lo veo por la relación que tenía mi generación con las madres y la de las generaciones actuales con sus madres.

En el nombre de la madre

En ese momento, Andruetto hace un aparte: se ha quedado pensando en una frase dicha durante la entrevista, a raíz de Lengua Madre, y mentando a otra entrevistada: “la sororidad más difícil es con la madre”.

La retoma: “Sí que es posible la sororidad con la madre, pero en mi generación, a veces eso se vio más tardíamente. Creo que también porque era el deseo subterráneo de nuestras madres. Nosotras, cuando éramos adolescentes y salíamos al mundo, queríamos parecernos a nuestros padres, a los varones. O sea, ser mujeres que trabajáramos como ellos, que tuviéramos un lugar público como ellos, que fuéramos valoradas como ellos. Creo que nuestras madres inyectaron eso en nosotras. Estoy generalizando, por supuesto, pero inyectaron mucho de ellos, en desmedro de ellas mismas, para que tuviéramos un lugar público de actuación. En cambio, en las generaciones actuales, ya en otro momento histórico, y yo lo veo con mis hijas, pero lo veo más aún todavía en las muy jovencitas, hay una valoración y una recuperación muy fuerte de las fuerzas de sus madres, de la potencia de sus madres.

Foto: Juana Luján.

--¿Te gusta ir a movilizaciones feministas? ¿te sentís convocada?

--Esa es una de las cosas que más extraño, con las restricciones sanitarias y los cuidados. Justo, alguien me mandó una foto de una de las movilizaciones por el aborto y yo me miraba y digo: “Ay, cómo estoy riendo”. Esa movida, esa fiesta popular, las marchas por el aborto, las luchas feministas, las marchas del 24 han sido siempre momentos de regocijo y de encuentro con los otros, con las otras.

--¿Qué otras cosas sentís que nos sustrajo la pandemia?

--Estoy sintiendo ahora, en este tiempo, una distensión por el aumento de vacunas, yo misma lo siento en el cuerpo, como un afloje de los temores o de los cuidados. Probablemente, hay cosas que van a quedar, ciertas formas de cuidado. Son cosas quizás pequeñas en relación a todo lo duro que ha pasado en este tiempo. Por ejemplo, alguien me invita el domingo, nos encontramos y dice: “bueno, cada uno venga con su mate”, cosas que antes no sucedían. Como los barbijos, muchas cosas, los encuentros tan multitudinarios que hacíamos. Yo en lo personal, lo que más he extrañado es el encuentro con amigos y las movilizaciones populares. Siento que podríamos haber hecho muchas luchas y acompañamientos para ciertos proyectos nacionales, populares y de adquisición de derechos o de defensa de otros, si no hubiéramos tenido que abandonar la calle por las restricciones sanitarias. En lo personal, eso es lo que más siento, pero yo de algún modo soy una privilegiada, porque soy jubilada, puedo trabajar en mi casa con una computadora. Pero sí hubo muchas pérdidas, muchas muertes de personas queridas. Fue tremendo procesar eso, tanto dolor, que lo atraviesa a uno, si tiene un mínimo de sensibilidad.

--Un dolor que va a dejar marcas.

--Claro, pensar en la generación de los jóvenes, los adultos jóvenes, muchos de ellos con restricción laboral. Yo vivo en una zona donde hay muchos narradores orales, hay muchos artistas de teatro alternativo, artesanos, hay mucha gente que no tiene un dinero fijo mensual y que han tenido restricciones muy fuertes. Bueno, hemos tendido algunas redes. Ha sido eso muy difícil y luego también pienso en los muy jóvenes, porque a veces las personas más grandes hemos dicho, generalizando, que los jóvenes no se cuidaban. Pero también está la dificultad de ser muy jovencito y no poder juntarse con amigos, cursar el último año del secundario sin toda esa fiesta que se vive con otros y tener que hacerlo virtual. Me parece que cada generación ha tenido su forma de dolor en este tiempo, en algunos casos porque la muerte ha sido más frecuente en personas más mayores, en otros casos por problemas de trabajo, las cuestiones de dinero y en otros casos por la dificultad de encontrarse con el otro sexualmente, y toda la restricción a eso que se hace en la confianza de los cuerpos, o que se hacía en la confianza de los cuerpos, antes del virus. Por otro lado, tenemos una conciencia mayor que nunca de todo lo que le hacemos a la naturaleza para que estén pasando estas cosas. Tenemos nuestra cuota parte de responsabilidad como humanos.

--Sos reconocida internacionalmente por tus libros dedicados a las infancias, pero sos muy crítica de ciertas formas de entender esa literatura, que está más enfocada en lo pedagógico que en el regocijo literario.

--Tengo que decir que hay un crecimiento muy importante de la literatura destinada a niños y jóvenes en nuestro país, justamente, una toma de conciencia cada vez más fuerte. También tiene que ver con la cantidad de personas que han hecho estudios literarios superiores en literatura para niños y jóvenes, desde la literatura y no desde otros saberes. Entonces, hay una valoración, un crecimiento de la crítica, un crecimiento de la docencia, un crecimiento muy grande de la incorporación de la literatura, el aporte del Estado en compras. Ahora ha vuelto a haber compras de libros que van a las escuelas, después del impasse que ha habido en el gobierno anterior, que suspendió las compras. En líneas generales, si uno mira hacia atrás, hay un crecimiento muy grande, con todas las diferencias de acceso que hay en nuestro país. Eso es algo que no se puede olvidar. Espero que eso mejore, siempre es nuestra esperanza. Las diferencias sociales y económicas y de accesos culturales están, pese a que algunas cosas parecen haber sido ganadas para siempre. Y aun así, tengamos siempre que estar defendiéndolas, como la educación pública y la salud, que son grandes baluartes para nosotros como sociedad, pero hay mucha diversidad de condiciones. Somos una sociedad que necesita crecer en la equiparación de recursos. Ese es el norte, la aspiración, la ambición que una siente.

--Volviendo a la literatura infantil, venís señalando que pierde riqueza si el énfasis está en “el mensaje”.

 

--Me parece que hay mucho crecimiento, aunque por supuesto hay muchos textos que son muy utilitarios y que no tienen un desarrollo de lenguaje. Yo vuelvo a esta tensión entre lo estético y lo político, acá también sería entre lo estético y lo “educacional”. Porque me parece que es la gratuidad de un texto literario lo que permite el despliegue de la interpretación del otro. Y no hay tantos espacios de libertad como los que ofrece el arte. En una sociedad que por ahí tiende -incluso desde los medios masivos de comunicación-, a aplanar el pensamiento y hacerlo unívoco, la literatura, el arte, las formas creativas permiten un disentir y permiten un desvío en busca de algo propio, de algo singular, que no obedezca a una voz unívoca.