“A mi entender, My Bloody Valentine fue una influencia importante”, le dijo Gustavo Cerati al Zorrito Von Quintiero durante una entrevista para el canal MTV. “Cambiaron la manera de tocar la guitarra y la forma en la que se mezclaban los discos”. Esa influencia quedó patentada especialmente en el disco Dynamo, punto de inflexión artístico de Soda Stereo lanzado al año siguiente de la obra cumbre del cuarteto irlandés: Loveless. Ese trabajo fue además el clímax del shoegaze, género cuya denominación hace alusión a la forma de tocar de sus violeros, quienes preferían mirar los cordones de sus zapatillas antes que al público. Aunque también se convirtió en su testamento porque le puso la vara muy alta a una escena hasta entonces underground. Lo que inicialmente era un pop ruidoso y distorsionado, devino en una expresión musical compleja, ambiental y abstracta. Algo tan onírico que daba la sensación de flotar en una pila de colchones sonoros.

Además de Cerati, músicos del calibre de Brian Eno, Robert Smith (The Cure), Trent Reznor (Nine Inch Nails) y Billy Corgan (The Smashing Pumpkins) también fueron deslumbrados por Loveless. Sin embargo, cuando salió a la venta, el 4 de noviembre de 1991, Creation Records, sello discográfico que en septiembre de ese mismo año lanzó otro de los grandes discos de los noventa, Screamadelica, de Primal Scream, sintió más alivio que alegría. Y es que estuvieron al borde de fundirse económicamente, a partir de la bipolaridad de la banda durante la concepción del álbum. El propio líder del grupo, Kevin Shields, confesó que todo salió mal desde el principio. “Alan McGee (mandamás de la disquera) estaba arruinado y no pudo pagarnos el estudio. Así que nos confiscaron las cintas de los primeros días”, recordó el cantante, guitarrista y productor. “Todo fue cuesta abajo desde entonces y no supimos controlar los vaivenes”.

Una vez que My Bloody Valentine entró en los estudios Blackwing, de Londres, en febrero de 1989, el sello y el propio artista creyeron que la grabación iba a durar cinco días. Pero se transformó en una odisea de dos años, que los llevó por 19 salas de grabación y por la que desfiló una cantidad desopilante de ingenieros de sonido: 16. Al punto de que se estima que el disco terminó costando 250 mil libras esterlinas (34 millones de pesos argentinos, al cambio actual). A 30 años de su aparición, Loveless puede ser entendido como un brutal ejercicio de autoexigencia y minuciosidad de Kevin Shields, lo que, sumado al carácter difícil y maniático del frontman, afectó la salud mental de los demás integrantes. Antes de ponerse en marcha con semejante proyecto, la banda creada en 1983 en Dublín tenía fama de vanguardista. Respaldada por su disco debut Isn’t Anything (1988), lanzado apenas se establecieron en la capital inglesa.

Este trabajo sirvió de preludio de lo que se venía: utilizar los instrumentos tradicionales del rock para no hacer rock. O al menos para desmenuzarlo hasta transformarlo en otra cosa. Un viaje hacia ninguna parte capitaneado por la conjunción del reverb, el brazo del trémolo de las guitarras, la repetición en loop, la melodía esotérica y la fragilidad de las voces femeninas. Sin embargo, Shields y los suyos no sabían que ése sería el identikit del álbum hasta que se vieron inmersos en ese océano de experimentación. Lo que les llevó tiempo comprender. Cuando al quinto día de la grabación se dieron cuenta de su desorientación, los desbordó el pánico. Tras descartar a varios ingenieros de sonido, My Bloody Valentine encontró en Alan Moulder a uno de sus mejores traductores. Al trabajar con Jean-Michel Jarre, aprendió sobre las texturas y la electrónica, lo que puso en práctica en discos como Automatic, de The Jesus and Mary Chain.

En medio del proceso, el cuarteto publicó el EP Glider. De ahí se tomó prestada la canción “Soon”. Esa oda al baile, envidiada por la movida Madchester, cierra el repertorio. A partir de ese momento, Shields halló el rumbo. Pero Moulder tenía compromisos con otros artistas, por lo que no podía estar a tiempo completo. Entonces entró en escena la otra ingeniera de sonido con la que se sintieron a gusto, Anjali Dutt (su currículo incluye a Oasis, Spaceman 3 y Swervedriver). Al retomar Loveless, Moulder, con quien también hicieron el EP Tremolo (atravesado por el auge del éxtasis y del que se raptó el tema “To Here Knows When” para el disco), se dio cuenta de que My Bloody Valentine había avanzado muy poco. Cuando se fue a trabajar con The Jesus and Mary Chain, ni siquiera estaban listas las voces. Lo que terminó sucediendo entre mayo y junio de 1991, sesiones en las que Blinda Butcher, cantante de la banda, tuvo un protagonismo tremendo.

De los 11 temas del disco, ella compuso cuatro. Incluyendo el único single promocional: el popero “Only Shallow”, que, al igual que el resto de las voces, fue grabado con la cabina tapada por cortinas. Cuando los músicos estaban satisfechos con la toma, la abrían y le hacían señas al ingeniero de sonido. Lo que más rápido salieron fueron las baterías. Debido a que Colm Ó Cíosóig (“Touched” es de su autoría) padecía problemas físicos, sólo estuvo dos veces. El resto son samples. Sin embargo, corrió con suerte porque la bajista Debbie Googe (actuó en Buenos Aires, en 2014, acompañando a Thurston Moore) no llegó a tocar. Podía ser frustrante trabajar con Shields, quien, en plan de Brian Wilson en Pet Sounds (obra maestra de los Beach Boys), intentaba explicar lo que tenía en su cabeza. Las calamidades los acompañaron hasta el final. Poco antes de entrar a mezclar el álbum, Shields y Butcher sufrieron tinnitus, y al momento de mezclarlo la computadora desincronizó todo el disco.

Loveless, cuya ensoñadora tapa es de la autoría de la banda (basada en una foto de Angus Cameron), no fue un éxito comercial, aunque fue alabado por la crítica musical. A pesar de eso, el sello rescindió el contrato del cuarteto. No querían volver a pasar por esa experiencia. Antes de romper el vínculo, invirtieron en una mini gira por el norte de Inglaterra, secundada por una europea y otra estadounidense en las que Shields puso a prueba el nivel de tolerancia de volumen del público para recrear los tonos altos del disco. Casi lo linchan. Seis años más tarde se separaron, y regresaron al ruedo en 2007. Lo que dio como fruto un álbum fabuloso: mbv (2013), por el que recibieron varias ofertas para venir a Sudamérica. “Siempre nos dijeron que allá tenemos que permitir que nos graben, pero no podemos. Es imposible”, explicó en 2021 el artista influido por The Beatles, Ramones y Public Enemy. “Nadie puede mezclar mi música”. Hay cosas que nunca cambian.