Horas antes de que Jorge Drexler se subiera al escenario del Teatro Melico Salazar, se estableció la cuarentena en Costa Rica. Por lo que el cantautor uruguayo se quedó con las ganas de interactuar y disfrutar de sus fans en ese país centroamericano, aunque no se privó de actuar en el aforo. Lo que terminó por convertirse en uno de los primeros streaming que se hicieron tras la aparición de la Covid 19. Hasta inspiró “Codo con codo”, que, por esas paradojas de la vida, estuvo nominada en la categoría “Canción del año” en los Grammy Latino de 2020. Si bien no se volvió a saber nada de él luego de la premiación, el artista usó el formato recitalero por excelencia de la pandemia para anunciar en junio pasado su vuelta a los shows presenciales. Primero en España, donde reside desde hace poco más de 20 años, a lo que le secundó una agenda que ya abarca varios países americanos. Incluso suelo tico.

Por lo pronto, el Río de la Plata no forma parte de esta serie de presentaciones. Pero ganas no le faltan de reencontrarse con el público de ambas orillas. “A pesar de que tengo reservas en muchos lugares, no quiero decir nada hasta que la cosa no se aclare realmente”, dice el cantautor, Zoom mediante, desde su estudio en Madrid. “Estoy deseando ir para allá. Me muero por estar en Buenos Aires. Espero que pueda ser pronto”. 

Drexler promociona su último single, “Tocarte”, y el anterior, “La guerrilla de la concordia”, en cuyo video se lo puede ver haciendo las veces de reverendo protestante, amparado por un coro de gospel. Al mejor estilo de las feligresías del suroeste de los Estados Unidos. Sin embargo, aún no pasaron cinco minutos de charla, y al montevideano ya le hace ruido que lo cataloguen como artista mainstream. “Sería importante que se lo preguntes a un artista realmente mainstream”, devuelve, para después reírse.

-¿Cómo que no lo sos? Si hasta ganaste un Oscar...

-No lo forjé yo. Me lo dieron. Estoy muy contento con la difusión que tiene mi música, y de que haya gente que la conozca y que me llamen de muchos lados. Siempre tuve conflicto con el concepto de mainstream porque siento que he jugado en ligas chicas. En la realización de mis discos, he elegido ir por las carreteras comarcales, en vez de por las autopistas. Nunca opté por trabajar con equipos de producción realmente grandes. Las personas con las que trabajé se forjaron y suelen moverse por esas carreteras comarcales. De manera que hemos aprendido juntos a lo largo de ese tránsito. Por eso todos mis discos se hicieron de una forma muy artesanal. Con muy poco peso de la industria en lo que pasaba en ese proceso de laboratorio. Así que gocé de una independencia muy grande, trabajando tanto con una multinacional como con el sello independiente con el que hice mis primeros discos en Uruguay, Ayuí. No tengo menos libertad en comparación a cuando trabajaba en mi país. Estéticamente, estoy fuera de los condicionamientos del mainstream. Y eso me pone muy feliz, porque quiero pelear esa guerra en mis propios términos.

Su prejuicio para con el mainstream va tomando sentido cuando asegura que los uruguayos defendieron mal su idiosincrasia. “No supimos hacer marketing del tango, del dulce de leche ni de la milonga”, ironiza. “Si bien ahora mejoramos en eso, y es bien interesante lo que está pasando, somos un país de segundos planos por las dimensiones que tenemos”. 

Sin embargo, por más escéptico que se comporte, su obra no ha pasado desapercibida. Ni siquiera para un artista de un universo musical opuesto como C. Tangana, quien lo invitó a poner su voz en su más reciente disco, El madrileño. Desde que apareció en febrero, el segundo álbum del rapero y cantante español rankea entre los mejores de 2021. “Creativamente, ha sido una de las experiencias más importantes que tuve en los últimos tiempos”, reconoce el músico de 57 años, coprotagonista en el tema “Nominao”.

-¿Tan importante fue esa experiencia para vos?

-El madrileño me parece no sólo el mejor disco del año, sino de esta era. Según mi punto de vista, ha sentado unas bases de contemporaneidad, estilo y raíz que son muy difíciles de encontrar. Es un proyecto que está totalmente al día, y que también se enraiza con la tradición española. Al nivel de El mal querer, de Rosalía, donde de paso él escribió los textos. Soy muy admirador de ambos. Es un milagro que hayan aparecido dos cabezas así, y en un periodo de tiempo tan corto.

-¿Cómo conociste a C. Tangana?

-En una entrega de los Grammy Latino, en 2018. Lo fui a buscar a la alfombra roja para decirle que me encantaban las letras del disco de Rosalía. Le dije que sabía que había participado en ellas, y lo felicité. El me devolvió el elogió, y me dijo que escuchó mi música. Así fue como me vinculé con otra generación y otra manera de hacer música. Siempre me pareció más interesante colaborar con gente diferente a mí que con gente que se me parece, porque me interesa el trayecto hacia otros géneros. Entonces quedamos en vernos en Madrid.

-En “Tocarte”, tu nuevo single, participa C. Tangana. ¿Fue una manera de devolverle el gesto?

-Lo primero que hicimos no fue “Nominao”, sino “Tocarte”. Sucedió en este mismo estudio, con estos instrumentos que ves aquí. Con percusión menor de mano, con este güiro y unas maracas mal tocadas. Nos juntamos en junio de 2020, durante ocho horas. Para que tengas una idea, “Nominao” es de noviembre de ese mismo año. “Tocarte”, de la que estoy muy orgulloso, tuve que guardarla con mucho celo, y apretando los dientes. Desde el primer momento, tenía muchas ganas de mostrarla. Pero en la pandemia estaba como confundido, al no tener plazos ni contacto. Esa época me significó una especie de mareo. Apenas retomamos la gira en julio de este año, y comencé a tener contacto con mis músicos y el público, decidí sacar “La guerrilla de la concordia” y, seguidamente, “Tocarte”.

-¿Tenés más canciones nuevas para mostrar?

-Estoy en el proceso de revisar la gran cantidad de cosas que estuve escribiendo, pero que no pude terminar. En la pandemia me fue muy difícil. Me faltaba el último golpe de onda, el contacto con la gente. Ahora estamos encaminando esas canciones hacia un disco, que saldrá en algún momento del año que viene y que incluirá “La guerrilla de la concordia” y “Tocarte”.

-Pasaron ya cuatro años de tu último disco...

-No cuento el 2020.

-Colaboraste en Portas, el nuevo disco de Marisa Monte. La pandemia la obligó a trabajar de forma remota, lo que decantó en que fuera su trabajo con más invitados. ¿Cómo fue el caso de estos dos singles y de los temas que tenés a medio armar?

-Cuando te ves enfrentado a una privación de tus hábitos y del contacto humano tan salvaje y a la vez tan mundial, como sucedió en la pandemia, salís con muchos esquemas cambiados. Salís con ganas de disfrutar de la vida, con ganas de jugar, de juntarte, de tocar a la gente. De ahí viene “Tocarte”. Está escrita en pleno aislamiento, en este cuarto, con mascarilla. Entramos con mucho miedo. Nos juntamos mi hijo Pablo, que pasó la pandemia en esta casa, Tangana, Víctor Martínez (mano derecha del rapero y cantante madrileño) y yo. Eso básicamente rompía la burbuja para trabajar.

-¿También metiste al coro de gospel en ese cuarto?

-Siempre me dio pudor el gospel, al igual que su formato medio de musical. No tiene nada que ver con lo hice antes. Ahí pensé: “¡A cagar! Hago lo que tenga ganas de hacer”. ¿Qué es lo que me pedía el cuerpo?: juntarme con un montón de gente, ahora que se podía. Metimos en una habitación a 14 personas maravillosas. Dos semanas antes, eso estaba prohibido. Era una de las actividades más peligrosas de todas. Nos hicimos las PCR, y todo el mundo a cantar. Entré en la pandemia con “Codo con codo”, que habla de una sensación individual, y estaba saliendo de ésta con una canción colectiva que hablaba en plural. Eran las ganas que tenía, y de paso con el histrionismo y la sensación de catarsis espiritual que tiene el gospel.

Si “Tocarte” cuenta cómo una interacción tan habitual como el abrazo o el beso se convirtió en una acción de riesgo durante la pandemia, “La guerrilla de la concordia” anticipa el progresivo regreso a los reencuentros. Además, el lanzamiento de este flirteo con la música afroestadounidense, el pasado 7 de julio, coincidió con el cumpleaños 80 del filósofo español Antonio Escohotado, a quien Drexler le dedicó el tema. También se presenta a manera de antípoda de su canción “Telefonía”, donde el eje es la comunicación desde la intimidad, al apelar por el colectivo. Lo que refuerza con la convocatoria al coro Gospel Factory, dirigido por Dani Reus. “Es un grupo de gospel de verdad”, enfatiza el uruguayo. “Su director se crió cantando en una iglesia afrocubana en Miami. Era el hijo del oficiante. El coro está armado por personas de Guinea, de Colombia, de España, de México, y de Costa Rica”.

-A partir de estos dos temas, y de lo que contás, pareciera que tu próximo álbum será muy diferente al último, Salvavidas de hielo (2017). Incluso más ecléctico.

-No puedo responderte esa pregunta porque no lo sé. Estoy con mi productor de los últimos discos y mi ingeniero de sonido, en este preciso momento, trabajando en la habitación de al lado. Intentamos que esas canciones tengan un hilo conductor, algún elemento en común. “Tocarte”, por más electrónica y urbana que sea, está hecha con instrumentos percusivos y con la guitarra. En tanto que en “La guerrilla de la concordia” son voces humanas las que mandan, por más que haya un piano.

-¿Cuál sería entonces la búsqueda de ese repertorio en construcción?

 

-Mirá, te voy a decir una cosa que es importante para mí: la homogeneidad y la coherencia artística son valores que me importan poco. Me importa más la verdad. No me refiero con esto a una verdad única, sino a la verdad que uno tiene para contar. No es la verdad más importante del mundo, porque no tengo acceso a contar lo que quiero contar. Accedo a lo que puedo contar. Una cosa es querer contar algo, y otra meterla en una canción. Ese compromiso debe salir desde el esternón. Que se sienta de verdad, que las interacciones sean de verdad. Que no sea una maniobra de marketing ni comercial, aunque no tengo problema de ganarme la vida como me la gano. Todo lo contrario. Estoy muy orgulloso de ganarme la vida con mis canciones. Pero el móvil principal al momento de componer, y eso también lo vi en C. Tangana, es escribir la canción más bonita. Que quede en el corazón de la gente. Que salga del tuyo, y que quede en el de otra persona. No hay plata que lo pague ni Oscar que se compare. Ni premio, ni Latin Grammy ni nada. Eso queda chiquito al lado de esa sensación de conexión. 

Jorge Drexler y C Tangana.

 

Nada de efemérides

“Te voy a decir lo siguiente para que entiendas un poco cómo veo el mainstream. No me había dado cuenta de que Sea cumplió 20 años en 2021. Me lo dijeron recientemente. Ese disco me abrió las puertas en Argentina, donde tienen un cuidado tan grande por las cosas. Aunque para mí fue más importante el anterior, Frontera (1999). Pero es cierto que Sea tiene “Me haces bien”, que lo volvió más masivo todo. Fue un gran fracaso en España. Por eso le estoy tan agradecido al público argentino, porque me rescató. Tanto Frontera como Sea pasaron muy desapercibidos aquí, que fue donde se hicieron. Sin embargo, allá los acogieron con cariño. Ese cariño es tan grande que  juro que no sabía que pasaron 20 años. De hecho, cuando me lo dijeron, tuve que hacer las cuentas. No soy muy amigo de las efemérides ni de la nostalgia. Agradezco que me lo hayan recordado, porque uno tiene que honrar las cosas que hizo. Pero estoy tan concentrado en presentar “Tocarte” y “La guerrilla de la concordia”, al igual que en salir de gira, que no me detuve a mirar para atrás. Es bonito, y tengo que hacerlo porque es un disco que amo. Lo hice con todo mi cariño, y muy rápido. Si Frontera fue donde se vino el gran cambio, y Eco (2004) fue el que hicimos con mayor energía, Sea quedó en el medio. Estoy enormemente orgulloso de esas canciones. Se hizo a partir de un sonido, que en ese momento le decíamos ‘Portishead meet Atahualpa Yupanqui’. Era la manera de juntar esos dos mundos, de trabajar con samples en un contexto rioplatense”.