Afuera, la soledad del inmenso campo. Es época de esquila en el monótono verano patagónico. Puertas adentro, una mayor soledad habita el interior de un gaucho que despierta de su siesta en un cuarto humilde y, junto al desvanecerse del sueño, comparte con el público otros sueños destrozados. Sus palabras oscilan entre actividades campestres, costumbres típicas de su suelo y el anhelo por un amor que ya no está, arrebatado por la violencia homofóbica del patrón de la estancia en la que él vive. Un gaucho que está solo y espera, se interroga y se confiesa, mientras Carolina Curci lo acompaña en escena con su hermosa voz y una guitarra que ceba canciones, mates y recuerdos.
Lejos de apelar a golpes bajos o lugares comunes, la obra de Marcou trabaja, entre la experiencia propia y la ficción dramática, sobre la soledad, la falta de información, la violencia patriarcal y otras problemáticas presentes en los pueblos del interior del país en relación a la libertad de elección sexual en un contexto adverso, tradicionalista y represivo, bastante alejado de una mayor apertura y liberación alcanzadas en algunos espacios urbanos. Por el escenario desfilan pañuelos, sombreros, chalinas y pelucas de rizos rubios, objetos que, acompañando los textos, las canciones y las tonalidades, reivindican tanto el derecho de la propia pertenencia al ambiente rural sin condiciones previas como el deseo de transformar esas pampas machistas en paraísos maricas y clavar los tacones en tierra húmeda para plantarse como el baqueano más queer de las llanuras opresoras.
Hijo del campo logra con la cara, el cuerpo y la voz al frente contar una historia intimista y trágica, poniendo al desnudo la segregación, el odio y la violencia de los asesinxs de las minorías para interrogarse por el cómo y el porqué, en nombre de una concepción absurda y violenta de las costumbres, se aniquilan vidas, amores, libertades y músicas.l
 
Sábados a las 20.30 en Espacio Tole Tole, Pasteur 683.