En lo único en lo que trastabilla el segundo álbum de Wos radica en el título. En vez de Oscuro éxtasis, tendría que llamarse La iluminación. A dos años de la salida de su primer álbum de larga duración, el álter ego de Valentín Oliva regresa con una secuela digna de su temperamento. Y es que a diferencia de Caravana, se trata de un trabajo que se parece a él. O al imaginario que gira en torno a él o a la leyenda que empezó a erigir, tras sorprender a todos al coronarse como el mejor freestyler de la Argentina en la Batalla de los Gallos de 2017. Así como sucedió en ese Luna Park henchido, el artista maravilla con un repertorio que, más que establecer un punto de inflexión, rompe esquemas al moverse a contracorriente de la música urbana hispanoparlante. Y que también osa posarse en la vereda de enfrente de la bajada de línea pop en la que se enredó el hip hop estadounidense.

En los 13 temas de Oscuro éxtasis, Wos reivindica a la escuela rapera de los '90, en especial a la de la Costa Este de los Estados Unidos. Lo hace desde el vamos, apenas inaugura ese viaje de matices, contrastes, tornasoles y arraigos con “Introducción al éxtasis”. El artista de 23 años tiene tanto para decir que lo que para muchos colegas suyos es un acto estético o climático, él lo convierte en una situación funcional. “Sumergiendo mi cabeza en una nube... se prepara el corazón para que nada alumbre. Somos cuentos en peligro de derrumbe”, versa en uno de los pasajes del tema, envuelto en un alud de onirismo. Pareciera además que se responde a sí mismo cuando en el tema “Canguro” dice: “Hoy no voy a salir, y voy a quedarme en la nube donde nadie sube”. Eso torna a la apertura en una fabuloso ejercicio métrico, sugestiona y prepara el camino para lo que está por venir: pura taquicardia.

La redención de sus influencias y su propia búsqueda musical, afín a lo que propuso en su disco debut, se encuentran en “Buitres”. Ahí la rockea, mientras fluye en medio de trocitos de trap, autotune y orquestaciones. Tan fino como su flow. A continuación, aparece una de las genialidades del álbum, al igual que su primer invitado. A manera de oxímoron, en “Culpa” el rapero purga todo pecado cipayista, por lo que mimetiza su métrica con la de los payadores, y con la complicidad de Ricardo Mollo, un músico que sabe mucho sobre el mestizaje del rock, invocan una suerte de chacarera. Y lo mejor es que suena moderno y asimismo galáctico. Si hasta hace un rato se preguntaba cómo seguir lidiando con “los demonios con los que convive día a día”, en “Pared de cristal” lleva consigo a su propio Dios. Uno bien politeista y festivo, al parecer, pues se parece al Río de la Plata y sabe a candombe.

Junto con “Convoy jarana”, en el que el rock alternativo dialoga con los scratches (más con la impronta de Beastie Boys que la de Rage Against The Machine), “Que se mejoren” (más del palo Rage que Beastie), “Mugre” y “Convoy jarana” sirvieron para advertir lo que se traía Wos entre manos. Si alguno llegó a suponer que el EP Tres puntos suspensivos, lanzado en medio de la pandemia, era un advenimiento de esta trama, en este caso el título sí se ajustó bastante bien al lugar que ocupa ese puñado de canciones en el relato artístico. Y es que esos adelantos fueron una justa transición entre lo mostrado y lo que el artista se encontraba cocinando. Por más que ciertamente corre por su su sangre ese componente de música popular (su padre, Alejandro Oliva, es uno de los directores de La Bomba de tiempo), nadie imaginó que Wos ya estaba listo para demostrar que era una astilla. Y una muy buena, de un gran palo.

Aparte de hacerlo en “Culpa” y “Pared de cristal”, lo demuestra igualmente en “Gato negro”. Algo parecido a… un reggaetón pasado por los colores del folklore argentino, al que se suma la cadencia murguera. Una síntesis tan fascinante que alimenta las ganas de seguir escuchando más. No es que el rock no le siente bien a Valentín, pero es tan fascinante y lúdico ese experimento que cautiva tanto como su verborragia. A esta la pone nuevamente a prueba en esa canción en las que circulan imágenes fabulosas como “Paso del ruido absoluto al sepulcro silencio sin saber si ha visto el paraíso o transito el cementerio”. Algo parecido a lo que pasa con “Lleno de zafiros”, en el que rapea: “Otro domingo de ansiedad donde hasta la paz me incomoda”. Tan provocador como esos dientes apretados con esos grill que ilustran la tapa de Oscuro éxtasis.

Si todo el crédito lírico es para Wos, quien ya no sólo es una leyenda del freestyle sino que en su segundo álbum se confirma como uno de los grandes juglares de su época, el productor y beatmaker Evlay Beats jugó un rol esencial en este repertorio. Si bien ya habían juntado fuerzas en Caravana, en esta ocasión pulieron lo ya hecho y se atrevieron incluso a saltar hacia el vacío a por más. Pero Operación éxtasis aún no terminó. Ahora viene lo más sustancioso. Primero con Nicki Nicole de invitada en el funk “Cambiando la piel”, que ostenta un loop que puede funcionar como guiño al comienzo de “Cosas imposibles”, hit de Gustavo Cerati. Y la otra perlita pulula en el track anterior, “Niño gordo flaco”, donde Wos exorciza a Fatboy Slim (¿a manera de homenaje?) con un sample de “Praise You”, y le pide a Ca7riel que lo acompañe. Así se corona uno de los mejores discos argentinos de 2021.