Luli Sánchez es abogadx penalista feminista lesbianx. Su mirada crítica se forjó -así lo aclara- en un extenso recorrido colectivo: litigio, militancia política LGTBQ+ y kirchnerista, investigaciones académicas, el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Sociales y Penales (INECIP), activismo por la descriminalización del aborto, son algunos de los espacios que ha habitado. Querelló en la causa por el travesticidio de Diana Sacayán y defendió a Luz Aimé Díaz, quien estuvo privada injustamente de su libertad durante dos años y luego fue absuelta por el Tribunal Oral Criminal y Correccional número 8. La Fiscalía reconoció que había sido criminalizada por ser travesti en situación de prostitución. Luli cuestiona las bases del sistema y se suma a las disputas políticas. “Hay una masa crítica para hacer una reforma judicial transfeminista que no tenga que ver solamente con los puestos de trabajo o los ascensos, como un poco propone el documento oficial del Ministerio de Mujeres. O que no tenga que ver solamente con las composiciones, sino que tenga que ver con una crítica al sistema. No podemos estar formando parte de manera sistemática de mandar gente a la cárcel, por ejemplo. Es algo que tenemos que discutir. No podemos seguir pateándolo. La sociedad está dispuesta a discutirlo, estos días demostró que está dispuesta. Son cosas que tienen que entrar en la reforma, no se trata solamente de participación, porque si no, terminas generando complicidad civil en la opresión del otro y no una crítica o una reforma al sistema”, plantea casi sobre el final de una conversación, que no sería justo calificar de entrevista. Luli tomó las preguntas para trazar su propio recorrido, subrayar lo que considera importante, conmovida por la andanada de violencia institucional propiciada por los discursos de la mano dura y lo que en algún momento califica como “derechización” de un gobierno nacional al que considera “nuestro” y por eso le interesa dar esas batallas, para que se implementen otras políticas.

Para Sánchez, la posibilidad de debatir profundamente la reforma judicial transfeminista “está siendo frenada”. “Sí, porque se intenta, como decía Ile (Ileana Arduino) poner en el cuarto propio, que hablemos solo de una mujer en la Corte Suprema, o dos o tres o quizá una travesti. Y esa no es la discusión”, indica.

Luli Sánchez reivindica la gestión de Nilda Garré, primero en Defensa (2005-2010) y luego en Seguridad (2010-2013) y lo hace, también, porque hace falta recuperar las experiencias concretas de gestión, discutir con la idea de que “nunca se hizo nada” o nunca funcionó. “Son discusiones que esta generación venimos teniendo ya hace 20 años y siempre lo pateamos para adelante. Ya es un cliché decir que el progresismo no sabe qué hacer con la política de seguridad y no es cierto porque en su momento, la política de Nilda Garré de seguridad funcionó, claramente. Había una política dirigida a bajar el gatillo fácil. Hoy no la hay”, señala Luli sobre las políticas represivas que tienen una matriz muy clara. “Sigue funcionando la misma estructura que encubre. Y si no se mete perspectiva de género en todos lados, no se va a solucionar la violencia contra las mujeres. Venimos hablando de violencia institucional, pero nadie habló de perspectiva de género y violencia institucional. Y ahí sigue el varón progre, arrimando su discurso que no incluye perspectiva de género. Entonces ¿qué tenemos que hacer? ¿Esperar que algún día solucionen la violencia institucional para después ponerle perspectiva de género? ¿Esa es la propuesta de nuestros compañeros? O decir ‘nunca hubo una política de seguridad’. No, mentira, sí la hubo”, plantea.

--A veces se piensa la violencia machista escindida, por ejemplo, de la violencia institucional ¿Considerás que están escindidas?

-- No está para nada escindida, porque son expresiones del mismo sistema, esto que llamamos patriarcado, que se asienta sobre la idea de solo hay un binario de género, que los varones son superiores a las mujeres, que hay una jerarquía, y que el orden social es en definitiva jerárquico. Entonces, son todas expresiones de esta concepción social excluyente, genocida, asesina. Están muy relacionadas en ejercer justamente el control, la vigilancia y el patrullaje de esa jerarquía, quién está en cada en cada uno de esos lugares, cuáles son las posiciones sociales.

Una discusión urgente

Luli Sánchez va al hueso, al foco de la discusión que quiere dar. “Ahí hay un tema también que recién se está empezando a discutir, que es el tema del racismo, la gentrificación y el colonialismo. Esto que está pasando en Ciudad de Buenos Aires con el gatillo fácil no está alejado de lo que pasa en Córdoba, en Rosario, en Bariloche. Son distintas expresiones también de ese fenómeno de la gentrificación, de la extranjerización, de la supremacía blanca, que también son expresiones del machismo y ahí justamente hay que discutir cuál es el rol de la justicia y el rol de las fuerzas de seguridad frente a esa concepción colonialista y supremacista. Es eso lo que está en disputa, también, en términos de todo el Estado, no sólo del aparato policial y judicial”.

--La selectividad del sistema penal tiene un claro sesgo de género.

-- Hay varias autoras, feministas afro, indígenas de teorías de raza crítica, del Caribe, de Estados Unidos, todo el movimiento feminista negro que viene desde hace siglos teniendo esas discusiones, creando categorías de análisis, proponiéndolas. Y en ese sentido, proponiendo políticas públicas. Una de las cuestiones tiene que ver con la interseccionalidad. Desde el punto de vista de la organización social, pensar justamente en organizar mujeres contra varones o solo mirar los varones o solo mirar las mujeres, como las únicas categorías de inteligibilidad, también crea estas divisiones que, en definitiva, nos impiden leer el fenómeno en su conjunto. Miremos cómo la justicia penal y la policía afectan a las comunidades, lo que acá son los barrios y las villas.

--Por ejemplo, el impedimento de circular por determinados espacios a algunos sectores sociales…

--Las personas que viven fuera del centro, en la periferia, en los barrios, en las villas, no tienen ningún tipo de posibilidades de tener un hogar. Está todo el tiempo militarizado, en el sentido de que hay fuerzas de seguridad. Por ejemplo, toda la discusión que se generó al principio de la pandemia con la policía del cuidado ¿cuidado de quién? Estamos volviendo a la gentrificación, al colonialismo, a la idea de que la policía protege la propiedad de los blancos para afirmar que el territorio no es de los pueblos originarios que estaban antes, o de los pueblos afro que fueron traídos esclavizados. Entonces, tiene que ver con la posibilidad de determinados cuerpos de circular a sus anchas en el espacio público. Una libertad que solamente tiene una persona, aunque sea mujer, blanca del centro, que siempre fue heterosexual, que siempre fue blanca, que siempre fue clase media. O más o menos, digamos, profesional. Tiene que ver con eso y qué le pedimos a la policía que haga. Que saque de dónde, que corra de qué espacio.


Espacios exclusivos

Habla de Córdoba, provincia de la que surgió la Marcha de la Gorra. “En Córdoba esto es un problema, que han planteado claramente quienes militan violencia institucional, que el negro cordobés no puede, no pueden ir al centro. Yo tengo compañeros militantes afro, no sólo negros cordobeses como identificamos nosotros. Te dicen: no podemos ir al centro. Primero que no tenemos plata y en el minuto que tenemos plata y tenemos que ir al centro, la policía nos para nos baja, eso te bajan de la moto, te cagan a patadas, te rompen la cara. Y la próxima vez te van a reconocer y no te van a quedar ganas de ir al centro, porque no tenés cara. Le volaron los dientes a una nena de 20 años, le partieron la mandíbula (Se refiere a Lara Acuña, a quien el jueves 11 de noviembre la policía de Córdoba le pegó un culatazo en la cara, en el barrio Nueva Córdoba). Entonces, no vas más al centro, no salís más de tu barrio”.

--En este punto, también has trabajado contra la criminalización de las personas travestis-trans...

--Es muy fácil caer también en algo que es como el excepcionalismo, como pensar que la situación de las personas travestis es excepcional en el sentido de la crudeza de la violencia, sobre todo de las mujeres trans, de las travestis, dentro de las personas no binarias. En pensar este continuo, no solo de violencia, sobre personas trans, sino de esta matriz patriarcal de la que hablamos antes. Entonces, cómo eso se reproduce y repercute en que haya muy pocas personas trans y que ser trans o travesti sea tan costoso. Y digo esto del excepcionalismo, porque, si bien es una situación excepcional, no está desprendida del gatillo fácil. 

--¿De qué maneras?

--Por ejemplo, nos cuesta menos pensar, o está muy instalado, y sí que nos costó mucho pensarlo: Si yo digo que Chile fue en Latinoamérica un laboratorio del neoliberalismo, donde se empezaron a imponer las teorías de shock mediante los Chicago’s Boys y la dictadura de Pinochet hizo una cosa que era para imponer las políticas económicas, vos me decís sí. Si yo te digo Paraguay fue laboratorio de lawfare y después fue Honduras y Brasil vos me decís, sí. Ahora, si yo te digo que las personas trans son el laboratorio o el recordatorio permanente de la violencia de todo el sistema, vos me decís ¿qué? No, las personas trans son una minoría, un grupo que tiene problemas, una pobre gente que tenemos que incluir, porque, bueno son naturalmente trans y la pasan mal porque su familia los discrimina. Y además, en masculino.

--Y así se esconde su carácter sistemático.

--La forma en que hoy en día desde la justicia entiende por ejemplo el travesticidio, a partir del retroceso que explicó la revocatoria de Casación, que aún está pendiente de resolverse en la Corte Suprema de Justicia de la Nación por la sentencia de Diana Sacayán, tiene que ver con esa disputa. Haber llegado a trabajar con determinadas personas trans, con determinados referentes trans, fue todo un camino, para mí. No fue algo ni sencillo, ni porque no tenían a nadie mejor a quien acudir. Fue un camino de construcción, por haber venido trabajando temas de racismo con distintas organizaciones del movimiento afro, cuestiones de migrantes, distintos temas de género de aborto. Hay ahí un recorrido, una mirada sobre lo jurídico que confluye con entender el travesticidio, aún en un hecho puntual, criminal, que puede ser en un contexto doméstico, familiar, de prostitución, de violencia comunitaria, como puede ser en muy distintos contextos en los cuales suceda un travesticidio, que lo puedes llevar acá una persona particular o una persona estatal, entender la concatenación con las otras violencias y sobre todo con esta jerarquía. Esto que es Diana, que Say, que Lohana, que Marlene, que Susy, llaman el continuo de violencia, que justamente se expresa y termina en el travesticidio.


Las puntas del mismo lazo

Allí Luli Sánchez hace la síntesis: “También me parece, para volver a esto del gatillo fácil, gentrificación y colonialismo, me parece que Diana Sacayan, como referente de un movimiento del que forman parte Amaranta Gómez Regalado, Say Sacayan, obviamente Lohana Berkins, pero sobre todo Diana fue quien lo expresó. Ella, al expresar que es también sudaca y originaria, en esa reflexión sobre pertenecer a un pueblo originario y sobre las identidades no binarias originarias, hay también una explicación propia y particular que el movimiento trans tiene ahora una posibilidad de profundizar esta teorización para vincularlo al genocidio y no sólo como la masacre de una población aislada históricamente sino con vincularlo con la historia del genocidio. O sea, en nuestro continente, democracia y genocidio están asociados, porque la democracia es la forma de legalizar el genocidio que se cometió para que estemos acá, para que se ocupen estas tierras y para que digamos que los mapuches nada que ver. Y que todos los otros pueblos originarios ya murieron y que los afro ya murieron y que los únicos que heredamos esta tierra somos los que estamos acá, que bueno, total somos un poco indios y un poco afro. Es lo mismo”.

Para Luli Sánchez, estos discursos “se entrelazan”. “Diana vinculaba justamente el exterminio travesti trans con la gentrificación, con quién circula por el espacio, con quién tiene la posibilidad justamente de estar en el centro, de estar en determinado lugar, de formar parte también no solo de lo público, sino también del espacio privado, de constituir una familia, de constituir un pueblo, una Nación. Y me parece que ese vínculo entre cisheteropatriarcado y genocidio, en relación con el genocidio de la conquista, Diana no sólo habla de la historia sino que ilumina con esto nuestro presente. Por eso no sólo es peronista sino que es piquetera”.