La casa Gucci                             5 puntos

House of Gucci, Canadá/EE.UU., 2021

Dirección: Ridley Scott

Guion: Becky Johnston y Roberto Bentivegna, sobre libro de Sara Gay Forden

Duración: 157 minutos

Intérpretes: Lady Gaga, Adam Driver, Al Pacino, Jeremy Irons, Jared Leto, Salma Hayek

Estreno en salas únicamente.

Las casas Versace y Gucci aman las líneas paralelas. No en el comienzo: el Imperio Gucci nació a comienzos del siglo XX, cuando su fundador, Guccio Gucci, abrió en Florencia su primera casa de artículos de cuero, tras haber trabajado como maletero en hoteles de París y Londres. La milanesa Versace se fundó, en cambio, a fines de los 70. Ambas llegaron a ser dos de las firmas más prestigiosas de la moda internacional, y dos de las empresas más poderosas de Italia. Gucci fue adquirida a fines del siglo pasado por un conglomerado francés, Versace lo sería veinte años más tarde, por parte de un holding estadounidense. Gianni Versace, creador de la marca, murió asesinado en 1997. Dos años atrás había corrido la misma suerte Maurizzio, último descendiente de su linaje comercial. En 2018 la cadena de televisión FX puso al aire American Crime Story: The Assassination of Gianni Versace. Tres años más tarde la compañía Universal estrena La Casa Gucci, película de final anunciado, basada en un libro cuyo título tira toda la carne al asador: La Casa Gucci: una historia sensacional de asesinatos, locura, glamour y codicia. “¡Cómprela!”, les faltó haber puesto en el título.

Lo de Ridley Scott es increíble. A una semana de cumplir 84 años y con una película en cartel en Argentina (El último duelo), hora lanza ésta, su opus 27 como realizador. Mientras tanto está filmando otra, tiene tres más en carpeta (entre ellas una precuela de Alien y una secuela de Gladiador) y un montón como productor... ¿Qué toma este hombre? La casa Gucci no es su mejor película, pero eso no quiere decir nada, porque hay muchas que no son sus mejores películas. Sin tiempo para leer declaraciones al respecto, este cronista juraría que el nuevo film del autor de Alien no nació como tal, sino como serie o miniserie. Eso es lo que parece, en envase de luxe.

Ex camarógrafo, se sabe que no hay película de Scott que no luzca bien. Los soleados exteriores italianos ayudan (aunque buena parte de la película transcurra en la no tan soleada Milán), y si no se trata de la nieve de St.Moritz. Los interiores, captados por el excelso Dariusz Wolski, son delirantemente costosos, vastos, palaciegos. Montaje, diseño de producción, dirección de arte: todo top notch, como dicen los estadounidenses. De primera. En los protagónicos, Ella: Lady Gaga, que viene de romperla en su debut en cine, junto a uno de los actores más buscados del cine contemporáneo, Adam Driver (coprotagonista de El último duelo). Como quarterbacks, Al Pacino y Jeremy Irons. ¿Puede fallar? En términos de lo que la industria llama “valores de producción”, no. Como película, sí. Y vaya que falla.

La historia es una suma de déjà vus y clichés raciales, bien filmados y no siempre bien musicalizados. Joven heredero ingenuo y desinteresado no quiere heredar el negocio familiar, hasta que a la muerte del padre se decide a hacerlo, y con mano de hierro (¿Michael Corleone?). Milonguita de arrabal se aprovecha de la credulidad del muchacho y se casa con su fortuna, conspirando de allí en más (¿Lady Macbeth?) para que Maurizio barra con el resto de la familia y se quede (y la deje) con todas las acciones. Ante la imposibilidad de que esto suceda, Patrizia tomará medidas que la familia Corleone reservaba sólo a los hombres, con ayuda de una pitonisa que la asesora (¿?). Todo esto, sonorizado en ocasiones con pasajes de ópera, puede verse como contracción de Dinastía, remozada y puesta al día. De hecho Lady Gaga está más parecida a Joan Collins que a Elizabeth Taylor, con quien en ocasiones la comparan. Pero Scott y sus guionistas no se deciden a hacer de ella una Alexis Carrington como la soap opera manda, y entonces Patrizia queda demasiado buena para hacer de mala. Pero hay una patinada peor y es el primo Paolo (Jared Leto, engordado, pelado, completamente irreconocible), en quien Scott ve a una suerte de Pulcinella descerebrado, ambicioso, ridículo y kitsch. Un trozo chirriante de ópera bufa, en medio de una película que no ríe.