La primera fase de ensayos clínicos de la Arvac-Cecilia Grierson ya tiene fecha de inicio. La fórmula vacunal, que lleva su nombre en homenaje a la primera médica del país, culminará con las pruebas preclínicas a fines de este año e iniciará las evaluaciones en seres humanos hacia comienzos de 2022. Como en el presente el 80 por ciento de la población ya recibió una dosis y el 63 por ciento dos, la sustancia pensada y desarrollada en Argentina será empleada como un refuerzo. El objetivo es que de cara al 2023, la nación pueda disponer de una tecnología ciento por ciento local para combatir al coronavirus; un virus que provoca una enfermedad que llegó para quedarse y cuyas vacunas, más temprano que tarde, serán incluidas en el calendario obligatorio. La Arvac, vale destacar, recibió financiamiento del Gobierno, a través del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.

Página 12 dialogó con Juliana Cassataro, la científica a cargo de la investigación que se realiza desde el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad Nacional de San Martín. “En diciembre, entregaremos los papeles a Anmat, que evaluará todo. Esperamos que la fase 1 de ensayos clínicos se inicie en los primeros meses de 2022, quizás febrero. Hacia las vacaciones de invierno, si todo va como queremos, podremos culminar la fase 2/3. A partir de ese momento, de tener éxito, estaríamos en condiciones de registrar la vacuna y de comenzar a fabricarla a escala”, expresa. Y agrega la experta que desde hace años se dedica al estudio de plataformas vacunales para diversas patologías: “En 2023, podremos aplicar nuestra propia vacuna”. La convocatoria a voluntarios y voluntarias para las pruebas de la sustancia local se abrirá luego de la aprobación que realice Anmat hacia fines de este año.

Características de la vacuna

En los ensayos preclínicos realizados en animales, la vacuna contra covid exhibió una inmunogenicidad “adecuada” --generó buenos niveles de anticuerpos neutralizantes y una respuesta celular de linfocitos T correcta-- y, en el presente, atraviesa los últimos exámenes toxicológicos que contribuirán a definir su perfil de seguridad. En las evaluaciones realizadas desde el laboratorio, la sustancia activa ha demostrado, en paralelo, ser eficaz contra las diferentes variantes del Sars CoV-2 que circulan en Argentina, incluso la delta.

La Arvac es una vacuna que se basa en proteínas recombinantes y que podrá almacenarse a entre 2 y 8 grados centígrados. Se prevé que sea utilizada como refuerzo, con el objetivo de robustecer la respuesta inmune en los individuos ya inoculados previamente. Se escogió esta técnica --también utilizada en fórmulas de otras vacunas como la Hepatitis B y el Virus del Papiloma Humano-- porque puede combinarse sin problemas con otras dosis basadas en virus inactivados (como Sinopharm), adenovirus (como AstraZeneca o Sputnik) y ARN (como Moderna o Pfizer).

Desde aquí, Cassataro plantea: “Esperamos que sirva para ser combinada con cualquier vacuna que hoy se inyecta en Argentina. La ventaja que tiene se relaciona con un fenómeno que se comprueba en todo el mundo: las vacunas basadas en proteínas recombinantes son las preferidas para ser utilizadas como refuerzo”. Y continúa: “Si pensamos que todos los años nos tendremos que vacunar contra covid, y si buscamos que toda la población se proteja, su perfil es ideal. Es muy segura y fue estudiada para bebés, adolescentes y embrazadas”.

Además de esta vacuna de refuerzo, el equipo liderado por Cassataro desarrolla otra más potente que, sin embargo, presenta una desventaja: su aprobación, según estima la científica, llevaría más tiempo. Y, en medio de una pandemia, la velocidad para que una tecnología finalmente llegue a las personas es una variable definitiva. “El segundo prototipo es más innovador, pero sabemos que nos retrasará mucho más a nivel regulatorio. Preferimos, primero, la producción del refuerzo vacunal y, en paralelo, continuaremos desarrollando la opción más robusta. Pero no podemos esperar a tener la mejor, sino que requerimos una que sea muy buena y que esté disponible lo más rápido posible”, subraya la referente.

Público-privado

Cassataro manifiesta un temor que es común a muchas figuras del ámbito científico: no cumplir con los objetivos pautados en el tiempo pautado; sobre todo, cuando desde el inicio de la pandemia “lo están dando todo”. “Lo digo sencillo: quiero, con todas mis fuerzas, que esto salga bien, que esto se convierta en un ejemplo de política estatal articulada con lo privado”, dice. Después apunta: “Los científicos no somos los héroes de nada; somos personas comunes y corrientes. Es un trabajo colectivo; realmente para llegar a grandes objetivos se requiere de la participación de distintos actores”.

Desde inicios de 2021, el proyecto de la vacuna impulsado por la Unsam y el Conicet se asoció con el Laboratorio Pablo Cassará, que posee plantas con la capacidad suficiente de elaborar 50 millones de dosis. Una compañía con expertos y expertas en desarrollo farmacéutico, en transferencia tecnológica, en la realización de ensayos clínicos y en escalado de productos biológicos, con espalda a nivel nacional para llevar adelante las tareas de investigación y desarrollo que requieren la fabricación de una tecnología sanitaria tan sensible y estratégica como una vacuna. De hecho, este laboratorio será el encargado de aportar el dinero necesario para la realización de la fase 1 hacia comienzos de 2022.

Al respecto, Cassataro resalta: “Para que nuestras ideas bajen a la realidad, salgan de los laboratorios y lleguen a buen puerto, es crucial la participación de una empresa con capacidad productiva. La viabilidad del proyecto descansa en la colaboración con un privado. Es un codesarrollo bajo cualquier punto de vista; de lo contrario, esto no se mueve”.

Sembrar capacidades

Si hacia fines de este año, ya se aplican diversas vacunas y si Argentina ha avanzado de manera considerable en su campaña de inmunización, ¿por qué es tan importante que la ciencia local produzca la propia?

"Contar con una vacuna hecha en territorio nacional servirá para ganar soberanía sanitaria", afirma la cabeza del proyecto. Desde que comenzó la pandemia, las vacunas se han revelado como las herramientas privilegiadas para frenar la propagación del Sars CoV-2, limitar el número de contagios y, así, evitar la saturación del sistema de salud. En Argentina, este último objetivo se ha cumplido, pero disponer de una fórmula propia, según advierte la especialista, podría ser clave de cara a la obtención de mayores cuotas de autonomía.

El hecho de que Argentina, a través de su sistema científico y tecnológico, promueva las capacidades para generar sus propias soluciones --sin la necesidad de adquirir dosis del exterior ni depender de los ritmos de producción o las reglas de oferta y demanda del mercado internacional-- resulta medular porque siembra antecedentes de cara al futuro: “La covid no es la primera ni será la última enfermedad que requerirá respuestas veloces por parte de los investigadores e investigadoras de Argentina”, admite Cassataro. De esta manera, lo que se aprende hoy, servirá para mañana.

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