Todos los gastos en dólares con tarjetas de crédito nacionales, sean consumos que aparecen en dólares en el resumen o compras en agencias que aparecen en pesos, toman reservas del BCRA. Es decir, siempre que una persona hace una compra con tarjeta en dólares, le está comprando esos dólares al Estado a un tipo de cambio de entre 138 y 175 - dependiendo de su capacidad de recuperar el 35 por ciento de retención-. Al mismo valor que el dólar ahorro pero sin el límite de 200 dólares al mes.

Al comprar un producto o servicio que insume dólares en cuotas sin interés, el BCRA le libera los dólares a la agencia, la agencia le da los pesos al BCRA y es la agencia la que financia el pago en pesos. Es decir, el BCRA no va liberando los dólares mes a mes.

En una economía con 50 por ciento de inflación, comprar algo en cuotas sin interés es comprar con una tasa de interés real negativa de menos 50 por ciento. El poder de compra de la última cuota va a ser mucho más pequeño que el de la primera. Del mismo modo, en una economía en la que el dólar oficial tiende a subir o esperamos que suba, comprar algo en cuotas sin interés en pesos es efectivamente gastar menos dólares. El valor en dólares de la cuota 1 será mayor que el de la cuota 12. Entonces, si esperamos que el dólar suba, al comprar un pasaje que insume dólares en cuotas sin interés en pesos efectivamente vamos a pagar menos dólares, pero la aerolínea los va a cobrar igual. El que paga la diferencia es el Estado.

En una economía con inflación y devaluación, las cuotas sin interés son un subsidio doble. En el caso de los dólares, quien lo paga es el Estado. En el caso de las cuotas en pesos, depende. En Ahora12 lo paga el Estado. En otros planes son los bancos, tarjetas o comercios. Entonces, las cuotas sin interés son un subsidio y en el caso de los dólares son un subsidio doble.

¿Eso está bien? Esa ya es otra pregunta. Hay que analizar los efectos de cada caso y comparar ventajas y desventajas. En todos los casos el subsidio al consumo tiene un doble efecto: en cantidades y precios. En precios, un subsidio te hace pagar menos y genera un efecto distributivo. Ese es el más obvio y evidente. En cantidades, algo que a veces a la ortodoxia se le escapa, el subsidio puede, dependiendo del caso, generar un aumento.

Decimos que a la ortodoxia se le escapa porque suele asumir Ley de Say, que dice que toda oferta crea su propia demanda . Saliendo de ella, subsidiar la demanda puede hacer que suba la demanda. Ese es, de hecho, el objetivo de Ahora12: al subsidiarse la demanda, esta aumenta y eso hace que aumente la producción local y la economía se reactive. Desde ya, el aumento de la producción lleva a un aumento de la demanda de insumos importados y eso puede ser problemático.

En el caso de las compras en el exterior, se está estimulando una demanda íntegramente externa. No solo se está estimulando el gasto, la producción y el trabajo afuera y no adentro, sino que además se están usando dólares, que son escasos. Es decir, si en las cuotas sin interés locales el efecto cantidades es principalmente positivo y en todo caso tiene sentido que discutamos el efecto precio (por los efectos redistributivos de los subsidios), en el caso de los dólares el efecto cantidades tiene desventajas claras.

Esta es la misma discusión que surge cuando se habla de los subsidios a Aerolíneas Argentinas. En el caso doméstico, aunque la empresa pierda plata estimular la demanda puede tener ventajas económicas en el país, sobre todo, pero no solo, en el sector de turismo. En el caso de vuelos al exterior, subsidiar a Aerolíneas para que argentinos vuelen afuera o para que brasileños viajen a Australia (como pasaba con la transpolar) es un sinsentido. Pero subsidiarla para que extranjeros vengan es doblemente positivo, en actividad y en dólares.

El concepto de subsidio se amplía si además incluimos alguna comparación con los valores de los dólares financieros o el dólar paralelo, que están bastante por encima de los 175 del valor máximo del oficial más impuestos y retenciones. Pero eso es coyuntural. Entonces, en síntesis, ¿está bien o está mal? De nuevo, depende. Me encantaría que el Estado tenga recursos para subsidiar viajes al exterior a toda la población, que promueva el turismo, los intercambios, los viajes estudiantiles, todo. Viajar está buenísimo.

¿Es un derecho viajar por el mundo? Honestamente no lo sé. Me encantaría que lo fuera. Lo cierto es que quienes pueden (podemos) viajar son (somos) una minoría. Si los recursos (dólares) son escasos, es razonable que se discuta políticamente su distribución. Seguramente haya mejores herramientas, menos antipáticas y que tocan bolsillos más gordos, para contrarrestar la escasez de dólares. Pero que requieren otros compromisos políticos. Si una política se toma muy fácilmente es porque muy jugada no es. 

(*) Investigador CEIL-CONICET. La información recopilada en esta columna fue publicada por Dvoskin en su cuenta de Twitter @ndvoskin.