El jueves 25 de noviembre fue el Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres. Se conmemora esta fecha en honor a las hermanas Mirabal Patria, Minerva, y María Teresa, tres opositoras a la dictadura de Trujillo en República Dominicana asesinadas por los secuaces de este represor. Las apodaron Las Mariposas.

Para mí, siempre es una fecha de reflexión y, sobre todo, mucho activismo. Mientras repaso las estadísticas de diferentes colectivos me pregunto: ¿qué pasa en Argentina que la cifra de femicidios no baja? Para que tengan en claro lo que suceda en Argentina les cuento que en los primeros diez meses de este año se cometieron 227 femicidios y 10 transfemicidios o travesticidios, de acuerdo con el registro del observatorio de la ONG La Casa Del Encuentro. Esta cifra refleja una frecuencia de uno cada 30 horas, una estadística que se viene manteniendo año a año que varía muy poco.

Ese es el problema y la gran preocupación: los femicidios no bajan.
Me acuerdo cuando salimos a la calle por primera vez con el grito de «Ni una Menos», aquel 3 de junio del 2015. Inundamos las calles por el hartazgo y el horror de estas cifras, un femicidio cada treinta horas. Pasó el tiempo, muchas cosas empezaron a cambiar, pero me resulta muy triste que las sigamos manteniendo. A pesar de que tenemos mayor conciencia social sobre el tema, mayor respuesta del Estado y de que se habla más de tema.

Todavía muchos municipios del país no cuentan con áreas de Género o de la Mujer con presupuesto adecuado y equipos interdisciplinarios preparados para dar asistencia directa a las víctimas. 

Del total de víctimas de femicidio de este año, solo 29 habían hecho una denuncia y solo 17 de ellas tenían medidas cautelares de prevención dictadas por la justicia. Y como viene ocurriendo desde que se registran estos asesinatos de mujeres o identidades feminizadas, 6 de cada 10 son cometidos por la pareja o la expareja de la persona. Mientras escribo retumban varias preguntas en mi cabeza ¿Por qué no se logra bajar el número? ¿Por qué hay mujeres que llegan a denunciar y el Estado no las puede o no quiere protegerlas? ¿Qué es lo que falla?

Otro de los datos no menores del asunto y algo que me parece realmente preocupante es que el 12 por ciento de los femicidios fueron cometidos por agentes o exagentes de las fuerzas de seguridad. Los que deberían protegernos en lugar de hacerlo nos matan. Seguramente recuerdan el caso de Úrsula Bahillo, esta adolescente de 18 años cuyo femicidio provocó gran conmoción social. Úrsula realizó más de 40 denuncias. En una oportunidad no le quisieron tomar la denuncia porque era fin de semana, o lo que es más probable, porque los agentes querían proteger a un compañero policía.

En ese entonces, la rabia nos volvió a sacar a las calles y los tribunales en reclamo de justicia. La policía también es cómplice y muchas veces ejecutora de estos femicidios. Su expareja, un policía bonaerense con denuncias anteriores, la terminó asesinando, a pesar de que ella había pedido hasta un botón antipánico, que no se había tenido en cuenta en la localidad de Rojas donde vivía.

Me parece que el caso de Úrsula condensa lo que pasa. Por un lado, sabemos que es necesario ese cambio cultural a mediano y largo plazo: desarmar el machismo en la sociedad, ya que es el caldo de cultivo de todas las violencias. Y por otro lado, y muy importante, es fundamental desarmar la desigualdad que atraviesa la vida de las mujeres. Sabemos que la educación sexual integral es clave en este aspecto y no llega todavía a aplicarse en todas las instituciones del país. A 15 años de la sanción de ESI, esto sería un aspecto importante en el cambio cultural.

Algo fuerte que reflejan las estadísticas es que muchas o, mejor dicho, la mayoría de las víctimas no habían hecho ninguna denuncia. Por eso creo que es importante el trabajo territorial en los barrios y municipios, para que las propias mujeres puedan identificar sus situaciones de violencia de riesgo y tengan un acompañamiento para poder ir a la justicia. Si bien es cierto también que no alcanza con denunciar porque muchas veces la justica no les cree a las víctimas, es un primer paso indispensable.

También es necesario el patrocinio jurídico gratuito que todavía no esta disponible en todo el país. Y hablando de la justicia, para mí es uno de los grandes problemas porque aun no ha tomado seriamente el problema. La justicia usa menos del 50% de las pulseras o dispositivos, esas tobilleras que están disponibles para monitorear a varones que son denunciados por violencia de género.

Exigimos una reforma judicial urgente para que los médicos forenses dejen de indagar la vida de la víctima. Para que dejen de escarbar en nuestra intimidad, porque buscan culpas donde no las hay, señalan a la víctima, revictimizan, desprotegen cuando se les paga para ampararnos, dudan de la palabra de las mujeres, ponen en duda nuestro dolor, se siguen fijando en la ropa y en el horario y siguen defendiendo violadores y femicidas.

¡Basta de esta justicia igual de violenta que los femicidas y los violadores! El tema es tan complejo y tiene tantas aristas que, por supuesto no alcanza con una medida, pero seguimos contando, lamentablemente, casi un femicidio por día en Argentina. ¡Hasta cuando vamos a seguir perdiendo mariposas!