“Soy de aventurarme sin pensar mucho hacia dónde voy”, lanza la cantante, compositora y guitarrista Amanda Pujó. La frase se refiere a la publicación de su primer disco solista, Nuevos silencios (2021), una obra gestada en pleno confinamiento de 2020 que le permitió empezar a mostrarse con su propio nombre y su propia voz. “Me costó mucho hacerme cargo, ponerle mi nombre a mis canciones y bancarme sola este proyecto. Fue intentar sin pensar mucho qué iba a pasar”, se explaya.

Nuevos silencios es un disco breve pero contundente. Son siete canciones que abrazan la melancolía y la introspección, pero que en definitiva construyen un viaje luminoso. “Abre los ojos al sol”, canta Amanda sobre el final de Humanxs. El disco, de hecho, cierra con la esperanzada A buscar el mar. “Esta canción invita a buscar nuevos horizontes y caminos. Habla de los momentos en los que salís a buscar. Hacer un disco es lanzarse al vacío y bancarse lo que venga”, entiende Amanda.

La canción que sirvió como disparador para empezar esta etapa solista fue Abrázame, un tema que no había podido grabar con su ex banda, Oxymora, pero al que le tenía cariño y quería registrar. “Fue un proceso que se dio de una manera bastante intuitiva, no fue un proyecto que estuvo de entrada. La idea fue surgiendo en la pandemia”, cuenta. Fue clave en ese momento la participación de Luciano Farelli, productor del disco. “Enseguida pegamos onda y me supo leer muy bien en el estilo”, dice.

--¿Este disco es un viaje hacia adentro?

--Se podría decir que sí. Quizás es algo de lo que me doy cuenta a posteriori. Componer no es algo que piense mucho, siento que es muy intuitivo. De hecho, escribir es eso que brota, las palabras que salen de la lapicera, no las pienso. Pero todo lo que me surge escribir sale de mi vivencia, son sentimientos o imágenes metafóricas sobre lo que me está pasando. Son sensaciones o preguntas que atravesé en algún momento. Es un disco bastante existencialista.

--Para llegar a este disco tuviste que encontrar cosas para decir, aunque a veces no se encuentren las palabras…

--Me interesaba hablar justamente de eso, de lo que no se sabe decir. Ese núcleo duro que está ahí y no se termina de desarmar nunca. Eso a lo que no sabemos ponerle palabras. Lo que unificó todo fue la idea de amigarse con lo innombrable, con los vacíos. Poder abrazarlos y hacer algo con eso. En mi caso, hacer canciones es hacer algo con eso con lo que no sabemos qué hacer.

--¿Te sirvió para resolver algunas cosas personales o encontrar respuestas?

--Es un poco terapéutico. No sé si resolví cosas, pero es un poco eso de transformarlo, materializarlo, de sublimarlo ahí en ese viaje. Lo que sí me llena es luchar contra mis propias sombras, temores, y el qué dirán.

--¿Hay un poco de vértigo al sacar un disco solista con tu nombre?

--Me da vértigo porque, si bien en Oxymora mi rol era parecido, porque componía y cantaba, en ese nombre nos englobábamos todes. Y sacar un disco solista tiene que ver con hacerse cargo. No hay velo, no me puedo esconder atrás de nadie. Esto soy yo, esto me representa.

“La composición para mí es un ritual íntimo en el que me encuentro yo sola con una guitarra o un piano. En general voy hacia los lados más oscuros, porque lo que más me convoca es lo que toca mis costados más melancólicos y nostálgicos”, explica Amanda sobre su proceso creativo e intereses estéticos.

“A la hora de producir la canción, sí tomo de referencias de les artistas que me gustan, que no son necesariamente los que se escuchan ahora”, despeja, en relación a un abanico de influencias que va desde Massive Attack hasta Joni Mitchell, Janis Joplin y Spinetta.

En esa búsqueda, la artista cuenta que le interesa construir la música a través de imágenes que después se traducen en sonidos. Hay pasajes más climáticos y con toques electrónicos, como Hacia el espacio, y momentos más rockeros, como “la cosa grungera y cruda” que se escucha en No hay santos.

Amanda creció en una casa muy musical. Su tío, Pedro Pujó, fue productor de Manal y Vox Dei. Y su otro tío, Hernán Pujó, escribió la letra de Amor de Primavera, musicalizada por Tanguito. “Por el lado de mi viejo me vienen estos personajes del under, que en ese momento fueron los comienzos del rock argentino. De hecho, en la casa de mi abuela se juntaban Tanguito, Miguel Abuelo… ¡En el sótano de la casa de mi abuela estaban todos!”.

“Son historias míticas que yo fui escuchando y siempre me fascinaron”, dice la también psicóloga. “Lo vivo con mucho orgullo, mi familia estuvo ahí, y creo que influyó siempre para bien. De hecho, todos los domingos a la mañana era despertarme con un disco sonando. Entonces, creo que estaba todo dado para que me dedicara a la música”.