Las ansiedades que se abren con la explosiva propagación de Ómicron se contraponen con los ritmos de la ciencia que, a pesar de que en el último tiempo ha resuelto problemas a un ritmo inimaginable, tienden a ser más lentos de lo que las sociedades quisieran. Uno de los enigmas actuales consiste en develar si, finalmente, la nueva variante escapará a la inmunidad que ofrecen las vacunas disponibles en el presente. En este escenario de excepción, ya surgen los primeros preprints y reportes, y los especialistas locales se esfuerzan en arrojar algunas luces.

Rodrigo Quiroga, doctor en Ciencias Química y bioinformático del Conicet, sostiene que, en base a la última evidencia disponible, las vacunas actuales no serían suficientes para poder frenar la circulación de Ómicron, a diferencia de lo que sucedió con Delta. “La evidencia que vamos recuperando es muy reciente e indica una caída de la capacidad de neutralización de sueros de pacientes vacunados. Eso podría traducirse en una reducción en la efectividad de las vacunas para prevenir la enfermedad sintomática de alrededor del 40 por ciento”, señala el especialista. Es decir que en aquellas vacunas que ofrecían alrededor de un 90 por ciento de eficacia, su protección podría disminuir al 50 por ciento.

Humberto Debat, virólogo e investigador del INTA en Córdoba, en un principio matiza el punto de vista de Quiroga, aunque luego acuerda con su perspectiva. “Pienso que los datos de neutralización no son extrapolables a protección; para analizar la efectividad de las vacunas tenemos que esperar. Personalmente tendría más cautela al referirme a la disminución de la efectividad, pero como dice Quiroga, se espera un gran impacto de esta variante, tanto que la inmunidad contra infección podría culminar por ser insignificante”. Y remata el investigador de Proyecto País (iniciativa de vigilancia genómica del MinCyT): “Los resultados que vemos son horribles en relación a la disminución de los anticuerpos”.

Aunque las vacunas que se aplican podrían perder efectividad para prevenir la infección, ambos científicos coinciden en que muy probablemente no resignarán su protección frente a casos de enfermedad grave y fallecimientos. En definitiva, este es el parámetro al que habría que prestar mayor atención. “Para evitar casos graves y muertes aún no se sabe nada, pero todo indicaría que la caída de la efectividad, de existir, sería mucho menor. Esta sería una buena noticia, por lo que debemos seguir vacunando”, opina Quiroga.

Crecimiento vertiginoso

Si se comprobara que las vacunas actuales aún son efectivas para prevenir enfermedades severas y fallecimientos, podría pensarse que Ómicron no tendría por qué complicar las cosas al promover un panorama totalmente distinto al actual. Sin embargo, al ser más contagiosa, de cualquier manera, esta nueva variante podría tensionar a los sistemas de salud y, a pesar de ser menos virulenta, culminar por ocasionar muchos fallecimientos. “A Delta la frenamos casi por completo con vacunación pero, por lo que se ve hasta el momento, con Ómicron no será posible. Hay crecimiento exponencial en naciones de todo el mundo”.

Debat acuerda y apunta: “Los números que estamos viendo con esta variante le dan robustez a la hipótesis de que estamos en presencia de un virus extremadamente transmisible y que no depende de la coyuntura epidemiológica de Sudáfrica. Avanza por todo el planeta, incrementa su frecuencia y desplaza a Delta en poblaciones con inmunidad distinta. Creemos que está en condiciones de evadir parte de la inmunidad”. Según Statista, mientras que África ha inoculado en promedio al 11 por ciento de su población, Europa --donde actualmente Ómicron crece con celeridad-- había alcanzado el 66 por ciento. La nueva variante se despliega con un ritmo similar en uno y otro territorio. 

Asimismo, la magnitud de la ola podría complicar las cosas: si se tiene una cantidad suficiente de infecciones por jornada y se experimentan brotes significativos en un corto tiempo, las hospitalizaciones podrían elevarse de cualquier manera y presionar a las instituciones de salud como sucedió durante las olas previas. En esta línea, muchos gobiernos del continente europeo ya optan por imponer restricciones --cierre de escuelas, trabajo remoto, nocturnidad controlada, regulación de eventos masivos-- y por avanzar hacia la vacunación obligatoria. En Reino Unido, aunque la mayoría de los casos son producidos por Delta y tan solo el 6,4 por ciento corresponden a Ómicron, se cree que antes de fin de año podría volverse dominante. De nuevo, la explosión vertiginosa no distingue geografías ni sociedades; según la OMS, en Sudáfrica los casos se duplicaron en una semana (111 por ciento más). En otras zonas el incremento es más que alarmante: en Eswatini subieron 1.990 por ciento, en Zimbabue 1.361, en Mozambique 1.207, en Namibia 681 y en Lesoto 219 por ciento.

Vacunas a la carta

“Para frenar la circulación de Ómicron será necesario tener millones de infecciones, o bien, contar con vacunas específicas”, destaca Quiroga. Sencillamente, la aspiración inicial de conseguir el rebaño con un 60 un 70 por ciento de la población protegida se ha desplazado y la vara está cada vez más alta. Una de las salidas que tienen a mano los Estados y en la que los laboratorios públicos y privados ya trabajan es la actualización de vacunas. Tanto Pfizer/BioNTech como el Centro Gamaleya han anunciado que podrán actualizar sus fórmulas vacunales en poco tiempo sin problemas, con el propósito de recuperar eficacia frente a Ómicron. La estrategia, para dejar de correr atrás de las nuevas variantes que emerjan, será distribuir las dosis necesarias hacia las regiones geográficas que más las necesiten. Mientras eso no ocurra, la meta se seguirá corriendo siempre que la humanidad esté al borde de alcanzarla.

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