El 6 de octubre de 2018 Natacha Jaitt denunció en un twit a Fabian Gianola por acoso sexual, el actor cómico estaba en el centro de la escena porque la actriz Fernanda Meneses había presentado una denuncia penal por la misma razón. Natacha tenía data -de Gianola y de tantos otros- pero nadie le daba relevancia porque era una puta. Fue el mismo año que Thelma Fardin, junto al colectivo de Actrices Argentinas, denunciaba a Juan Darthes en una conferencia de prensa con el lema “Mirá como nos ponemos”. Como un ciclón, las manifestaciones para un “ya no nos callamos más” estridente y colectivo, que tuvo una de sus explosiones mas fuertes con las denuncias a Cristian Aldana, ex cantante de la banda de rock “El Otro Yo”, hoy condenado a 22 años de prisión por abuso sexual y corrupción de menores, vinieron para agitar los cimientos de una estructura en donde sostener un trabajo, pasar vergüenza, creer que es un problema propio o que se dé por sentado que es una mentira para sacar provecho, acondicionaban la vía libre para que se pudiera hacer cualquier cosa.

Sin embargo, hay un silencio que es el corporativo y que viene bien agarradito de la complicidad judicial que se sostiene todavía muy fuerte a pesar de la tarea de acompañamiento que las comisiones de género y espacios feministas vienen haciendo hacia adentro de los medios de comunicación. “Frente a un sistema penal patriarcal que una y otra vez intenta disciplinar a quienes denuncian y a quienes se atreven a testificar en su favor, insistimos: se hace urgente una reforma judicial con perspectiva de género y respetuosa de los derechos humanos. Demandamos mecanismos de reparación efectivos, para que aquellas personas que hayan padecido estos hechos aberrantes puedan sentirse reconocidas y acompañadas, en lugar de juzgadas, denigradas y revictimizadas”, dice el comunicado de Actrices Argentinas expuesto el 30 de noviembre pasado en el inicio del juicio a Juan Darthes acompañado la declaración de Thlema Fardin. La lectura del comunicado se hizo en la sede de la la Unidad Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM), mismo lugar desde donde la fiscal Mariela Labozzetta hizo el pedido de indagatoria para Fabian Gianola por abuso sexual y violación. La citación era hoy a las 10 de la mañana pero el acusado no se presentó. 

Los pasillos de la tele, la radio y los teatros están en un camino sin retorno a dejar de ser jurisdicción de los varones que tenían plena seguridad de tener todas las de ganar, o bien con el discurso de la exigencia y "llegar al éxito", como bien expuso Antonio Laje en su descargo la semana pasada, o con el argumento de “es mi forma de ser”, toquetón y cariñoso de Gianola. Potestad sobre el maltrato, la tocada de culo, el beso sin consentimiento. Seguro que el miedo sigue estando, pero ya no hace mella suficiente, ya no es una razón para el silencio, para dejar que pase, para bancarsela. Para -como dice otra de las denunciantes de Gianola- “estar poniéndo las manos adelante todo el tiempo para que no te toque”.

El silencio corporativo tambalea pero sigue haciendo pie. En septiembre de este año, el colectivo Periodistas Argentinas realizó una encuesta sobre violencia laboral en medios de comunicación públicos y privados. Entre algunos de los datos relevantes se evidencia que el 54,5 % sufrió violencia laboral en su ámbito de trabajo, 34,7 % afirma que no y el 9,9 % dice no estar segura.

Lxs periodistas que integran la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN) y la Comisión Interna del Sipreba expresaron su apoyo a las trabajadoras de prensa que denunciaron por violencia laboral a Antonio Laje, en el comunicado exigen “el cumplimiento de las leyes vigentes respecto de violencia laboral y de género", reclaman "la equidad de género en los medios de comunicación" y exigen "que todos los medios, tantos públicos como privados, cuenten con un protocolo de actuación para éste tipo de casos”.

Si bien hay avances en materia de derechos -en junio de este año se aprobó la Ley de Equidad de género en los servicios de comunicación- la pregunta es sobre cómo despatriarcalizar un ámbito en donde justamente el abuso y el maltrato son parte de la dinámica cotidiana. Si bien los nombres propios: Aldana, Darthes, Laje, Gianola -por mencionar algunos- son puntapiés para desbaratar estructuras, lo que tiene sentido amplificador es la constatación de que no hay vuelta atrás, que lo que se viene haciendo desde la organización feminista maceró redes de sostén y herramientas concretas para que no haya via libre para las violencias.