Tras las brumas de la campaña electoral de noviembre, el jefe de Gobierno porteño retomó la gestión y continuó aplicando sus clásicas políticas de ajuste en el gasto social y de enajenación de tierra pública a las corporaciones de la construcción. Así es que avanzó con la venta de 103 hectáreas de espacios verdes con acceso al río, "regularizó" torres y edificios construidos en clara violación de las leyes y normas establecidas y aprobó 10 “convenios" para que sigan construyendo torres en ocho barrios. Como todos los años, Rodríguez Larreta presentó un presupuesto de ajuste: subió estacionamientos medidos, multas, peajes, VTV y dos muy importantes: ABL y patentes, algunos con el eufemismo de “actualización”. Intentó infructuosamente desvirtuar los premios municipales a la cultura, busca precarizar aún más el Programa Veredas Limpias desarmando las cooperativas de trabajo para que 2500 trabajadores pasen a recibir un plan social, redujo la edad de ingreso a las escuelas porteñas de formación laboral para jóvenes con discapacidad y estipuló la obligatoriedad a los estudiantes del último año de secundaria de ser mano de obra barata para las empresas como condición para aprobar la cursada.

Consciente de que su plan y modelo de ciudad no resistirían una sincera y detallada evaluación pública, dado que sus prioridades no se corresponden con imprescindibles cambios y asignaciones para mejorar la calidad de vida de las mayorías, la derecha porteña tuvo como estrategia comunicacional nacionalizar el debate, o sea no exponer abiertamente en la campaña electoral la gestión que lleva adelante desde hace 14 años en la Ciudad. Inclusive ocultó a la ciudadanía su intención de la más emblemática y trascendental de las privatizaciones: la ribera porteña. El propósito político del autopercibido “palomo moderado centrista”, fabricado por los grandes medios, fue matar dos pájaros de un tiro: evitar que la ciudadanía evalúe su gestión de gobierno y seguir engordando su sueño presidencialista.

Está claro entonces que la derecha porteña evita exhibir y debatir en la arena pública su política económica y las asignaciones presupuestarias. Este accionar solo es posible por el excepcional escudo mediático armado por Horacio Rodríguez Larreta. El jefe de Gobierno y “Juntos" reemplazan mediante el marketing la falta de convicción por el debate democrático. Así actúan con el propio pueblo, quien se pronunció en las audiencias públicas por una política que defienda la ecología de la ciudad. Cierto es que tuvieron un apoyo en las urnas del 48% y su primo ideológico Javier Milei (admirado por Mauricio Macri) otro 17%. Sin embargo, en ninguna democracia se le niega a la oposición política su representación en las autoridades de la legislatura, como ocurrió en este caso, en contra de su proclamado republicanismo.

Pasó la campaña electoral y la ciudad continúa sin los espacios verdes esenciales, con más habilitaciones para super torres que antes, con la renovación por 12 años más de concesión del subte a la misma empresa, el Grupo Roggio, con la que completará el récord mundial de 40 años,a pesar de las notorias deficiencias en el servicio y la falta de inversiones. De modo que los disfraces de palomas rápidamente volvieron al placard y ya sin antifaces, los ojos de halcones volvieron a los ajustes que año a año crecen, como crece el abultado presupuesto de pauta publicitaria oficial. En esta nueva oleada de recortes, hubo una medida tan oscurantista como absurda, que generó una fuerte reacción de la comunidad cultural. La lucha de artistas y hombres y mujeres de la cultura triunfó ante la intentona liquidacionista de los premios municipales instituidos hace más de un siglo (1919). ¿Acaso se pretendía achicar el gasto en cultura con ese engendro que mezclaba un derecho esencial como la jubilación, con un premio por el aporte a la cultura de sus autores? ¿O hay que interpretarlo como un ataque liso y llano de carácter disciplinador?

El proyecto de ley firmado por el ministro de Cultura Avogadro y el jefe de Gobierno debió ser retirado. Esta efímera iniciativa del Ejecutivo porteño, es una muestra de que con la lucha es posible sortear el cerco mediático, lograr visibilidad pública y hacer retroceder a esta derecha autoritaria a la que esta vez no le valió el argumento único de: “contamos con apoyo electoral para hacer lo que queramos”. En estos días en que las brumas electorales se disipan, emergió otro tema de nuestra ciudad denunciado por el legislador Morresi, quien le reclamó al jefe de Gabinete porteño, Felipe Miguel que el club de rugby de elite, Belgrano Athletic Club no hizo ninguna obra en los terrenos que le fueron cedidos del Parque Sarmiento a precio de remate, imposibilitando su uso público, ni cumplió con sus compromisos de acompañar a las instituciones deportivas de la zona. Es este otro antecedente de lo que podría suceder en los terrenos de Costa Salguero y Punta Carrasco si se construyen las torres privadas y la ciudadanía no pueda accedera disfrutar del río.

Así las cosas, nuestra ciudad va camino a ser una metrópoli cada vez más invivible, más desigual, fragmentada social y culturalmente, más contaminada y con colapsos permanentes. La planificación de una urbe como la nuestra no puede estar guiada por el interés de un mercado capitalista insaciable. El perjuicio que hoy causan se va tornando irreversible, por los edificios faraónicos, el incremento del calor y la falta de aire y de verde. Nuestra ciudad es una de las más ricas del continente con casi un billón de pesos de presupuesto, sin embargo, sus recursos son injustamente distribuidos, por la simple razón de estar administrada por un gobierno cuyo propósito principal no es el bienestar general de la población.

En suma, cuando se corre el velo, emerge el modelo de una ciudad insolidaria, con el predominio de una elite que se desentiende de un destino común para los tres millones de ciudadanos y ciudadanos que la habitamos. 

* Secretario general del Partido Solidario. Director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini