La crisis de fin de siglo se entiende dentro de un contexto histórico y es la culminación del plan de convertibilidad puesto en marcha una década atrás. El movimiento obrero reflejó ese proceso en forma de un proceso que llevó al quiebre de la vieja Central, la CGT. En el mundo el sindicalismo, es por contraposición, la construcción colectiva de los trabajadores que pone negro sobre blanco cuáles son los intereses sectoriales que representa determinado gobierno. Era evidente que ni la revolución productiva ni el salariazo que predicaba el seudocaudillo riojano encerraban un proyecto de desarrollo de las fuerzas productivas ni auguraban una mejora para los asalariados argentinos. También es verdad que esta vez el “neoliberalismo” llegaba en ancas de un gobierno peronista con la complicidad histórica que representaba ese signo partidario y la CGT.

Rápidamente fue clausurado el período más largo de unidad sindical en cabeza de Saúl Ubaldini y se terminaron los plenarios regionales, nacionales y las grandes movilizaciones que signaron al gobierno de Raúl Alfonsín. La crisis se precipitó a la misma velocidad del ascenso del Menemismo y los encuentros regionales se transformaron en encuentros sectoriales. El más importante de ellos sucedió en Burzaco en diciembre de 1991. Convocados por un puñado de dirigentes nacionales de ATE Ctera, Judiciales, Periodistas, Neumático, Metalúgicos de Villa Constitución, Seccionales de la Fraternidad y de la Unión Ferroviaria que resistían a la privatización más brutal de solo dejaría ocupados a menos de 10 mil trabajadores del riel de un universo de más de 110 mil, valga la cuantificación para comprender la profundidad de las políticas aplicadas. De ese encuentro sale la propuesta de abrir un profundo debate a nivel del movimiento obrero para tomar posición sobre la encerrona en la que se encontraba en sindicalismo. Primero fue Congreso de los Trabajadores Argentinos, luego sería la Central de Trabajadores, la culminación de aquel reagrupamiento que se proponía enfrentar en absoluta debilidad el proceso de privatizaciones y de reconversión industrial, que en términos concretos triplicaba la desocupación en menos de tres años. Al poco tiempo surgiría una corriente interna en la propia CGT que se sumó a la resistencia en cabeza de los camioneros de Hugo Moyano y los colectiveros de Juan Manuel Palacios.

Los primeros conatos de resistencia de los desocupados tuvieron la forma de “piquetes”, lo que daba cuenta de su práctica sindical. Cutral Co, Tartagal, Cruz del Eje, La Matanza etc, por citar solo a algunos. La articulación de los mismos se daba bajo el paraguas de la CTA y su potencia creciente los fue transformando en movimientos nacionales que hoy conocemos como “movimientos sociales”. Se inauguraba el tiempo de los gobernadores de poca duración, desde el “chubutazo” de Néstor Perl, pasando por el santiagueñazo, Jujuy la inestabilidad se trasladaba a las provincias totalmente desfinanciadas y conla salud y la educación traspasada sin los fondos correspondientes .

Protagonistas centrales del 19 y 20 de diciembre de 2001, incubaron en la calle una capacidad de resistencia que dio por tierra el neoliberalismo de los 90 y abrió un nuevo capítulo de la historia reciente. El surco por donde se sembró la resistencia había sido abierto por el propio movimiento obrero desde los sectores opositores.

A 30 años del grito de Burzaco y a 20 del 19 y 20 de diciembre vale la pena reivindicar la gesta que parió la resistencia y explicar desde aquella lucha los esfuerzos presentes para reunificar la CTA y abrir caminos de encuentros buscando la reunificación de todo el Movimiento Obrero.

De aquellos incendios de hace 20 años en manos del FMI, este presente lleno de amenazas del mismo poder internacional. La única constante en esta historia es la resistencia. Con el ejemplo caliente de Chubut y sus organizaciones sociales y sindicales el desafío es el mismo. No ceder a las presiones ni a las mentiras manteniendo viva la memoria que nos devuelva una vida colectiva cada vez más digna y solidaria.