Hombre de aforismos sentenciosos, sencillos y precisos, Luis Salinas. Ha dicho cierta vez a este diario que no se proponía meta alguna, porque sino “cuando llegás se termina todo”. También que el público no tenía por qué entender de melodías, armonías o ritmos, pero sí de sensibilidad. “Y entonces, cuando tocás de verdad, sintiendo, al que te escucha le pasa lo mismo”, ha dicho en una frase absolutamente competente con su hoy.

Un hoy que lo encuentra, tras la insoportable y resistente pandemia, volviendo de a poco al vivo. A tocar de verdad, sintiendo, para que le pase lo mismo a su gente. Lo hizo en el Tasso activando su faz acústica, de músicas argentinas, y lo hará este miércoles 29 a las 20.30 en BeBop Club (Uriarte 1658), en su otra faz, la del mosaico latin jazz, blues, funk y salsa. “Esta vez, el concierto será con la viola eléctrica de principio, influido por la cosa rockera que le da mi hijo Juan, aunque, claro, siempre hay dando vueltas por ahí un tango, una milonga, una zamba o una chacarera”, prevé el guitarrista para el último show del año, que también intervendrá a dos músicos consustanciados con su estética: Sebastián Peyceré en batería, y Patán Vidal al piano. “La idea es darnos distintos gustos porque después de estar mucho tiempo sin tocar en vivo, todo se disfruta el doble”.

-Pintó la nostalgia…

-(Risas) Bueno, sí, extraño todo. Todos éramos diferentes antes de esta pesadilla que nos tocó y nos toca vivir.

-Lo primero que emerge de tu actual formación es que se ha consolidado tu vínculo musical con Juan, tu hijo. ¿En qué sentido se te parece como músico, y en qué aspectos es más autónomo, distinto?

-Bueno, es difícil ser objetivo cuando uno habla de los hijos. Solo puedo decir que la primera vez que toque con él, le dije “Juan, sentí tus notas, escuchá a tus compañeros y disfrutá, porque no tenés nada que demostrar". Y además le dije en sus comienzos algo que sigue vigente aún para él y para mí. “Es bueno escuchar a todos los maestros y aprender de ellos, pero después, cuando uno toca, tiene que tratar de ser uno mismo, sacando lo que cada quien tiene adentro, porque es más fácil ser uno que ser otro”. Bueno, en ese camino andamos los dos.

-¿Interfieren tensiones de ego entre ustedes?

-El ego no existe entre nosotros. Para mí es un regalo absoluto tocar con mi hijo… Tocar juntos es siempre un disfrute y un aprendizaje para los dos, pero sobre todo es un acto de amor con la música, como padre e hijo... Todos los padres queremos que nuestros hijos sean felices y si hacen lo que vos amás es como un regalo de Dios.

Nacido en Monte Grande, criado en Villa Diamante y fogueado entre shows al aire libre en la rambla de Mar del Plata y las trasnoches de Oliverio, Salinas llegó a tocar el cielo con las manos pegadito a George Benson, Luis Alberto Spinetta, B.B.King, Tomatito o Paco De Lucía,

Entre mil más. La música es un hecho esencialmente colectivo para él, por lo que sufrió a mares la pandemia. No solo él y su hijo tuvieron Covid, sino que para ambos implicó un trauma no poder hacer lo amaban. “Durante todo este tiempo tratamos de estudiar, de componer, pero en realidad fue algo muy duro para todos. Fue muy duro y traumático no poder hacer lo que amamos, que es tocar con los músicos, con mi hijo y para la gente”.

-¿Nuevo disco en puerta?

-Si, tengo la intención de grabar un nuevo disco con clásicos de guitarristas a los que admiro y temas míos que no he grabado todavía. Esto en principio porque, claro, una vez que entrás al estudio siempre pueden pasar cosas nuevas.

El último disco que grabó Salinas fue El tren, maratónico trabajo quíntuple dedicado a su hija Rita, y poblado por cuarenta y cuatro piezas, que significó la obra más fuerte de su carrera, en términos emocionales. Le salió así, de a borbotones, tras seis años sin grabar (su predecesor había sido Sin tiempo, de 2010), casi la misma cantidad de tiempo que hay entre El tren y hoy. “Con las grabaciones pasa que a veces tenés ganas, y a veces no. Solo guitarra, el disco que grabé en 1997, por ejemplo, era un muro de libertad, y después vinieron los que hice en España, en Estados Unidos, en Buenos Aires. En fin, cada disco es como una foto. Como me dijo Saluzzi una vez, es lo mejor que podés hacer en el momento en que lo hacés. Bueno, eso, los discos son como la historia de uno.

-¿Qué significa El tren hoy, a la distancia?

-Significó y significa mucho para mí. Por un lado, fue mi segundo disco independiente, y fue nominado a un Grammy. Por otro, fue el primer disco que grabé con Juan y, por lo tanto, es fuertísimo en lo emocional.