Diego Peretti está de vuelta en la pantalla grande de la mano de Cristian Bernard, director de Ecos de un crimen, thriller de suspenso protagonizado también por Julieta Cardinali, Carla Quevedo, Diego Cremonesi y la participación especial de Carola Reyna. El film se estrenará el próximo jueves en salas, y luego estará disponible en HBO MAX. En la ficción, a Peretti se lo ve con la máscara de Julián Lemar, un escritor de best-sellers de suspenso, quien se va de vacaciones con su familia a una cabaña en un bosque. La primera noche, durante una fuerte tormenta, se corta la luz y una mujer se presenta pidiendo ayuda desesperada: su marido mató a su hijo y ahora quiere acabar con ella. A partir de ese momento, el peligro y el engaño son una amenaza constante, y para Julián comienza una noche infernal hasta descubrir la verdad. El de Peretti es uno de esos personajes que atrapan por lo complejo. Pero, ¿qué le interesó de la historia para aceptar el protagónico? “Me pareció una historia muy bien escrita, perteneciente a un género que se hace poco en la Argentina. Ya son dos originalidades: que esté bien escrita y que sea un género que se hace poco aquí", confiesa el actor en la entrevista con Página/12.

Diego Peretti en Ecos de un Crimen

-¿Te resultó un personaje complejo por lo que implican sus conductas?

-Es complejo, pero técnicamente me resultó muy entretenido de hacer porque requería de una concentración muy grande. Como el cine se hace de manera muy desglosada y la película y la trama tienen varios campos de tiempo y de acción, había que estar muy concentrado, pero me ayudó mucho el director, que también tenía toda la película en la cabeza. Así que ese fue el trabajo que tuvimos que hacer.

-¿Trabajaste de una manera especial su psicología?

-Ya estaba escrita. No tuve que hacer un análisis médico ni nada por el estilo. Es lo que se ve: un personaje con un estrés muy grande, que lo lleva a perderse en un laberinto mental perverso. Estaba muy escrita y no me hicieron falta consultas científicas.

-Al principio se ve que lo incomoda la casa a la que llega y da la impresión que esconde algo. ¿Cómo se trabaja el misterio de un personaje?

-No hay una forma porque es un trabajo en conjunto y tiene que estar en la historia. Si vas a una escuela de teatro no te dicen "hoy trabajamos el misterio", "hoy trabajamos la vergüenza", "hoy trabajamos lo siniestro". Se trabaja para tratar de lograr la mejor expresión de acuerdo al equipo y al guión que se tenga. Desde el punto de vista actoral, te mentiría cómo se trabaja el misterio. Hay que estar en la situación y hacerlo lo mejor que uno crea con respecto al equipo que uno tiene alrededor.

-¿Cuánto influye lo sensorial en el trabajo de construcción de un personaje?

-En el actor es un montón lo sensorial porque trabaja con las emociones. Eso sí te lo enseñan en la escuela de teatro: ser muy fino y conocer mucho la sensorialidad propia.

-¿Crees que los escritores suelen tener algunos episodios de locura para poder escribir atrocidades o eso es menospreciar la creatividad y la capacidad de imaginación?

-La segunda opción.

El reino

-Hace poco también se te vio en, la serie de Netflix El reino, que tuvo muchas repercusiones por las coincidencias con la realidad que le encontró el público. ¿Son los espectadores los que trazan el camino de una película o serie una vez que ya está realizada?

-Claro, es tal cual. Es el público. Si la gente vio algo similar a la realidad, bueno, no lo voy a contradecir porque quiere decir que se sintió muy cerca de la serie y vio muchos puntos de contacto con lo que vive cotidianamente.

-¿Cómo fue hacer ese personaje tan oscuro?

-En el sentido simbólico del personaje me acerqué a partir de conversaciones con evangelistas. Eso con respecto al carácter más exterior del personaje. Después, su enfermedad psicológica estaba construida en el guión y utilicé mi imaginación para meterme en esa lógica de pensamiento.

-¿Tiene algún significado en tu vida la religión? ¿Sentiste alguna vez la necesidad de creer en algo superior?

-Siento que existe algo superior, que es la naturaleza en sí misma y la inteligencia de la naturaleza. Y hasta ahí llego.

Los Simuladores

-Hace unos meses, Netflix también puso a disposición del público Los simuladores. ¿Cómo recordás aquella experiencia de la que se habló tanto cuando se vio por TV?

-Muy bien porque se convirtió en un clásico, porque me encanta el programa, también me encantan la estética y la ideología que tiene, me encanta cómo actuamos los cuatro, cómo nos dirigió Damián Szifron. Me encantó también poder participar un poco de los guiones. Aprendí mucho haciéndolo y todo es positivo.

-¿Al estar ahora en una plataforma eso permite que acceda un público que era chico en su momento? ¿Cómo lo ves a la distancia?

-Supongo que sí, porque al estar en una plataforma tan popular, visto por todas las edades, nos acerca a generaciones más jóvenes, por una cuestión naturalmente cronológica. Pero está bueno que les guste, porque si está en Netflix quiere decir que hay demanda.

-Tu primer papel en la TV fue en Zona de riesgo, aquel recordado programa con Rodolfo Ranni y Gerardo Romano. ¿Cómo notás la evolución de la TV desde los ‘80 y ‘90 hasta la actualidad con todos los avances tecnológicos? ¿En qué evolucionó y en qué involucionó?

-Depende si hablás de los canales o del aparato, del televisor. El aparato evolucionó un montón porque comparado a los cuatro canales que yo tenía (y el 2 se veía "nevado"), ahora con ultra HD, tecnológicamente ha evolucionado una barbaridad y es un placer. Eso con respecto al televisor y el aparato. Con respecto a las posibilidades de ver, se ha agrandado infinitamente con las plataformas. Así que la oferta se enriqueció mucho más y la capacidad de manejar tu agenda audiovisual es sumamente agradable.

-¿Y en cuanto a los contenidos cómo ves la diferencia entre otras décadas y la actualidad?

-Los contenidos son mucho más polimorfos. Al ser mucho más industrializado todo, la capacidad de desarrollo de un programa se multiplicó. La capacidad de hacer las series: ahora son casi de un tratamiento cinematográfico. Eso ha evolucionado mucho. El reino es un ejemplo de una producción nacional casi cinematográfica. Es un ejemplo de lo que no se podría haber hecho con otra estructura de canales, como era en los '80 y principios de los '90.

-En 2008 participaste de la serie española Cuestión de sexo, en la que interpretaste a Bernardo, el psicólogo del instituto. ¿Hoy se habla de sexo de otra manera en los medios? ¿Cómo lo notás?

-Se trata de ser descontracturado, pero no se puede generalizar. Hay algunos programas que tienen una ideología más de conservar tabúes o ideologías más reprimidas. Y hay otros programas más modernos en los que se habla más descontracturadamente. Antes, al haber cuatro o cinco canales nada más, podías ver las diferencias ideológicas o culturales de los dueños de los canales. Pero al hablar de la televisión hay que ver de qué estamos hablando. Es como hablar del mundo. Yo voy a otro país y veo T&C Sports en Costa Rica. SportsCenter está en todos los países del mundo, con formatos muy parecidos. Nada más que cambian los locutores y los idiomas.

-Por lo que contás sos amante del fútbol...

-A la televisión la utilizo para ver los canales deportivos. Después, hago zapping de vez en cuando, y voy para allá con los noticieros y vengo para acá con alguna ficción de canales abiertos, pero ahora de grande tengo clavado el aparato en los canales deportivos. Es lo único que me interesa de lo cotidiano, a nivel de información general.

-En 2012 encarnaste nuevamente a un psicólogo, Guillermo Montes en En terapia, el ciclo que te tuvo como protagonista durante tres temporadas, entre 2012 y 2014, por la TV Pública. ¿Ese fue uno de tus papeles que más quisiste?

-En terapia era un programa muy difícil de hacer y muy difícil de actuar porque ahí la vedette del programa era lo discursivo y lo subjetivo. El personaje que yo encarnaba era como un detective de los afectos y era importante que se entendieran los señalamientos o la perspectiva angustiante del paciente. Y siempre es subjetividad pura de parte del paciente y del médico dentro de lo que es una sesión de psicoanálisis, un psicoanálisis bastante especial pero no dejaba de ser psicoanálisis lo que se hacía. Y estaba muy bien escrito. Entonces, era un verdadero placer hacer ese programa dirigido por Alejandro Maci, que tiene una capacidad de análisis de texto muy grande y una sensibilidad muy grande con respecto a todo lo que tenga que ver con lo psicoterapéutico. Fue uno de mis programas favoritos en televisión.

-¿Cuánto de juego y cuánto de trabajo tiene la actuación?

-Depende de cada actor. En mi caso, muchas veces lo vivo sin el peso de que sea un trabajo. Después, si la jornada se alarga más de la cuenta, y por ahí no me siento muy bien al hacer lo que estoy haciendo o por otras razones, puedo llegar a aburrirme y a sentirlo como generalmente suena la palabra "trabajo". En realidad, la mayoría de las veces puedo sentir cansancio físico, pero me sigue atrayendo igual que cuando empecé.

-¿Tenías temores cuando empezaste con la actuación?

-Sí, la actuación es un oficio de una exposición enorme. No se muere nadie ni es grave si te sale mal, pero la exposición física y espiritual que tenés es muy importante. Y hay prepararse para eso porque de eso se trata. Eso lleva unos años y los nervios previos a las funciones y a los estrenos hay que canalizarlos de manera positiva. Eso viene con los años y con la técnica.

-En relación a la exposición que implica la profesión, ¿cómo vivís la amplificación de lo que podés decir en los medios?

-Más o menos, porque antes eran los medios y te bancabas quizás una edición dependiendo de la entrevista o que el periodista no reflejara exactamente lo que vos quisiste decir. Antes podías estar de acuerdo o no con el periodista en la manera en que encaró o cómo quedaría la nota, pero era eso y nada más. Ahora decís algo y después lo de las redes sociales es algo que provoca autocensura. Por lo menos a mí me provoca autocensura. Y yo no uso redes sociales, pero decís algo y aparece en el google o mi hija me dice que están diciendo tal cosa en las redes. Eso me autocensura un poco porque es un manoseo muy grande y descontextualizado de lo que uno dice. Es como un teléfono descompuesto de alcance infinito que no tiene ningún sentido y que crea una “verdad” que no tiene nada que ver con la realidad. Mezcla todo en una pasta comunicacional masiva sin sentido, neurótica y estúpida que realmente obstaculiza la buena comunicación. Eso como cuando hacés una hamburguesa y la grasa queda en la sartén: va creando mucha grasa, mucha grasa que no hace bien al estómago.