Sigmund Freud decía que el sueño es "el guardián del dormir". ¿Aplica esto para las personas en situación de calle que, a veces, deben pelearse por una frazada para no pasar frío en una noche de invierno? Difícil resulta pensar que puedan dormir tranquilamente en una ciudad que los expulsa, los estigmatiza o los ignora como si fueran una parte más del paisaje de Buenos Aires. Los “sin techo” perdieron muchos derechos en estos años, pero hay uno -entre otros tantos- que se resisten a perder: el derecho a soñar. El realizador Marcos Martínez conoció un puñado de historias de gente que cuenta un sueño para conocer más de la dura realidad que les toca vivir. Sueños, el documental que se estrena este jueves a las 19.30 en el Cine Gaumont y en la plataforma Cine.ar Play, presenta un retrato coral sobre el mundo onírico de estas personas. Son aquellos seres humanos que viven en un estado de invisibilidad para gran parte de la sociedad. Su difícil pasado y presente, también de algún modo su futuro, aparecen en los relatos de sus sueños. Un vivo reflejo de una ciudad con una historia de exclusión social, incrementada exponencialmente desde la llegada del macrismo al poder.

"Arranqué la investigación alrededor de 2007, que era un momento en que la ciudad se encontraba con cada vez más personas viviendo en la calle. Y veía cómo todos iban naturalizando el encontrarse con personas durmiendo en una cajero automático, en la puerta de un edificio o en bancos de plaza", relata Martínez en diálogo con Página/12. El director es consciente de que las personas que llegan a esa situación tienen todos los derechos básicos vulnerados y otras cuestiones como la pérdida de la privacidad. "Entonces, pensaba cómo era pasar la noche, dormir en la calle y si llegaban a soñar, si llegaban a encontrar los sueños", agrega. A Martínez le había quedado dando vueltas una nota periodística de cárceles, en la que había testimonios de una persona que decía: "Nunca despiertes a un preso cuando está dormido porque es el único momento en que está libre". "Yo también pensaba si eso sucedía en alguien que duerme en la calle, con ese espacio sagrado del sueño y de escape", acota el director.

-¿Descubrir ese universo onírico fue tu objetivo?

-Tal cual, fue por ese lado. Y fue romper el prejuicio de que les falta todo que hasta no pueden soñar. El sueño nos une a todos. Todos tenemos esa posibilidad. Me interesaba ver qué pasaba en ese mundo onírico y me encontré con que en la ciudad amenazante, el ruido, el miedo, las miradas y el hecho de que te corre la policía, es muy difícil dormir. La mezcla entre el momento de vigilia y el sueño o sueños con fantasmas del pasado: despertarse y sentir el cuerpo muy agitado por lo soñado. Entonces, cuando me contaban sus sueños, muchas veces se mezclaba ese estado de vigilia o de pensamiento con lo soñado. Me gustó la idea de sueños documentales, como que había verdad también en lo que estaban contando. Y sentí que en esos relatos había mucho más de lo que podía encontrar en una entrevista más clásica, más periodística, más documental del tipo: ¿Por qué estás en la calle? ¿Cómo llegaste?

-¿Buscaste también hablar de un problema complejo desde otro punto de vista?

-Sí, cuando yo hacía esa pregunta sobre los sueños a ellos les sorprendía. Era una pregunta que nunca les habían hecho. Y cuando yo le contaba a alguien "Estoy haciendo una película sobre las personas en situación de calle que cuentan a cámara sus sueños", la respuesta era: "Qué bueno que cuenten lo que desean para sus vidas". Como que siempre pensaban en el sueño despierto y de deseo y nunca lo vinculaban con lo onírico. Entonces, como en todas las películas que realizo pensé por qué ángulo entrarle y correrme un poco de lo más hegemónico como se presenta en los medios masivos.

Una escena de

-Y contar un sueño es algo íntimo. ¿Cómo trabajaste esto teniendo en cuenta que vos eras un desconocido para estas personas?

-Fue un proceso muy largo. En primer lugar, me apoyé en muchas organizaciones, gente que trabaja poniendo el cuerpo día a día en la calle. Con ellos hice los primeros recorridos. Y después fui generando vínculos en charlas horizontales con las personas en situación de calle: hablábamos de todo, salíamos a caminar por las zonas cercanas donde estaban. Hablábamos de lo más cotidiano hasta anécdotas más personales de ellos. De a poco, iba apareciendo el tema de la noche, del sueño. Como te decía antes, había una sorpresa cuando formulaba esta pregunta y, a la vez, un interés. Había algo extraordinario: después de contar su sueño o qué les pasaba con sus sueños al dormir, había como un desahogo, como algo que se rompía para bien. Pensaban: "Alguien me escuchó", "Compartí un secreto". Ahí se generaba un vínculo más fuerte que nos permitió llegar al rodaje teniendo ese vínculo ya establecido. Los recorridos los hacíamos con parte del equipo. En el equipo contábamos con una trabajadora social que fue importante para ir guiándolos, siempre dejando en claro a los protagonistas que lo nuestro era una película, que buscábamos visibilizar la problemática de las personas en situación de calle y buscar una mirada más empática para humanizar, para interpelarnos. Y si escuchás esos sueños, se mezcla todo. Hay mucho de las raíces del sufrimiento en la calle: la pérdida de los lazos familiares, los deseos, las fantasías de salir de ahí. Entonces, fue muy fuerte lo que aparecía en cada sueño.

-Claro, porque a partir de los sueños podías conocer también su realidad cotidiana, ¿no?

-Por supuesto. Ahí hay una verdad y está su historia de vida, su presente y muchas veces sus deseos. Entonces, con la película conocemos sus sueños y pequeñas situaciones de la vida cotidiana. También me interesaba mostrar la ciudad como protagonista y el lado B de la ciudad. Hay métodos y dinámicas de supervivencia que se generan y suceden en la ciudad: guardar las frazadas en un árbol o en una columna atrás de la Facultad de Derecho; o que el que es vendedor ambulante, que deja las cajas en una florería donde se las cuidan; dónde se bañan o qué changas realizan. Entonces, es un sueño y cada protagonista tiene un retrato, un momento de su vida en la ciudad que, tal vez, es la menos vista cuando caminamos y transitamos como ciudadanos de la ciudad de Buenos Aires.

-Durante el macrismo se conocieron varios casos de personas que quemaron a otras que viven en la calle. ¿A qué atribuís tanto odio?

-Un poco a lo que hablábamos antes. Hay una mirada estigmatizante, prejuiciosa de algunos medios de comunicación, sobre todo de los noticieros que van abonando ideas como "Este tipo se te instala acá", "Te toma tal cosa", "Te va a robar", "Te fichan para tal cosa". Hay una mirada que hace que todo el tiempo lo mires como el extraño, como el peligro y eso va mechando, más allá de cada persona. Pero justamente la película busca decir: "Mira, escuchalo, empatizá, fijate que es muy distinto a lo que solés escuchar". Son muchas historias. Y en algunas había un hombre que hasta hace un mes o dos meses tenía una changa en un restaurante o tenía un trabajo un poco más estable en una empresa. En la película aparece que la falta de trabajo es fundamental.